Día 160: ¡Ya no quiero pecar más!

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«¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? (Romanos 7:24)».

La exclamación y pregunta angustiosa de Pablo es muy humana, ¿quien de nosotros no ha sentido que su cuerpo y mente le ha traicionado más de alguna vez? ¡Yo sí! Por eso entiendo perfectamente al apóstol ––o más bien él me entiende a mí––. En varias ocasiones he mirado lo que sabía no debía mirar, he oído lo que sabía no debía oír, he leído lo que sabía no debía leer, he hablado lo que sabía no debía hablar, he hecho lo que sabía no debía hacer; y luego pago las consecuencias al sentirme horrorizado de mí y culpable ante Dios. Por eso el santo exclamó, "¡miserable de mí!" que es una palabra griega que traduce "cansado, hastiado, trabajado". En otras palabras el apóstol estaba cansado de la lucha interna que todos los cristianos tenemos.

Pero he aquí la buena noticia (la cual encontramos en 8:1), Dios nos ve perfectos ––aunque nuestra mente y cuerpo sigan pecando––, y aunque nunca el pecado nos dejará tranquilos mientras tengamos un cuerpo, lo bueno es que a pesar de eso el Señor nos anima, nos ama, nos impulsa a seguir adelante y nos dice: TE AMO A PESAR DE TU PECADO.

DE MADRUGADA CON DIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora