XIII. Solicitud de Expedición.

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El día continuaba tan caluroso como en el almuerzo; aunque los ventarrones que llegaban de tanto en tanto a través de un gran ventanal ubicado de cara al ante jardín, les proporcionaban la frescura necesaria para que la conversación inoficiosa no mostrara signos de querer desaparecer.

Transcurrían las primeras horas posteriores a la puesta del sol, cuando de la nada, un soldado con instrucciones del Gobernador fue anunciado por parte de los criados de la familia Ridwal acabando con el ambiente festivo que reinaba en la pequeña reunión familiar.

La instrucción era bastante sencilla: necesitaban a Máximo en la casa oficial lo antes posible. El joven se vio tentado a no asistir y así permanecer en la comodidad de la casa de Vanessa. Consideraba que planear su casamiento era más importante que comparecer ante una orden tan vaga como aquella; pero, la repentina mención por parte del soldado de que su hermano también fue requerido despertó su interés.

Alarik sacudió la cabeza con un gesto negativo cuando noto la intención de Vanessa de acompañar a Máximo a la casa oficial. La chica, con el entrecejo marcado y con un pequeño pero discernible puchero, toma asiento de nuevo no sin antes darle un pequeño beso en la mejilla al que ahora es su prometido y el cual pretende, con éxito, disgustar a su padre.

El chico sonríe y luego de una corta despedida, sale de la casa acompañado por el soldado. Caminan juntos silenciosamente, tal como les ha enseñado el Gobernador a sus soldados de confianza hacerlo.

No sabe si sentirse irritado porque interrumpieron un momento tan especial; o intrigado con la llamada por parte del Gobernador Athelbal que también incluía a su hermano. <<Espero que no sea nada serio>> pensó.

Mientras caminan por las limpias pero viejas calles de la ciudad Maderera, vienen a su cabeza ideas para mejorar, en rasgos generales, todo lo que hay en aquel sitio. Las ideas acuden y frente a la posibilidad tangible de transformarse de plebeyo a oficial del Imperio, deja de rehuir de las ideas que antes descartaba.

Ayudar al Gobernador a mejorar la ciudad que lo vio crecer, configuraría el pago de todo lo brindado por su maestro a lo largo de tantos años.

Con eso en mente llegan al portón de madera de la casa oficial donde vive Athelbal. Nunca lo había detallado pero tiene un hermoso dibujo tallado de lo que parecen ser dos enormes águilas con las alas bien abiertas mientras en el centro ve lo que parecen ser cuatro etapas de un eclipse lunar. Lo reconoce fácilmente, es el símbolo del imperio que los rige, el imperio Wayland.

El soldado golpea y las enormes puertas se abren de inmediato; con un gesto de su brazo le indica a su acompañante que ingrese.

A unos cuantos metros el joven observa a Athelbal conversando con su hermano de forma despreocupada. Michael, al mirarlo desde su perspectiva, ha crecido mucho más de lo que lo ha hecho él.

Ahora, luce una figura mucho más musculosa y alargada, aunque sus rasgos faciales conserven un poco de la inmadurez de la niñez. Cumplió trece años hace tres meses; y ciertamente su desarrollo corporal es más que notable.

— Buenas noches, Máximo; lamento mandarte a llamar de forma tan intempestiva. —Menciona el Gobernador con rostro que denota cierto toque de vergüenza.

— No te preocupes, maestro. Aunque debo admitir que la orden me molestó un poco, sé que no lo harías si no fuera algo importante —responde mientras pasa el brazo por encima del hombro de Michael—, supongo que es momento de que empieces a trabajar de vez en cuando para el Gobernador y que ganes unas cuantas monedas de oro, ya sabes, para poder visitar cierta señorita en Goldencity.

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora