X. Fatídico Descubrimiento

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Al llegar a casa, el joven entra directamente en la forja y observa a Beltran, este está absorto en sus pensamientos mientras repara un escudo similar al que ya tiene.

— Hola, Beltran; parece que ya has terminado lo que te pedí.

El hombre barbado levanta la cabeza. — Si muchacho; anoche termine de confeccionar la armadura que me pediste. También he diseñado este nuevo escudo; obedece al mismo sistema de presionar un botón para que se despliegue —responde complacido—, ahora es más liviano y cuenta con un filo bastante agudo. Lo suficiente como para tasajear carne sin mucha dificultad.

>> Supongo que podrá serte útil cunado pelees contra numerosos contrincantes.

Máximo toma el escudo y lo coloca sobre su mano izquierda; lo mueve y se le ve fluido. — Gracias, Beltran. Es fantástico tu trabajo.

Beltran se rebulle por el cumplido y disimula una sonrisa apenada. Luego de eso, busca una caja que tiene debajo del mostrador. Una vez en sus manos, la saca y se la pasa a Máximo.

— Aquí está la armadura; te he confeccionado unas hombreras adicionales y un cubre torso. Será un poco incómodo de poner, pero cumplirá el objetivo.

>> Además, te he fabricado unas canilleras un poco acolchadas que podrías ponerte.

Máximo observa el trabajo con detenimiento causando que su padre adoptivo deje de hablar.

>> Antes de que empieces con las preguntas, te informo que la armadura tiene incorporada una lámina de metal entre las capas de cuero. Lo hice con el fin de que pueda absorber y dispersar la mayor cantidad de daño tras un posible impacto.

— Entiendo. —Comentó el joven con asombro.

— Está hecha mayormente de cuero curtido y de algodón, este te permitirá, si me lo preguntas, conservar eficientemente el calor.

— Muchas gracias, Beltran. Estaré en deuda contigo por siempre con todo lo que haces por mí.

— No me debes nada, muchacho. Es natural que yo haga esto por ti.

Máximo suspira y con un tono mesurado acepta la situación.

— Beltran —le dice finalmente antes de que el hombre finja sumergirse en el trabajo para evitarlo—, tengo que contarte algo...

— ¿Qué sucede, muchacho? —Interroga—, ¿no iras a ponerte sentimental, o si?

— Tranquilo, Bel. Nada me haría más feliz que fastidiarte un poco con mi sentimentalismo, pero, no se trata de eso. —Indica con sorna.

>> Solo quiero hablarte de un asunto...

— Deja de darle vueltas a las cosas y dime de una buena vez que pasa. –Sentencia luego de clavarle la mirada.

Máximo suspira <<supongo que no se me dan bien los rodeos>> pensó.

— He comenzado a salir con Vanessa —explica finalmente—. He pasado los últimos dos días hablando con sus padres de manera personal, y parece que tenemos un acuerdo.

— Es una buena noticia, muchacho. Una buena mujer te hará un mejor hombre. —Contesta acercándose hacia él y depositando sus pesadas manos en los hombros.

— Solo han exigido una cosa a cambio de reconocerme como su pretendiente —replica el joven huyendo de los ojos penetrantes de su padre adoptivo.

— Supongo que la condición es que te vuelvas militar; ¿o me equivoco? —puntualiza Beltran liberándolo de sus manos.

— No. No te equivocas, viejo. Tendré que tomar el curso de militar; y ascender a capitán o a coronel antes de que oficialicen nuestra relación.

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora