Desperté y Sebastián ya no estaba a mi lado, entré a bañarme, siempre lo hacía cuando él no estaba, no quería que pasará algo similar a lo que pasó anoche.
Cuando salí me puse un jean y una playera rosa, unos tenis rosas y ese era mi outfit del día. Cepillé mi pelo y lo dejé suelto, me puse un poco de crema de la de Sebastián, tenía un olor muy rico a hombre, y tenía que cuidar mi cara, no podía dejar de cuidarla, siempre me preocupé por como estuviera de cuidada como para ahora dejar de hacerlo.
Quería salir del cuarto, me aburría mucho estar aquí encerrada, mínimo salir a darle una vuelta a la casa, lavar platos, hacer comida, no sé. Decidí bajar las escaleras lentamente sin hacer ruido y vi a Sebastián y otro hablando.
- Deberíamos matarla. -Dijo Sebastián.
Pasé saliva y me quedé sin mover de donde estaba, tenía duda si hablaban de mí, está bien que por una parte me quise quitar la vida pero pensándolo bien fue algo muy estúpido, jamás debió pasar. Ahora no quería morir, no ahora, no tengo familia pero Kate y Sara son por ahora mi familia, sé que ellas se preocupan por mí al igual que yo por ellas, y aun así no quiero morir, soy muy joven.
-¿Ya te decidiste? -Habló el otro.
-No, pero quiero que lo hagamos, aún no sé bien, no quiero que pase algo que no quiero que pase. -Sebastián agachó la cabeza y se quedó mirando a un punto fijo.
-Piénsalo bien, podría sacarnos de muchas, solo necesitamos que las empresas queden a tu nombre y eso es todo. -Habló el chico de hoyuelos en las mejillas.
-No podemos hacer eso. -Negó Sebastián.
-¿Por qué? -Cuestionó el otro.
-Ellos tienen la herencia por matrimonio, el que sea esposo de la chica es el afortunado de las empresas, no debemos casarla, está muy joven. -Dijo Sebastián.
-Pues entonces una acta de nacimiento falsa y ya está.
¿Qué? Jamás me iba a casar con ese idiota, en mi vida no tenía pensado casarme, tal vez después pero por ahora no, y menos con él. Jamás lo haría, y no me pueden obligar, yo soy la que debe firmar y de mi parte debe haber un testigo y no tendré a nadie, no me quiero y puedo casar.
-¿Tus padres te enseñaron a escuchar conversaciones privadas? -Habló una voz detrás de mí.
Di un pequeño saltito donde estaba y no tardaron en fijar la vista Sebastián y el otro en mí. Claro que estaba asustada, Sebastián se ponía muy mal cuando se enojaba y no media la idiotez a la que llegaba.
-Yo- Yo no... -Susurré.
Era inútil decir que no lo hacía cuando tres personas me habían visto y una lo había justificado. Era super inútil. Voltee a ver quién era y era ¿Juanpa? Sí, así me dijo Sebastián que se llamaba.
-¿Qué haces ahí? -Habló Sebastián.
-Yo tenía sed y bajé por un vaso de agua. -Susurré y agaché la cabeza.
-Vamos al cuarto, ¡Ahora! -Gritó Sebastián y me agarró del brazo.
Salimos de la sala dejando a sus dos amigos allí y entramos a la habitación.
-¿Qué? No fue tan malo, sólo escuché un poco de su conversación, no fue con intención.
-Ganas de matarme me sobran. -Gritó estrujándome.
-Pues entonces hazlo. -Lo reté.
No quería morir, obvio. Pero qué caso tenía seguir aquí. Si les molestaba por qué me tenían aquí, era tan fácil dejarme ir, cosa que ellos nunca aceptarían.
-No me provoques, porque te juro que lo hago. Pero no.... no quiero.
Me quedé en silencio, creo que era lo mejor que podría hacer en un momento como éste. Me adentré en el baño por un largo rato, era muy incómodo estar así con Sebastián y al mismo tiempo en la misma habitación.
Pasaron varios minutos, sin darme cuenta me quedé dormida por no sé cuánto tiempo. Desperté dentro de un rato y me paré del suelo, me miré en el espejo y tenía los ojos hinchados, de verdad tenía demasiada hambre y sueño.
Sebastián no estaba en la habitación, no podría esperar a que él llegara, yo ya tenía hambre. Decidí salir de la habitación, justo cuando estaba abriendo la puerta me topé a Sebastián.
-¿A dónde? -Me empujó para atrás y cerró la puerta detrás de él.
-Tengo hambre. -Iba a retroceder un poco pero él me lo impidió.
-¿Tanto miedo me tienes? -Se burló. -No hago nada, querida. O bueno, al menos eso pienso. -Rió, yo solo lo veía, no sabía qué decir.
-Sueltame. -Susurré.
-¿Qué? -Se burló de mí.
-¡Que me sueltes! -Grité y lo empujé, mala idea. -Perdona, yo no quise...
-O no, claro que no quisiste.
Fue hasta mí y me tiró en la cama, él se subió de prisa en mí y yo intentaba patearlo pero no podía, su peso estaba encima de mí. Tomó mis mejillas con una mano apretándolas un poco y después besó mis labios, yo no hacía nada, y no era porque no quisiera, simplemente no me podía mover. Después de que me besó fijó su vista en mis ojos, nos quedamos viendo por varios segundos hasta que él se paró y salió de la habitación sin decir nada. Eso era muy raro.
Me estaba aguantando las ganas de comer, desde hace horas que se fue Sebastián y aún no llegaba, por un momento pensé que fue por comida para mí pero veo que no.
Tenía que salir de la habitación, yo tenía hambre y no iba a parar hasta conseguir comida. Abrí la habitación con cuidado y bajé las escaleras, no había nadie en la sala, caminé hasta la cocina y estaba igual de vacía.
Empecé a preparar un huevo ya que era lo único que había en el refrigerador y un montón de cervezas. Yo no tomaba y no lo haría, prefería esperar a que los chicos llegaran con algo de agua.
Cuando terminé de hacerme mi comida empecé a comerla, justo cuando estaba terminando escuché un ruido afuera, caminé a la sala a esperar a que entrarán los chicos, tenía que decirles que tenía sed.
Esperé un poco de rato más y no entraban, yo no podía salir ya que me habían dejado encerrada. Un poco más y no se escuchaba nada. Iba subiendo las escaleras cuando se oyó un disparó, se escuchó que una cadena cayó al piso y ese había sido el candado de la entrada. Algo andaba mal.
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