Máximo asume su guardia y cuenta contra cuántos peleará: once Orcos sin contar al que se retuerce en el piso. El ambiente es caluroso. Cada respiración que da siente como el aire caliente le quema por dentro. Indudablemente el fuego, aún vigente, produce pequeñas humaredas que dificultan la vista... - Espero que no sea un problema para Michael- susurra para sí mismo.
El Troll lo mira sorprendido y con desprecio. No entiende como aquel humano llegó hasta allí pero parece no prestarle mucha atención pues rápidamente enfunda su hacha y con una hosca y despiadada sonrisa le hace señas a los Orcos que lo rodean para que acaben con su adversario.
Máximo se ríe y los provoca, sabe que si quiere mantener la intervención al mínimo por parte del maltrecho Troll debe herir su ego. Las cosas rápidamente podrían tornarse complicadas si decide participar de la batalla junto a los Orcos.
Michael no dispara ninguna flecha, parece comprender un poco como se está desarrollando la situación por lo que se abstiene de disparar.
Un Orco con semblante orgulloso sale del grupo y camina justo hasta encontrarse a unos cuantos pasos de Máximo, suelta su arma sobre la llanura estéril y polvorienta, una pesada lanza se incrusta a un costado de su cuerpo. Subestima a su oponente y pretende humillarlo. Máximo enfunda su espada, y con su mano le hace un gesto provocativo. El Troll expectante se ríe y con un grito gutural obliga al Orco a moverse, este sale disparado en busca de acertar un puño de su poderoso cuerpo sobre el abdomen de Máximo. El joven con un giro sin mucho esfuerzo clava profundamente la parte afilada de su escudo en el rostro del Orco. Se escucha un crujido cuando Máximo retira su arma del cuerpo sin vida del Orco quien cae justo a su lado.
Máximo estalla en una carcajada fingida, con notable asco retira un poco de la sangre del Orco que quedó impregnada en el filo de su escudo. El Troll imita al joven y se ríe poderosamente. De inmediato otro Orco sale del grupo, aunque éste, partiendo de lo que acaba de presenciar, toma con fuerza la lanza que dejó su difunto compañero clavada en el piso.
El chico, por su parte no saca su espada, con una sonrisa irónica le indica que ataque. El Orco se aproxima con cautela, inicia su ataque manteniendo la distancia, utiliza adecuadamente su lanza y pretende perforar con ella directamente sobre el rostro de Máximo.
Con movimientos rítmicos el humano esquiva sin contraatacar, danza alrededor del Orco: se acerca y se aleja en repetidas ocasiones para mostrarle que puede atacarlo en cualquier momento.
El Orco empieza a perder la paciencia; se denota en la falta de pulcritud de sus embestidas. Desea desesperadamente golpear el cuerpo de su fastidioso rival para lucir apto frente al Troll. Es precisamente esto lo que lo condena a muerte: envía una estocada cargando todo su peso sobre la lanza, la cual termina siendo eludida fácilmente por Máximo; solo basta con agacharse para que la lanza pase por sobre su cabeza. Aprovechando el impulso del momento descarga un puñetazo nuevamente con la parte afilada de su escudo justo en medio del cuello descubierto de su adversario.
La cabeza de aquella bestia queda adherida al tronco por algunos huesos que no cedieron al impacto. El proceso de peleas individuales se repite en cuatro ocasiones adicionales; pero justo cuando el sexto Orco termina siendo asesinado sin mucha dificultad por parte del humano, quien continua causando que la sangre de sus enemigos caiga desperdigada por todos lados aún sin desenfundar su espada, el Troll expectante vuelve a reír.
En su rostro se refleja una ira que camufla levemente en su semblante sonriente. Pronuncia algo incomprensible para Máximo pero su efecto es inmediato; los cinco Orcos restantes salen en manada a enfrentar al no tan inofensivo humano.
Pequeñas gotas de sudor caen por la frente del joven. Se ha acostumbrado al aire caliente pero no al calor. Sus adversarios se paran enfrente en una formación semicircular; portan grandes mazas, lanzas y hachas. Máximo lleva su mano derecha sobre el pomo de la espada y la desenfunda, sabe que si quiere ganar no puede permitirse ser rodeado. Sus adversarios dan un paso coordinado mientras él, sin prisa, lleva su mano izquierda bajo la chaqueta. Toma dos dagas y las arroja sobre el cuerpo del Orco que tiene más a su izquierda. Éste cae sobre sus rodillas y se desploma. Sus adversarios inician el ataque dándole el tiempo justo para retroceder, uno de ellos arroja su hacha la cual se estrella con fuerza en el escudo de su brazo, obligándolo a dar unos cuantos pasos hacia atrás. Los otros tres dirigen ataques bien enfocados reduciendo la posibilidad de contraatacar.
Máximo los elude por poco, divide su concentración enfocándose de lleno en los ataques que no cesan de los Orcos y pierde de vista al Troll por unos cuantos segundos. El mundo se congela, en su mente ve una secuela de imágenes con notable nitidez: una enorme hacha que vuela produciendo un sonido perforante la cual termina incrustándose en su cuerpo para luego partirlo a la mitad es lo que ve.
Máximo se arroja con todas sus fuerzas sobre un costado, observa como en el sitio donde él se encontraba parado reluce un hacha de doble filo clavada al piso. El Troll quien hasta el momento no había participado había decidido sorprenderlo y pretendía acertarle furtivamente con su hacha.
De la nada, grandes y relucientes flechas emergen en la escena. Inmediatamente tres orcos caen sobre sus rodillas y llevan sus manos a los ojos y cabeza sin comprender que les sucedió. Sienten la mitad del Astil de hierro incrustado profundamente en su carne para terminar muriendo segundos después.
El Orco sobreviviente retrocede, busca protección de parte del Iluminado con una mirada suplicante. El colosal Troll con enojo agarra el cuerpo de su súbdito y lo arroja con toda su fuerza sobre el piso, causando un cadáver apelmazado y chorreante. Muerte instantánea.
El Troll camina lentamente hasta su hacha, la levanta del piso y observa con paciencia el afilado objeto. Con voz esforzada y sofocante pronuncia: -Dime, ¿A cuál amo obedeces, humano?
Máximo no comprende la pregunta. Se limita a concentrarse en su guardia; sabe qué es poco probable que otra visión salvadora se produzca por lo que el cuidado de su vida depende de las medidas que prepare y de lo enfocado que se encuentre.
El Troll quien ahora se enfoca en el cuerpo de Máximo con notable interés espera por unos instantes. Pareciera desear la respuesta de su pequeño rival pero rápidamente inicia su asalto al comprender que este, o no le entendía o no pretendía dársela. Se eleva en los aires de un solo salto y se dispone a aplastar a Máximo con el aterrizaje. Una flecha emerge de la nada y rebota luego de golpear el cráneo del Troll. El joven a toda prisa salta a un lado y con dificultad logra esquivar el impacto <<Un golpe y estaré acabado>> piensa mientras intenta tranquilizarse.
El Troll continúa sacudiendo sus pies con torpeza. Le cuesta pelear contra alguien tan pequeño como un humano. Esto de momento le brinda oportunidad de escapar a él joven pero no puede hacer mucho más. Sabe que si no se esfuerza e intenta atacar, en algún momento terminará pereciendo bajo el peso aplastante de su adversario.
Las flechas no dejan de caer por todas partes sobre el Troll. Algunas logran alojarse superficialmente sobre su cuerpo pero no le causan ningún inconveniente. La situación de empate se mantiene por unos instantes hasta que por fin una flecha logra incrustarse en un ojo de la criatura la cual grita de dolor. Máximo no pierde el tiempo y aprovecha el descuido momentáneo de su adversario para correr y descargar un golpe con su espada justo en la parte de atrás del tobillo. El corte entra y sale limpiamente produciendo que la sangre brote en buenas cantidades del Troll quien cae sobre su rodilla.
Las flechas siguen llegando y se dirigen exclusivamente al ojo restante de la criatura. Máximo corre y utiliza el cuerpo del Troll como trampolín para abalanzarse sobre el cuello y acertarle un corte en la yugular.
Éxito, el corte nuevamente es profundo y limpio. El Troll grita furioso mientras la vida se le escapa por la herida y una extraña aura emerge de unos tatuajes en forma de líneas que aparecen de la nada sobre su piel. Su pelo escaso se torna blanco, los cortes y las heridas se regeneran, el brazo que tuvo que cortarse por el fuego del tigre emerge asquerosamente del muñón y se queda en una maraña goteante sin piel pero con músculos relucientes, sus ojos se tornan de un color rojo e irradian locura. Un remolino de color negro recorre sin cesar el colosal cuerpo del Troll quien ahora parece más grande y fuerte.
Máximo se aparta y con un semblante pálido pronuncia: - Mierda, ahora sí, estamos jodidos.
ESTÁS LEYENDO
Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)
FantasíaAcompaña a Maximo y Michael en su oscuro e incierto recorrido; en dónde tendrán que sortear situaciones en las cuales nunca pensaron estar, combatiendo contra lo que parece ser un destino plagado de muerte y destrucción. ¿La verdad sobre sus orígene...