Capítulo 47

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—Scott… —susurro alarmada apretando el teléfono contra mi oído—. Hay alguien afuera de mi ventana.

Me apresuro para tomar una de mis muletas como arma. No creo que logre mucho, pero al menos ganaré algo de tiempo antes de que Mike se dé cuenta.

—Soy yo Diana, tranquila.

Cierro los ojos aliviada, casi me da un ataque al corazón. Estoy bastante paranoica con todo lo que me ha pasado y Scott no ayuda mucho apareciendo misteriosamente por la noche.

Me levanto y voy brincando con un solo pie hacia el balcón para abrir la ventana. Afuera está lloviendo y el cabello mojado de Scott me lo demuestra.

—Scott…

—Hola. —Me sonríe— ¿Puedo pasar?

Asiento de manera embobada. Tiene la camiseta húmeda pegada al cuerpo y me cuesta mucho apartar la mirada de su perfecto torso.

—¿Qué haces aquí? —pregunto bajito. No quiero despertar a Mike—. Casi me matas del susto y creí que me llamarías.

Scott se acerca y pone ambas manos en mi cintura equilibrando mi cuerpo ya que tenía todo el peso en una pierna sola.

—Te llamé. —Me sonríe.

—Me refería desde tu casa a la mía —explico sosteniéndome de sus fuertes brazos.

—Quise ser más original. —Pega su cuerpo húmedo más al mío y no me importa en lo más mínimo el frío que se cala en mi piel—. Te extrañé Diana, pero supuse que tu tío me mataría si golpeaba tu puerta.

Se me escapa una risita, porque sé que en el fondo mi tío es capaz de mucho más.

—Se me está cansando la pierna.

En una fracción de segundo ya estoy en sus brazos. Él se sienta en mi cama y me pone sobre su regazo con absoluto cuidado, de tal modo que ambas piernas quedan colgando, pero no de manera incómoda.

Paso ambos brazos por su cuello y lo beso. Scott toma mi gesto por sorpresa, pero no tarda en corresponderme, había estado deseando esto desde hace días y que bien se siente. Sus manos suben por mis costillas y me aprisiona más contra su pecho.

—Diana… —Muerde mi labio inferior y un gemido sale de mis labios—. Eres tan hermosa… —susurra contra mis labios—. Me fascinas.

Vuelve a besarme con más rudeza y mis manos se enredan en su oscuro y sedoso cabello mojado. El calor aumenta casi de inmediato entre nosotros y opaca casi por completo la humedad de su cuerpo.

—Me encantas —confieso entre besos.

Lo sentí sonreír y mis mejillas se encienden de vergüenza. Escondo mi rostro seguramente rojo, en su cuello.

—No te avergüences, nena. —Su pecho vibra cuando ríe—. Yo te deseo y quiero hacerte mía y no me da vergüenza decirlo.

Se encoge de hombros y me quedo estupefacta. Lo miro a los ojos y noto que están más oscuros de lo normal. Parece un demonio y un ángel al mismo tiempo.

—¿Te quedas conmigo? —pregunto rozando nuestros labios.

—Siempre —Me recuesta sobre la cama y besa mi frente.

—Puedes sacarte la ropa mojada si quieres.

En cuanto pronuncio esas palabras el bochorno se come mi sentido común, pero a él no parece importarle. Con una sonrisa traviesa, se despoja de su ropa quedándose solamente en bóxer. Por respeto a su cuerpo y a mis hormonas, escondo mi rostro en mis almohadas hasta que siento que se acomoda a mi lado. Me abraza y siento como el resultado de nuestros besos apasionados, hace presión cerca de mi estómago.

—Lo siento, es involuntario.

Vuelve a reírse y me deleito con ese sonido.

—¿Puedo preguntarte algo? —Me abrazo a su cuerpo.

—Lo que tú quieras.

Scott pasa los dedos por mi cabello, relajando todo mi cuerpo y alma.

—¿Por qué me dices Diana? —cuestiono por fin.

Creo que es el momento de que me diga el motivo.

—Bueno, me prometí a mí mismo que te lo diría en algún momento. —Sonrío. Así que sí existe una razón—. Verás… ¿Sabes quién es Artemisa? —Niego con la cabeza—. Ella era la Diosa griega de la caza y los animales, también era una protectora de la virginidad. —Scott se acuesta de tal manera en la que puede ver mis ojos mientras me cuenta todo—. Por eso era deseada por muchos Dioses. Artemisa era hija de Zeus y Leto, hermana gemela de Apolo. Ambos nacieron en la isla de Delos por eso ella era también conocida como Delia.

Lo miro sorprendida y Scott acaricia la curva de mi cintura.

—No tenía idea… —susurro.

En ese instante un recuerdo invade mi mente. Cuando Scott y yo estuvimos juntos en la fiesta, me llamo “mi diosa”. No había entendido por que hasta ahora.

—Pero tú me dices Diana todo el tiempo —digo confundida y él sonríe.

—El nombre latino de Artemisa es Diana —explica—. Me gusta ese nombre, es un sinónimo del tuyo y me encanta saber que soy el único que te llama así.

Se encoge de hombros con un poco de indiferencia.

—Me alegra por fin saber el motivo. —Beso sus labios con suavidad—. Sabes mucho sobre la mitología griega. —Él asiente.

—A mi madre le gustan esas cosas y supongo me lo heredó.

Es la primera vez que hablamos de su familia, ya estaba creyendo que no tenía… estúpida Delia.

—¿Quién es Orión? —Scott me mira con curiosidad—. En la carta que me escribiste nombrabas a Artemisa y a Orión —explico.

—Él fue el único hombre que aparentemente logró conquistar a la Diosa.

Una sonrisa tonta baila e mis labios. La historia parece muy romántica.

—¿Te sientes identificado con él?

Mi mano sube por su pecho y noto que su respiración se vuelve más errática.

—Tal vez… —Se inclina hacia mí rozando nuestras narices—. Eso espero.

Me besó con tal rudeza que hace estremecer mi cuerpo. El beso resulta ser más apasionado de lo que imaginé y cuando reacciono, él estaba subiendo mi camiseta de dormir y notó lo mismo que yo al ascender por mis costillas… No duermo con sujetador.

—Mierda —gruñe y me besa nuevamente. Su mano roza uno de mis pechos, pero lo aparto con rapidez—. ¿Qué pasa?

Su voz entrecortada aumenta más el calor en mi interior y lo deseo con todo mi ser, pero aún no estoy lista.

—Yo jamás… 

Me da mucha pena continuar la oración, pero él lo entiende a la perfección.

—¿Jamás has tenido sexo?

El calor de mi cara vuelve a explotar y como me encantaría tener su seguridad.

—No —murmuro nerviosa.

—Está bien. —Scott baja mi camiseta dejándola en su lugar—. Iremos más lento entonces.

Besa mi frente y vuelve a abrazarme. Me da vergüenza lo que le estoy a punto de preguntar, pero necesito saberlo.

—¿Con cuántas…?

Dejo la pregunta en el aire y veo en sus ojos que sabe a lo que me refiero.

—¿De verdad quieres saber?

No parece muy seguro y veo que hace cálculos internamente.

—Mejor no.

No quiero vivir con esas imágenes en mi cabeza. Me recuesto sobre su pecho y cierro los ojos deleitándome con sus caricias.

—Lo único que puedo decir es que nunca me he enamorado, por eso ninguna contó como algo importante para mí.

Sonrío ante su hermosa confesión y me dejo llevar por el sueño.

Bueno creo que este les va a gustar ❤ espero que disfruten el capítulo y que por fin sepan por que le decía Diana todo el tiempo! Muchas gracias por leer y por el apoyo 💗...x

Un Pequeño  Cambio De Planes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora