Tenía unos 9 años aproximadamente, había pasado un año desde el incidente del fuego, mi único consuelo era que las personas de mi edad debían olvidar todo cuando crecieran, pero las marcas no se irían.
Un día escuche a mi padre decirle a mi madre que podían meternos a terapia a mí y a mi hermana o aun experimento clínico con láser, pero mi madre contesto que todo eso llevaría dinero, y evidentemente no lo teníamos, aún quedaba arreglar gran parte de la casa, todo era un completo desastre.
Me resigne a que yo debía conseguir ese dinero, quizá vendiendo limonada, o haciendo trabajos con los vecinos como lo hacía mi padre antes de estar todo el tiempo en el hospital.
Casi como caído de cielo, un auto se estaciono frente a mi casa, y del salió la persona más increíble que jamás haya conocido.
Era muy imponente, usaba una falda negra ajustada hasta las rodillas, combinada con una camisa azul cielo y unos tacones negros de aguja. Sus ojos estaban cubiertos con unas gafas transparentes que la hacía ver como una persona culta y su cabello chino caía por sus hombros rebotando a cada paso que daba, ella lucia increíble.
Recuerdo que me miro mientras caminaba para tocar el timbre, no dijo nada, simplemente sonrió inclinando un poco la cabeza, como si hiciera una ovación, como si me saludara.
Mi madre abrió la puerta, pero en cuanto la miro, su cara se transformó a algo muy parecido a la vergüenza. Quise saber que era lo que la mortificaba por lo que me pare justo detrás de esa señora con la esperanza de escuchar algo de lo que ellas dijeran.
—Dani, por favor, quédate afuera, ¿Quieres? —La voz de mi madre sonaba afligida así que simplemente asentí.
—¿Dani?, ¿Daniel? —Pregunto la señora en mi dirección.
Asentí de nuevo y ella de inmediato miro a mi madre con algo que solo pude reconocer como decepción.
Intente volver a jugar, pero no podía borrarme de la mente lo que acaba de pasar, la actitud de las 2, así que me brinque por la ventana de la cocina y las espié desde ahí.
Ambas estaban paradas, una enfrente de la otra.
—¿Cuánto dinero quieres? —Pregunto aquella señora que tenía un papel en las manos —¿Cuánto vales?
—Las cosas no son como cree —Hablo mi madre con nerviosismo.
—Yo los vi, no intentes engañarme —Sonrió la señora, pero su mirada reflejaba tristeza —¿Cuánto dinero quieres?
—No quiero su dinero —Susurro mi madre.
—Pero si quieres el de mi marido, ¿No? —La señora no gritaba, parecía serena, pero sus ojos me hacían ver que estaba a punto de llorar.
—Yo no... —Susurro mi madre.
—¿Cuál es tu precio? —Volvió a preguntar la señora —¿Cuánto dinero quieres?
—No soy una prostituta —Se defendió mi madre.
La señora asintió como si acabara de entender todo lo que mi madre había dicho.
—No, claro que no —La señora se cruzó de brazos —Solo eres su amante
Mi madre que se la había pasado negándolo, esta vez, simplemente agacho la cabeza.
No sabía exactamente a que se referían, ¿Qué era una amante? Y ¿Cuánto dinero se ganaba siendo una amante?
—No volverá a pasar —Contesto mi madre.
La señora sin hacer mucho escándalo, apacigua, tal y como había llegado, comenzó a caminar hacia la puerta, pero a medio camino se detuvo y miro a mi madre con algo que solo pude comparar con terror.
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Morena
RomanceDanielle Caballero es una chica de preparatoria que desarrolla una vida normal hasta que una bomba comienza problemas y chismes sobre ella, todo lo típico en adolescentes ¿No?