Capítulo 22 "Te amo tanto mamá"

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Siempre he creído que cuando alguien pide perdón, algo en su corazón se altera, y resurge una esperanza de amor, una esperanza que no cualquiera puede alcanzar, es como aquella esfera de paz que podría canalizar a todo el planeta.

El alivio hace respirar, hace volver a sentir, volver a creer, volver a vivir.

Todos merecen perdonar y ser perdonados, los errores nos hacen humanos y nos permiten avanzar, conocer, aprender, sofisticar.

El perdón es de personas sensatas. Y si algo he aprendido es que el perdón es más importante cuando la persona está arrepentida, y ha aprendido la lección, ha comprendido su error y muy probablemente intente cambiarlo o por lo menos remediarlo.

El problema es que existen errores irreversibles; de los cuales no puedes hacer nada por ellos, nos destruyen y nos cambian de una manera tan drástica, que es casi imposible ignorarlos, son como tornados que arrastran todo con ellos. Y solo es al final, cuando ya no tienes nada, que te das cuenta de todo lo que tenías.

Camine con lentitud por en medio de la calle, podía escuchar las canciones navideñas salir de las casas por las que pasaba. En las ventanas se veían a familias festejando la fecha, con sonrisas que probablemente podrían servir para un comercial, sentía mucha envidia.

El alcohol se comenzaba a apoderar de mi organismo, el equilibrio no era el mejor, pero continúe caminado. Los pies comenzaban a matarme, por lo que me quite los tacones y los deje abandonados enfrente a alguna casa con luces bonitas.

Llegue a mi destino, las puertas estaban cerradas por lo que mi opción era brincarme la pequeña reja. Parecía una idea increíble hasta que toco bajar, no supe cómo hacerlo, así que solo me avente, parte de mi vestido quedo atorado en uno de esos picos de seguridad.

Al levantarme revisé todo mi cuerpo buscando alguna herida, pero todo estaba en su lugar, así que proseguí mi camino.

Pase con cuidado por el lugar sin hacer mucho ruido, hasta que llegue a una gran piedra.

—Hola —No recibí respuesta, un silencio sepulcral invadía a mi alrededor, podía escuchar el crujido de los árboles, la ligera vibración del viento.

Me puse de rodillas justo a un lado

—Estos últimos días han sido una locura total —Sonreí para mis adentros pensando en todo —Tengo tantas cosas que contarte, quizá algunas no te gusten escucharlas, y puede que otras te tomen por sorpresa.

Tome un trago del tequila que tenía en la mano, aún quedaba media botella.

—Disculpa que no te haya visitado antes, no podía, si quería, pero no podía —Suspire y por primera vez en mi vida intente tocar la dura piedra, pero al final no pude ni rozarla —No soy tan valiente como creía, mírame, doy pena —Gruesas lagrimas bajaron por mis mejillas, jamás creí que sería así la forma en la que me presentaría.

—La vida ha cambiado tanto desde que te fuiste, ya nada es parecido si quiera, las vacaciones en casa no son lo mismo, y no me gusta... no me gusta volver a casa, y que tú no estés esperándome con comida, o con regalos bobos —Sonreí al pensar en todos los osos de peluche que me regalo —Y pensar que jamás los aprecie lo suficiente —Esta vez si la toque, puse mi palma en ella.

—Este año faltaron tus icónicas galletas —Reí divertida —No te voy a negar que la gran mayoría se te quemaban, pero ahora entiendo que eran lo mejor de toda la cena, lo único que valía la pena —Acaricie el nombre grabado en la piedra, era tan triste saber que esto era lo único que quedaba de ella, una dura y estúpida piedra.

—No tienes una idea de cuánto te amo y cuanto te amare —Sentía como el corazón se me apretaba, y ese sentimiento de dolor me inundo de nuevo, los recuerdos me estaban ahogando —Jamás conocí persona más persistente como tú, siempre pusiste la felicidad de tu familia, antes que la tuya, papá debería aprender de ti —Di otro trago, el tequila ya pasaba como si fuera agua, ya no quemaba, ya no tenía sabor.

—No puedo creer que a veces no te atendías porque tenías que ver por nosotros 24/7, ayudabas sin recibir nada a cambio, nos cuidaste, nos protegiste hasta el último momento, y jamás te quejaste, aun sintiendo un inmenso dolor, nunca nos fallaste, siempre diste tu mejor cara en los peores momentos, aún recuerdo cuando me dio mi primer ataque de asma, corridas por todo el hospital conmigo en brazos, y nadie te atendía, peleaste con una enfermera hasta que me recibieron. Los doctores no sabían cómo hacer para que te tranquilizaras —Me reí al recordar los rostros de aquellos médicos.

—Siempre demostraste lo aguerrida que eras, y ganaste el aprecio y respeto de todo aquel que te rodeara, nos amaste con desespero, y abandonaste tu vida por velar la nuestra.

Mi pecho se oprimió otra vez, pero más intenso, podía sentir como el dolor recorría mi cuerpo —Perdón —Susurre —Quizá jamás me cansé de decirlo, eres la mejor persona que jamás pudo existir y si tuviera la oportunidad de verte una vez más, créeme que no sería en vano.

Di el último trago de la botella —Fui egoísta y estúpida, no tuve el tiempo suficiente a tu lado, lamentó cada vez que quisiste abrazarme y me negué, que quisiste hablarme y no escuche, que quisiste enseñarme y no aprendí, que deseaste darme y rechace. Perdóname por no estar cuando me necesitabas, por no contestar el estúpido teléfono, por no llegar a tiempo, perdóname, por favor, perdóname por todo —Un calor remplazo el dolor que sentía segundos antes —Te amo tanto, mamá —Dije recostándome en la piedra intentado sentir algo de ella.

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