XI. Magia Nueva y Compromiso.

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— Formen, soldados. —Exige el joven luego de situarse al frente de la compañía. Los ciento ocho ex reclutas corren y se ubican en cada una de sus posiciones.

Luego de nueve largos meses de sometimiento a un régimen estricto de batallas y formaciones, empiezan a irradiar un aire afilado y peligroso; quizás no tanto como el que irradian sus colegas más veteranos, pero de la mejora se ha hecho evidente.

De aquellos inexpertos reclutas queda poco. Las personas más quisquillosas querrían que todos ellos se probaran en batalla antes de llamarles soldados, pero a Máximo tales consideraciones lo tienen sin cuidado.

— Creo que mi trabajo aquí está terminado, Gobernador.

El Gobernador Athelbal suspira, y con un movimiento sorpresivo sumerge a su pupilo en un cálido abrazo. — Gracias por el esfuerzo que invertiste durante todo este tiempo.

>> Como de costumbre, me hubiese gustado que tu empeño no me costara una pequeña fortuna, pero nadie quiere trabajar solo para ser visto. De cualquier forma, te aseguro que estos soldados contribuirán enormemente a la defensas de nuestra ciudad.

— No te preocupes Gobernador —responde el tras devolverle tímidamente el abrazo—. Me encargué de que puedan acoplarse perfectamente a la otra compañía. Ya sabes... por todo el tema de la escasez de mando calificado que pueda dirigir a dos pelotones diferentes a la vez. —Complementa con sorna y sin disimular la alegría que le causa burlarse de su antiguo mentor.

— En eso tienes razón, muchacho. En este infierno semicongelado todavía no contamos con alguien que pueda ayudarnos en esos menesteres.

La mirada de Athelbal se posó sobre la compañía que se encontraba formada y en silencio.

>> Claro que las cosas podrían cambiar en un futuro no tan lejano. Por lo que sé, pronto tendremos a un engendro talentoso, del que nadie desconfía de sus capacidades, y que seguramente estará más que dispuesto a ayudarnos.

La mirada del Gobernador adquirió una pizca de añoranza antes de enfrentarse a su discípulo.

>> Quien sabe, puede que el joven sea talentoso para el combate y no tenga lo que se requiere para dirigir soldados, o puede que reúna ambas características. La verdad, pocos lo sabrían.

>> Por fortuna, yo conozco que clase de mocoso presuntuoso eduque, por lo que me decantaría a que en el futuro, el chicho podrá dirigir a tantos hombres a la vez, que no sería descabellado asignarle uno de los dos frentes de batalla para que los gestione.

El Gobernador no esconde sus expectativas de cara al futuro. Espera y desea que Máximo arrase en las pruebas de oficiales que se celebrarán en aproximadamente tres meses. No para de pensar en que tan alto escalará el joven en su primera participación y lo intriga la posición en la que lo puedan nombrar.

— Como digas, viejo... —contesta escuetamente para desviar el tema de conversación a uno que no lo avergüence—, por cierto, no saldré de expedición en toda esta semana. Las bestias siguen sin aparecer por más que se les busque; y sí que le he puesto empeño a esa tarea.

— No te preocupes. Enviaré a mis exploradores a barrer un poco la zona. Ya sabes, búsquedas rutinarias. Sigo pensando en lo curioso que resulta el hecho que desde que tuviste aquel fatídico encuentro con ese grupo de Orcos y Trasgos, el número de avistamientos y de combates haya disminuido casi a cero.

El joven no pudo evitar amargarse ante el recuerdo de los hombres y mujeres que encontró en esa maldita caverna. — En lo personal, me parece muy extraño. Aun no entiendo por qué o para qué tenían armas en ese sitio

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora