Capítulo 68 "Puedes llamarme hermana"

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No podía dormir, la cabeza me daba demasiadas vueltas, me estaba convirtiendo en una víctima del insomnio de forma permanente.

Me levanté a tomar un poco de leche con chocolate, en cuanto salí del cuarto sentí una ráfaga de viento, se debía a que la puerta que daba hacia el patio estaba un poco abierta.

Me dio un poco de miedo, pues yo recordaba haberla cerrado, me acerqué con cautela, no encendí ninguna luz para no llamar la atención de nadie, mis pulsaciones aumentaban conforme daba pasos y cuando llegue hasta ella note que había alguien sentado en una de las hamacas.

Puesto que mis ojos ya se habían acostumbrado a la obscuridad, pude saber perfectamente de quien se trataba.

Era Daniel.

Me acerque un poco más, tenía los audífonos puestos y estaba mirando una foto en su teléfono, su pelo estaba suelto, no tenía su clásica coleta, hacia demasiado frio, era seguro que se enfermaría.

No sabía si molestarlo o no, pero no creí que fuera buena idea dejarlo aquí, así que con mucho cuidado toque su hombro.

Él enseguida bloqueo su teléfono y me miro mientras se quitaba los audífonos.

—¿Qué haces aquí? —Pregunte en un susurro para no despertar a los demás.

—No podía dormir —Dijo igual de bajito.

—¿Quién era la de la foto? —Susurre en un tono pícaro.

—No era nadie —Negó con la cabeza apretando su teléfono entre sus manos.

—Está haciendo mucho frio —Sonreí ante su nerviosismo —Vamos adentro.

Él asintió y me siguió hasta la pequeña cocina, encendí una de las velas que se encontraba en la isla, pero el casi inmediatamente la apago. Y me arrebato el encendedor.

—¿Pasa algo? —Pregunte.

—No me gusta el fuego —Se limitó a responder, y aunque la luz que entraba por las ventanas era muy poca, pude ver miedo en sus ojos

Mi mente viajo hacia las cicatrices que tenían él y su hermana, ¿Se habían quemado?

—Lo siento, es que no quiero despertar a tu hermana y a Edan con tanta luz.

Él enseguida saco su teléfono y encendió la linterna dejándolo en el lugar en donde estaba la velita.

—¿Quieres algo?, yo venía por...

—¿Tendrás leche con chocolate? —Pregunto mientras se sentaba en una silla.

Asentí emocionada y enseguida me puse manos a la obra. Él todo el tiempo me miraba con nostalgia, como si yo le recordara algo o alguien.

—Listo —Estiré su vaso de leche y me senté al frente de él.

—Gracias —Sonrío mientras lo tomaba.

Apenas dio un sorbo sus ojos brillaron con alegría, como si lo que acabara de probar fuera lo mejor que había probado en su vida.

—¿Esta buena? —Cuestione divertida por su reacción.

Enseguida asintió repetidas veces.

—Es muy buena, ¿Qué chocolate es?

—Receta secreta —Susurre dando un trago a mi vaso.

La realidad es que era solo unas pastillas de chocolate común y corriente, pero a mi madre siempre le encantaba decir eso, según ella para crear intriga.

—¿Enserio apoyas a tu padre? —Pregunto después de un rato mientras se hacía una coleta.

—Supongo que sí, es adulto y sabe en que se mete.

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