Capítulo 57

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No sé en qué momento terminamos en el sofá, Scott no ha dejado de besarme y yo no permití que se aleje ni un segundo de mí.

—No voy a detenerme, nena.

Sus manos toman el dobladillo de mi blusa y lo sube hasta remover la prenda de mi cuerpo. Por primera vez no siento vergüenza en lo absoluto.

—No lo hagas —digo con la voz ronca de deseo.

Sus labios recorren el camino de mi cuello bajando con tortura hacia mis pechos que aún están cubiertos por el sostén. Me mira a los ojos dos segundos antes de que una sonrisa presumida aparezca en sus labios. Deposita un suave beso en la copa derecha, una mano asciende hasta mi hombro y comienza a bajar la tirilla del sujetador. Me revuelvo debajo de su cuerpo.

—Tranquila —susurra.

Vuelve a besarme de manera dulce, tomando cada segundo de su tiempo para saborear mi boca. Me dejo llevar de nuevo por las sensaciones que me traen sus caricias, cuando de repente, el timbre de la puerta nos hace saltar en nuestro lugar. Con una velocidad sobrehumana, pongo todo en su lugar y Scott gruñe frustrado.

—¿Esperas a alguien? —pregunto intentando tomar mi blusa del piso.

—Aguarda que se vayan, no pienso abrir. —Su boca cubre la mía de manera sensual, pero el timbre vuelve a sonar —Mierda, lo echaré tan rápido que ni te darás cuenta de está interrupción.

Se levanta a regañadientes del sofá con la respiración agitada, una risita nerviosa se me escapa y me pongo mi blusa por si acaso. Siento las mejillas tan calientes que parece que van a explotar.

—¡Sí, cuando no me llamas en dos semanas es lógico que venga hasta aquí! —La voz molesta de una mujer inunda la sala y siento como mi pecho se oprime. Me levanto al instante cuando una señora de aproximadamente unos cuarenta años apareció en la sala—. Oh, ya veo porque estás tan ocupado, cariño.

Mi estómago se contrae y mis palmas comienzan a sudar. La mujer me regala su mejor sonrisa y no puedo hacer más que intentar corresponder su gesto con una mueca extraña.

—Mamá, ella es Diana... digo, ella es Delia. —Scott pasó una mano por su rostro—. Delia, ella es mi madre, Sarah.

Un alivio momentáneo me recorre, pero al mismo tiempo aparecen los asquerosos nervios... Estoy conociendo a la madre de mi novio. Jamás habíamos hablado de su familia, puedo contar con los dedos de las manos las veces que mencionó a su madre, porque ella fue la única que lo apoyó en su carrera y sólo por ese motivo, me agrada ésta mujer.

—¿No sabes su nombre, Scott? —La vergüenza me paraliza—. Pero veo que eso no te molesta, pues estás en su apartamento igual.

Siento que un balde de agua fría cae sobre mis hombros. Creo que no le caigo bien a Sarah.

—Mamá... —El tono de voz de Scott, es advertencia pura—. Yo la llamo así, Delia es mi novia.

Los ojos de la mujer se iluminan de repente y creo que los míos también, porque jamás me había presentado de esa manera hasta ahora.

—Solo bromeo, cariño. —Sarah se acerca y me abraza de repente. Me quedo estupefacta y me toma un par de segundos corresponder el gesto—. Es un gran placer, Delia.

Mis hombros se relajan inmediatamente.

—El placer es mío señora King. —Le regalo mi mejor sonrisa.

—Por favor, dime Sarah. —Bueno, por suerte se esfumó la tensión del ambiente—. Al menos eres una buena razón para que no me llame, no recuerdo la última vez que mi niño me presentó a una chica.

Un Pequeño  Cambio De Planes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora