LVI. Petición.

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Padre e hijo permanecen en silencio observando las danzarinas ascuas del fuego controlado mientras perciben como la hostilidad que sienten por el joven desciende paulatinamente.

El joven por su parte descubre que su ofrecimiento en busca de algo de simpatía lo coloca en una precaria posición de cara a cualquier persona con algo de honor en su ser; mucho más si analiza que se encuentra disfrutando de la hospitalidad de un antiguo soldado. Pues ¿Qué otra apariencia aparte de la de un desertor tendría un joven en plena condición física y que porta consigo una espada algo descuidada y una armadura de cuero deslucido?

De cualquier forma opta por creer que la presencia de Magnus será suficiente para desviar la atención de este hecho y que pueda seguir disfrutando del sabor de la comida.

Todavía sintiéndose nervioso y con un silencio absorbente se limita a apretar el ceño y a prepararse para responder preguntas sobre su vida que para su suerte no le formulan. Se alivia un poco puesto que ¿Qué historia podría contar si padre e hijo decidieran empezar a interrogarlo? ¿Acaso estaría dispuesto a relatar todo su acontecer a unos completos desconocidos por muy necesitado de simpatía que se encuentre? ¿Explicaría con lujo de detalles el porqué está donde está o se limitaría a dar respuestas vagas y poco comprometedoras?

Relatar su historia y contar la verdad lo haría libre; y la mentira solo podría complicar las cosas. Pero incluso con ellas complicadas, solo tendría que marcharse con su animal sin causarles daño y sin dejar que le hagan lo mismo.

Klim en silencio y con la mirada desconcertada intenta comprender la naturaleza de aquel ofrecimiento mientras se lleva un poderoso sorbo de la bebida a la boca. Observa como su padre sin la menor de las preocupaciones empieza a silbar una canción de cuna que ambos jóvenes logran reconocer. Se trata de una canción de un viejo calderero y su martillo, el cual ha dedicado su vida a reparar estragos que la vida le ha causado a los niños y viceversa.

Pronto se percibe tarareando la tonada y presenciando como el visitante hace lo propio con la complicidad de aquellos que entonan sin quererlo.

Máximo continúa sin perder el ritmo y le da un pequeño trago a aquel espeso brebaje que para su sorpresa sabe mejor de lo que huele. -Al parecer las cosas en el Norte van de mal en peor. -Pronuncia al cabo de un tiempo con la firme intención de obtener algo de información.

-Algo sí que he escuchado yo, muchacho -contesta Sim sin quitar la vista del fuego ni por un segundo -parece que este Imperio de mierda está condenado a terminar se mire por donde se mire.

-Papá basta ya. Hablar de esa forma del Imperio y de la familia Imperial podría causar que te ejecuten. -Repone Klim notablemente molesto y con un leve rubor en las mejillas.

- ¡Que va! Dudo mucho que este buen hombre sea de los que se lleven especialmente bien con el Imperio, por lo que aquí estamos todos en confianza. Para ser completamente franco, considero que eso es lo que le hace falta a este sitio, más gente dispuesta a decir la verdad sin importar lo desagradable que pueda ser.

Máximo gira la cabeza y se encuentra con la mirada de Sim quien lo escrudiña con cuidado. Con esa pequeña mirada confirma que dentro del hombre habitan un trémulo de emociones negativas que se esfuerza en ocultar. -Ya decía mi padre que la verdad es más que un simple compendio de palabras. Él pensaba que solo había verdad en la medida en que nuestros actos correspondan a lo que creemos. Al fin y al cabo, cada uno tendrá su propia versión de las cosas y seguramente lo proclamará como cierto.

Pronto, nota como el ambiente y la expresión de Sim se endurece. Por lo que comenta: -Pero en esto tienes razón viejo, el Imperio se ha enfrascado en demostrar que su poderío militar es avasallante, pero hasta ahora no lo ha conseguido; y dudo mucho que lo consiga.

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora