VIII. Trabajo y Fiesta (parte 3)

62 16 4
                                    

Cuando de peleas contra guerreros experimentados se trata, hay que tener en cuenta un par de cosas: la primera de ellas es la postura. Cuando un espadachín está entrenado con suficiencia y cuenta con bastante experiencia en combate, puede, a raíz de la postura del enemigo, inferir que clase de peleador es; es decir, si se especializa en el ataque, la defensa o en el contraataque, o si por el contrario y contra todo pronóstico, hace tránsito entre ellas sin la mayor dificultad.

La segunda cosa que los enfrentados pueden llegar a inferir de la postura es el tiempo que dedican a practicarla; esto es porque entre más sólida y natural se vea, más tiempo llevan buscando la perfección.

El tercer elemento que cualquier persona con un poco de formación reconocería al instante es la mano hábil: con dicha mano se sostiene, la mayoría de las veces, el elemento que se va a utilizar en la ofensiva.

Así, otro elemento que los combatientes tienen que tomar en cuenta para no resultar asesinado o herido es el flujo de la batalla. Dicho flujo consiste en técnicas mentales que permitan saber posicionarse en medio de la disputa. Quien controle el flujo controla el momento de atacar y de defender.

Esto, acompasado de la medición aproximada de la altura y del alcance del rival, mismos que se deben ir ajustando conforme pasan las primeras hostilidades, constituyen la clave del éxito o del fracaso. ¡La posible diferencia entre vivir o morir!

Por último, los peleadores deben prestar atención, aunque sea de manera inconsciente, del tipo de armas que tienen a disposición: un buen guerrero sabe que todas las estrategias cambian y se ajustan conforme varié el alcance, el peso o el acceso que tengan a las mismas.

Los desavenidos se encuentran a una distancia de diez o doce metros entre sí. Al estar de pie, uno enfrente del otro, la multitud se percata de que Joy es más bajo que Máximo casi por una cabeza entera.

El soldado ostenta manos cortas pero musculosas; su retador asume que esa es la razón por la cual eligió un escudo tan grande. Con la mano izquierda sostiene la espada y con la derecha se enfoca en sostener el escudo.

<<Parece un poco incómodo con la espada>>. Piensa Máximo mientras se percata que no sería extraño que el arma principal de Joy, sea una daga que tiene escondida tras el escudo.

No demora en sopesar que el masivo instrumento de defensa, por sí solo, corresponda a su arma principal; pero no descarta el hecho de que Joy puede llevar un arma oculta para no ser presa de la sorpresa.

<<Si existe la daga, será el último truco que use. Seguro querrá enbestirme para que su peso y el del escudo hagan todo el trabajo>>. Interioriza el joven dando unos pequeños pasos laterales.

Él sostiene una de las espadas al costado y la otra la deposita con picardía detrás de sí. Aunque casi maneja ambas manos a la perfección, le da muestras abiertas a su adversario de que su mano hábil es la izquierda.

Entretanto, Joy se mueve hacia el centro pero no ataca. Camina hasta posicionarse en el centro del cuadrilátero. Con esto limita el movimiento de su rival y consolida su defensa a la espera de una oportunidad.

Máximo suspira y le dedica una sonrisa, luego pone las dos espadas a los lados en busca de parecer un novicio. Con esto intenta forzarlo a que le enseñe cuál es su arma principal.

Si es una daga como viene pensando, sabe que Joy tendrá que soltar su espada para usarla de sorpresa; y si no consigue usarla por la prevención de Máximo, solo afectará negativamente su alcance condenándole al fracaso.

De igual forma, si la daga no existe y pretende utilizar su escudo como arma letal, Máximo no dudará en usarlo en su contra. Cuando Joy pretenda embestirlo, se hará a un lado en repetidas ocasiones hasta que baje la guardia y pueda llevarlo al piso con un pequeño golpe en sus pies.

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora