S.T. 30

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Entramos a casa y Sebastián tiene una expresión rara en el rostro. Creo que sé perfectamente lo que significa eso.

-¿Quieres hablarme de lo que pasó con Ruiz? -Pregunta Sebastián una vez adentro de la casa.

-Fue algo sin chiste, ahora no estoy de ánimo para hablar de eso. -Negué.

-Bien, vayamos a descansar, mañana saldré temprano y te iré a dejar con los chicos. -Arquee una ceja. -Sabes que no puedo dejarte sola, lo siento. -Besa mi frente y subo a mi cuarto.

Sebastián debería comprender que ya puedo estar sola en casa, no necesariamente necesito a alguien que cuide de mí. Estoy cerca de cumplir 18 años, ya no soy una niña. Y mucho menos necesito a un niñero.

También debe entender que los amigos de él no necesariamente deben ser mis amigos. Si ellos y yo no nos llevamos bien pues no nos llevamos y ya. Odio cuando Sebastián toma decisiones por mí. Tarde o temprano eso va a cambiar.

Por mientras mañana me iré a casa de los chicos. No estoy segura si Sebastián tarde mucho pero es mejor que no. No quiero verle la cara a Ruiz por un largo tiempo.

Sebastián se acuesta a lado mío y yo simplemente le doy la espalda. Algún día Sebastián se pondrá en mi lugar y verá todo lo que hago por él. Espero que no sea demasiado tarde.

Cepillo mis dientes y bajo. Sebastián ya está afuera en el coche esperándome. Me doy prisa y salgo. Vamos a casa de los chicos en silencio. Salgo del carro sin decir nada y cuando voy a cerrar la puerta Sebastián habla.

-¿No te vas a despedir? -Volteó y sólo lo veo. -Dame mi beso.

Camino hasta él y le doy un beso rápido y corto. Entro a la casa y subo a la habitación que antes era de Sebastián aunque fue mejor no haber entrado. Alguien está teniendo sexo y no se han percatado de mi presencia. ¿Quién jodidos tiene sexo en la mañana?

Camino despacio para atrás y como siempre mi torpe suerte hace que choque con el tocador haciendo algo de ruido. Mi vista rápido se enfoca en las dos personas para ver si me habían escuchado y sí que lo hicieron.

Salgo rápidamente antes de que alguien diga algo y subo a la habitación de arriba. Siempre es mejor estar aquí. Nadie me molesta ni me dice nada, parte es habitación para mí sola.

Me acuesto en la cama y cuando estoy a punto de dormirme escucho que la puerta se abre, deja ver a una persona pero no sé de quién se trata ni de dónde ha salido. Nunca lo he visto en mi vida.

-Disculpa, ¿tú quién eres? -pregunto seria.

-¿Acaso eres la chica que me acaba de descubrir teniendo un polvo hace unos minutos? -Se burla y cierra la puerta.

Oh, no. Qué pena Dios mío.

-Perdona, no pensé que fuera ha estar alguien allí. -Una sonrisa forzada sale.

-¿Se te antojó? -Alzó una ceja y lamió sus labios.

Asco.

-¿Qué? ¿De qué hablas? Claro que no. -Digo obvia.

-Vamos, sé que sí se te antojó.

Camina hasta donde estoy yo y se sube arriba de mí.

-¡Quítate, estás loco! -Trato de empujarlo pero no logro nada.

-Flojita y cooperando, mi amor. -Besa mi cuello y un escalofrío recorre por mi cuerpo.

¿Mi amor? El único que me puede decir así es Sebastián.

-¡Ayuda! -Grité.

-Nadie te hará caso, ahora coopera.

Intenta besar mis labios pero yo muevo la cabeza rápidamente para un lado haciendo que deposite el beso en mi cuello, lo lame y siento una mordida, doy un grito y el agarra mi cabeza bruscamente, muerde mi labio inferior y su mano recorre uno de mi pecho, con su otra mano aprieta mi trasero y yo no logro hacer nada.

Vuelvo a dar un grito haciendo que se escuche más recio que los dos pasados, una lágrima resbala por mí mejilla al recordar la primera vez.

-¿A qué te refieres? -Le pregunté aún extrañada.

Sebastián tiró de la toalla y empezó a besar mis labios, yo me hice para atrás y le correspondí el beso, sé que más tarde me iba a arrepentir de esto pero ahora no era el momento.

Sebastián se subió arriba de mí cuidando de no lastimarme la rodilla, bajó una de sus manos a mi muslos y fue ahí cuando reaccioné, esto estaba mal. Yo simplemente no podía acostarme y perder mi virginidad con este idiota, él y yo somos rivales para toda la vida. Aventé a Sebastián lejos de mí.

-Quítate, me lastimas. -Me excusé.

-Eso no me importa, ahora acabemos lo que empezamos.

Quitó la toalla y la aventó al piso, yo lo trataba de empujar pero me era imposible, estaba delgado y todo pero al final de cuentas sí pesaba un poco. Me agarró de las manos y las puso arriba de mi cabeza, besó mis labios y yo solo movía mi cabeza de un lado hacia otro, no quería besarle y menos ahora, bajó y besó uno de mis senos mientras acariciaba el otro, yo intentaba zafarme pero por más que hacía la lucha no podía, sacó unas esposas de su bolsillo y metió mis manos a la fuerza amarrándome de la cabecera, se quitó sus pantalones y fue ahí donde me empezó a dar miedo, Sebastián abusaría de mí.

-Ya quítate, no lo hagas. ¿Qué te pasa? de un momento a otro estás enamorado de mí y después tratas de abusar de mí como si nada.

-Ya te vas a morir, no quiero que vayas virgen a la tumba.

Sus palabras me dieron mucho miedo, lo dijo con el mismo tono que me habló cuando lo conocí, mis lágrimas empezaron a salir y Sebastián siguió con lo que estaba haciendo.

Se quitó sus bóxer y sacó un condón de un cajón que estaba a lado de la cama, se acercó de nuevo conmigo y metió su miembro en mí, esto no daba nada de placer, al contrario, era muy doloroso y muy incómodo, era un maldito enfermo sexual, solo estaba esperando a que yo fuera buena persona con él para así poder abusar de mí.

-Estas tan estrecha como te imaginé. -Besó mi frente y después me desabrochó de las manos.

-Eres un maldito puerco, te juro que me las vas a pagar. -Le grité antes de que se saliera del cuarto.

No quiero que se repita el momento, NO QUIERO.

Me armé de valor y con todas mis fuerzas traté de aventarlo pero no funcionó. Tenía que hacer algo ya. Él no dejaba mi cuello en paz. Parece un vampiro succionando. Me moví un poco y mi pierna quedó libre, con muchas fuerzas de nuevo levanté mi rodilla rápido y con toda la fuerza que puedo tener y le pegué en sus partes íntimas.

Corrí y cuando abrí la puerta choqué con alguien. Lo miré y él me veía confundido, lo abracé rápidamente y mis lágrimas empezaron a salir a flote.

Secuestrada •S.V.•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora