XLV. Preparativos

24 8 0
                                    

Es temprano en la mañana del día siguiente cuando un joven se ejercita. Ha decidido regresar al camino de encontrar su mejor estado de forma y grandes gotas de sudor lo demuestran.

El cuarto donde se hospeda es enorme, pero sencillo. Una cama bien hecha, una mesa de noche sin usar y un armario sin ropa junto a una agradable ventana son los elementos que la componen. Continúa sin descanso hasta que siente que sus músculos no responden, lo que lo lleva a tenderse bocarriba y a concentrarse en su respiración.

Transcurre un corto instante en ese estado hasta que de la nada dos golpes secos sobre la puerta lo interrumpen. -Joven Michael... -Requiere la voz. –Pase. –Se limita a contestar sin ponerse de pie.

Ruan abre la puerta con cautela. Emite una pequeña reverencia y desde el marco menciona a continuación: -Es momento de que empieces a arreglarte. Te indicaré dónde queda el baño para que puedas asearte. Allí también encontrarás ropa, un poco grande para mí gusto, que te ha mandado a traer el señor Richard. Te recomiendo que hagas esto lo antes posible ya que el Gobernador, al parecer, te espera en el comedor.

-Pues en marcha. –Responde el joven mientras se pone de pie.

Luego de tomar un baño y de colocarse el traje gris oscuro que le regaló el Gobernador, camina con cautela hacia el comedor. El traje a pesar de las creencias de Ruan le ha quedado bastante bien.

Estando sumergido en su aspecto, casi choca con un pequeño niño de pronunciados cachetes y de mirada traviesa, el cual camina como de costumbre, con la gracia de un infante.

El pequeño se detiene y lo observa luego de caer sobre sus rodillas. Michael se agacha y con ternura lo levanta sobre su cabeza. - ¿Qué hace un pequeño diablito como tú caminando solo en el castillo? –El niño ríe a carcajadas, mientras se lleva una mano a la boca. –Mejor vayamos al comedor, seguro que tu padre se pondrá feliz al verte...

Luego de eso, decide colocarlo detrás de su cabeza aprovechando la altura del techo y de los pasillos. El pequeño Richard no opone resistencias y se va cómodamente sentado, riéndose por montones y disfrutando de la nueva experiencia.

Al llegar, encuentra al Gobernador Richard, a Katrin, a Elena y a la señora Elga, sentados en el comedor. –Buenos días para todos. –Comenta Michael mientras delicadamente baja al niño de sus hombros. –Les he traído un regalo. 

El niño al colocar las pequeñas piernas en el piso, sale disparado en dirección a los brazos de su padre, el cual lo recibe afectivamente olvidándose de devolver el saludo de Michael. –Buenos días, Michael -contesta Elga. -¿Dónde encontraste al pequeño Richard?

-Lo encontré cuando me dirigía hacia aquí. El pequeño deambulaba solo por los pasillos por lo que he decidido traerlo conmigo.

-Bueno, es un alivio que lo hayas hecho. Nos evitaste muchos dolores de cabeza a la nodriza y a mí. Toma asiento. El desayuno pronto será servido.

Michael camina y se deposita enfrente de las dos jovencitas que lo miran atentamente. Les dedica una diminuta sonrisa que es devuelta con cortesía. –De antemano deseo agradecerles por acompañarme al mercado el día de hoy.

-Algo en contra de nuestra voluntad, pero nada se puede hacer al respecto. Considero que deberíamos empezar a llevarnos bien, pues por desgracia, de ahora en adelante pasaremos bastante tiempo juntos. –Contesta Elena notablemente molesta con la idea.

-Te equivocas Elena. Jamás te obligaré a llevarte bien conmigo, por lo que de momento, puedes descartar cualquier clase de interacción con este humilde campesino. -Sentencia Michael aún enfadado por lo que sucedió en la cena anterior –bien puedes continuar con tus asuntos; y olvidarte por completo de mi existencia, si así lo quieres.

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora