XLIX. Marcha

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Los días de Michael desde que inició el libro se resumen en entrenar y leer. No ha podido parar de devorar aquel extraño y detallado diario que le hizo cargar su padre. El libro en principio trata sobre la vida y obra de un tipo desconocido; un simple humano representante de una pequeña familia ubicada en algún terreno sin nombre pero inclemente, azotado constantemente por la naturaleza y por criaturas completamente extrañas capaces de entrar y salir de un inmenso mar congelado que lo cubría todo a atragantarse con humanos y con cualquier cosa terrestre que se les cruzara. Al parecer en aquél sitio donde vivía este sujeto junto a su familia también habitaban otras cuantas igual de diezmadas pero bastante aguerridas. Todas luchaban juntas tratando de resistir colectivamente cada uno de los embates que les tenía preparado el destino, intentando no mostrar ninguna clase de signo de ruptura o derrota.

Pero aunque sobrevivían e intentaban no romperse, las cosas continuaban empeorando constantemente. Todos los días tenían que lidiar con alguna muerte diferente y con las consecuencias que estás traían. A la larga, casi todas las pequeñas familias que existían fueran desapareciendo, dejando atrás a tan solo siete familias que sobrevivieron gracias a que contaban con algunos de los mejores peleadores de la aldea.

El tiempo pasó y luego de resistir todo lo que podían, de la nada y luego de incontables días sometidos a la gélida inclemencia del clima, el escaso sol empezó a brillar; calentando y derritiendo todo a su paso; alejando al invierno y consigo a todas las criaturas marinas que los acechaban y que al parecer estaban completamente acostumbras al mar congelado que los rodeaba, pues desde el deshielo, no volvieron a aparecer.

Algunos años después de ese evento y ya con las siete familias más fortalecidas, los conflictos entre ellas no se hicieron esperar, sobre todo en lo relativo a la monopolización de los terrenos de caza, producción y recolección. Y por eso antes de que empezara una guerra sin cuartel que causara la muerte de decenas de miembros de las florecientes familias; y en un giro sumamente sorpresivo de acontecimientos, el sujeto desconocido al que Michael le atribuye la autoría del libro y que por lo tanto vendría siendo Kalister, decide proclamarse jefe y patriarca de su familia, e insta a miembros de las otras a que hagan lo mismo, dando origen al primer "consejo de patriarcas"; una institución que se encargaría de velar por la convivencia pacífica y el desarrollo de toda la comunidad en conjunto.

Y sin avanzar mucho más, esa es la parte donde se encuentra Michael. Anonadándose a cada guion, cada frase, cada página; especialmente con cada narración de las decisiones tomadas con bastante sabiduría y raciocinio de aquel misterioso hombre del que ni siquiera está seguro si se trata de Kalister o no.

-Este chico últimamente ha estado muy silencioso; solo se la pasa leyendo y blandiendo su espada sin descanso. –Susurra Elena mientras toma asiento junto a su hermana en la galería del antejardín.

-Déjalo tranquilo, Elena. Ruan me ha contado que Lilith, la protegida del Emisario, vino hasta aquí hace unos días únicamente a romper con él. Permite que desahogue su frustración de la manera en que mejor le salga. –Responde Katrin enfocándose en el cuerpo sudoroso de Michael.

Elena sonríe y acto seguido decide interrumpir la concentración del joven quien sigue balanceado la espalda repetitivamente con un llamado:- ¡Hey campesino! –se limita a decir.

Michael se voltea y se sorprende al hallarse observándolas firmemente por un tiempo. Las repara, y aunque sin intención, no deja de asombrarse con su apariencia; ese día portan una ropa extrañamente informal y ceñida, compuesta por un pantalón de cuero a juego con una chaqueta negra como la noche; ideal para el clima frío de esa tarde en particular.

-No te quedes ahí pasmado y acércate, mal educado. –Lo reprende Elena con un tono más amistoso.

Michael se lleva las manos a la cabeza; y luego de colocarse la camisa se dirige ante ellas. –Lamentó no haberlas saludado... –Comenta el joven sonrojado.

-No te preocupes Michael. Estabas completamente concentrado y es entendible que no nos notarás.

-Te disculpas tan solo por el día de hoy, o por todos los demás dónde no has salido de tu madriguera.

El chico ríe y aún con la sonrisa contesta: -Supongo que por todos los demás. La lectura y el entrenamiento apenas me han dejado tiempo para algo que no sea comer.

-Lo hemos notado. -Responde Katrin con una pequeña sonrisa.

-Bueno, en este punto no importa. Solo pasábamos a informarte que el viaje a la academia se ha adelantado por cuestiones de tu ingreso y por lo tanto tendremos que partir mañana.

-Ya veo. Nuevamente discúlpenme por todas las molestias que les estoy causando. –Responde el chico avergonzado.

Las hermanas guardan silencio y asienten levemente. Un viaje anticipado en sus actuales circunstancias no resulta en ninguna clase de inconveniente. De hecho podría tratarse como una extraña bendición, especialmente para la mayor de ellas quien ya no tendrá que lidiar con su incisivo pretendiente; o al menos por un tiempo.

-No olvides asistir a la cena del día de hoy. Nuestro padre quiere despedirse por lo que para él es importante tu presencia.

-No te preocupes, allí estaré. Por cierto, ¿A qué hora partimos?

-Con los primeros rayos del sol, campesino. No te preocupes por tus cosas pues ya papá las ha mandado a cargar en la carroza. Solo concéntrate en llegar a tiempo; no querrás ver cómo se pone este lindo angelito cuando la hacen esperar. –Responde Elena mientras le da un pequeño beso en la mejilla a Katrin, quien no tarda en sonrojarse y apartarse un poco.

-En fin, nos vamos para que continúes entrenando. No pares de esforzarte, Michael. –Sentencia Katrin mientras desciende de la galería y se pone en marcha en dirección del castillo. Elena con un pequeño guiño se despide e imita a su hermana.

<<Es extraño; entre más la conozco más agradable me parece>> interioriza el chico mientras observa especialmente el cuerpo de Elena en su camino al castillo.

Al quedarse completamente solo, regresa la sensación de incertidumbre que lo acojonaba hace unos días pero que estaba bien camuflada con el tema de la ruptura. Siente como el sudor se va formando lentamente en sus manos y como el mundo parece venírsele encima. Con respiraciones profundas y metódicas logra retomar la calma; y acto seguido regresa a la arena a practicar un rato más.

Al cabo de su sesión, se dirige al cuarto de baño dónde decide tomar un chapuzón con agua fría. Espera pacientemente mientras la bañera se llena; y una vez hallado rebosante el recipiente, se sumerge por completo. La combinación del clima y el agua hacen que sus músculos tiemblen involuntariamente con una cadencia rítmica.

Se sumerge y aguanta la respiración; se concentra en su cuerpo y en la luz distorsionada producto de un cúmulo de velas encendidas previamente por el servicial Ruan. Cierra los ojos y se proyecta; desea fervorosamente que algo de la sabiduría del propietario del diario se transfiera a su mente, y le ayude a tomar las mejores decisiones especialmente en relación con la nueva etapa que se avecina y con Lilith. Cada vez que la piensa, le entran ganas de buscarla, de inmiscuirse en el internado dónde se encuentra y enfrentarla. Pero ya es tarde, pues sabe que mañana partirá y no habrá forma de mejorar la despedida...

Con eso en la cabeza y luego de que cada uno de sus dedos se arrugase, sale de la bañera y se viste tranquilamente. Sabe que aún está a tiempo para la cena pues nadie ha ido a buscarlo. Emprende el viaje lentamente en dirección del comedor y siente como el castillo se le hace frío y solitario. Luego de cruzar algunas salas y cuando se encontraba a punto de alcanzar el comedor, se encuentra con el Gobernador Richard.

El hombre lo saluda cortésmente y luego de una corta sonrisa le indica que lo acompañe, a lo que Michael obedece sin prisa. Al ingresar en el sitio junto al Gobernador observa a Elga, Elena y a Katrin quien sostiene entre brazos al pequeño Richard.

Michael camina y se sienta justo después de que Richard lo hiciera. La comida consistía en una variedad de platos estofados que desprendían un tenue olor a especias y a flores. Mientras el grupo toma un poco de los alimentos que se disponen a comer, un mayordomo desconocido sirve elegantemente en vasos de plata exquisitamente tallados una buena cantidad de vino tinto.

- Por ustedes chiquillos –menciona Richard levantando la copa mientras espera que todos lo imiten –que partirán a tierras lejanas a convertirse en grandes generales. A su salud y éxito.

El grupo imita y pasan un sorbo de aquel líquido que les recuerda las ciruelas, las uvas pasas y la menta.

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora