— ¿Dónde está el gobernador? —pregunta con la sensación de que aquello es completamente innecesario. Con la edad que tiene y la responsabilidad propia del cargo, no habría razón para dudar de su presencia en la casa oficial de no ser por la excéntrica personalidad del viejo inquieto.
— En la academia militar. —Contesta el soldado con soltura—. Me ha indicado que en cuanto te vea, te diga que debes dirigirte ahí lo más pronto posible.
>> Entre nos y para que no te pille mal parado, sé que necesita de tu presencia desde la mañana. Ahora que lo pienso, ha estado verdaderamente intranquilo durante todo el día. —Complementa con familiaridad y una sonrisa amistosa.
El joven tuerce los ojos cuando escucha de la inquietud de su antiguo maestro; y aunque no desea encaminarse dadas las circunstancias con su aseo corporal, no omite el llamado y se encamina directo a la academia militar.
No tarda en arribar al sitio y en encontrar al propio Gobernador de la ciudad en medio de incontables burlas dirigidas a lo que parecen ser, nuevos e insípidos reclutas.
— Señor Athelbal, he regresado de mi expedición. —Comenta el joven con decencia.
El viejo sonríe y le enseña un asiento que está ubicado justo al lado de donde él está sentado. — Máximo, deja de tratarme con tanta cortesía cuando nos encontramos solos. Estoy cansado de decirte que no es necesario.
El chico devuelve una sonrisa, para inmediatamente contestar con voz pesada: — Tengo información que puede no ser de tu agrado, Gobernador. Pero antes de eso, permíteme mostrarte algo... —Acto seguido, saca de una pequeña bolsa que lleva sujeta a la cintura las orejas de los cinco trasgos y se las entrega.
El anciano asiente y las observa con cuidado. — Parece que tuviste una pelea entretenida ahí afuera. —Responde finalmente en tono burlón mientras hace una mueca de desagrado al sentir el olor que irradian.
— No podrías imaginar cuán agradable fue acabar con lo que parecía una nueva manada de trasgos. Un adulto, tres que en unos cuantos meses estarían llegando a la madurez; y lo mejor para el final... —hace una breve pausa antes de sacar de la bolsa los grandes y feos colmillos del trasgo guerrero.
— ¡Esto si es toda una sorpresa! —Exclama el viejo sin cambiar la mueca de burla.
Luego de sumar con los dedos, saca del bolsillo de la túnica gris que usa a diario un monedero que es abierto para pasarle de mala gana seis monedas de oro y cinco de plata. Máximo las recibe y le contesta: — Espero que esto sea tan solo un adelanto. Sabes muy bien que la muerte de un trasgo guerrero vale por sí solo más de cinco monedas de oro.
El viejo aprieta la mandíbula y lo fulmina con la mirada. Con una sonrisa austera y tan peligrosa como una espada sin filo responde: — Sabes muy bien cómo están las cosas por aquí. De momento tendrás que conformarte con esta paga. Para ser honesto, la ciudad no se encuentra muy bien en sus finanzas y tengo que apañármelas cobrando la mínima cantidad de contribuciones.
— Lo que digas, Gobernador... —Reconoce en tono neutro mientras observa a aquellas personas que sudan y entrenan sin un descanso aparente.
>> Parece que no voy a tener que darte la información que tengo. Por lo que veo, empiezas a tenerlo bien cubierto incluso sin saber las cosas.
— No importa. Me gustaría oírlo de tu voz, muchacho. He gastado demasiado tiempo en tu entrenamiento y quiero recibir frutos que no me cuesten un ojo de la cara. —Finaliza dedicándole una mirada con aspecto paternal. Al joven no le desagrada el gesto puesto que aquel viejo se ha hecho cargo de la mayor parte de su instrucción.
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Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)
FantasyAcompaña a Maximo y Michael en su oscuro e incierto recorrido; en dónde tendrán que sortear situaciones en las cuales nunca pensaron estar, combatiendo contra lo que parece ser un destino plagado de muerte y destrucción. ¿La verdad sobre sus orígene...