XXVI. Mundo Dentro de la Montaña

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Continuaron por algunos días en dirección Oeste, pero seguían sin encontrar huellas de la existencia de monstruos en la zona. La monotonía rutinaria sería un martirio de no ser por el extraño comportamiento de Astro.

El pequeño amiguito subía y bajaba en repetidas ocasiones de los brazos de Michael quien empieza a enojarse. En un principio pensó que la pobre criatura tenía hambre por lo que le ofreció unas bayas pero el zorro ni las tocó. Con el pequeño hocico las empujó tan fuerte que cayeron de sus manos.

William lo ha estado observando desde hace un tiempo, nunca había sido tan inquieto y ansioso. Se aleja unos cuantos pasos y regresa a toda prisa, repitiendo el proceso muchas veces al día.

-Algo quiere el animal, Michael. ¡Míralo! Se encuentra desesperado. -Menciona Máximo sin haber hecho ningún esfuerzo en racionalizar que quiere.

-¡Seguro que tú debes ser uno de los mejores observadores del Imperio! Es obvio que Astro quiere algo, pero no logro descifrar que quiere. Su comportamiento es muy extraño y no sé qué le pasa. No está durmiendo ni comiendo, aunque dudo que esté enfermo pues sigue bastante enérgico.

-Lo que diré puede no tener sentido –menciona William mientras detiene su caballo -pero, a mí me parece que quiere que lo sigamos. Lo he estado pensando unas cuantas horas y realmente se comporta de una manera bastante similar a cuando está cazando y encuentra a su presa. Aunque un poco exagerada claro está. –Concluye el soldado observando el paisaje circundante pero sin encontrar nada que al zorro le pueda llamar la atención. Empieza inmediatamente a recriminarse mentalmente por tener una idea tan absurda.

Michael detiene su caballo y se lleva la mano a la mandíbula, parece meditarlo. Desciende del caballo y se acerca al zorro, lo observa fijamente, sus ojos, azules y amarillos se enfrentan por unos segundos y el ambiente se llena de alguna clase de comprensión.

-Máx, vamos tras él. -Menciona Michael a secas y sube en su caballo mientras el zorro sale disparado por un angosto sendero.

El grupo parte tras el zorro y avanzan rápidamente por no mucho tiempo. El freno precipitado de Astro los obliga a imitarlo para no lastimarlo. Frente a ellos, contra todo pronóstico se encuentra una pequeña gruta, lo suficientemente alta para albergar a una persona como Máximo de pie, pero algo estrecha limitando bastante la movilidad. El zorro observa a Michael y lo incita a moverse al interior de la gruta.

-Los caballos no podrán pasar por ahí, Máximo. - menciona William. Máximo desciende y pasa las riendas de su caballo a William. Con voz hosca le menciona: -Tú te quedarás aquí, confiable William. Cuidarás de los caballos hasta que volvamos. Tu seguridad es prioridad, por lo que no dudes en retroceder ante cualquier amenaza.

-Jefe, y ¿Cómo sabré si algo les ha pasado ahí dentro y necesitan mi ayuda? – Cuestiona William quien realmente parece preocupado.

-No te preocupes por nosotros. Estaremos juntos y somos muy buenos en lo que hacemos. Creo que deberías pensar en ti, imagínalo, estarás aquí solo, a merced de cualquier cosa que te ataque; y por si fuera poco, debemos sumarle el hecho de tu escasa habilidad para las batallas y para el manejo de armas. -Interrumpe Michael riéndose un poco.

-Venga, cuando necesites mi ayuda para que te salve el culo de niño mimado que tienes de cualquier bicho raro que te ataque, me limitaré a observar la escena y a reírme. -contesta William fingiendo enojo.

-Paren de una vez. -Menciona Máximo -esperarás por nosotros por unos cuantos días. Si no regresamos, dirígete al Trasgo e interrógalo. Lleva la información en secreto al Gobernador Athelbal y cuéntale sobre mis sospechas acerca del Gobernador Amón. Athelbal es un sujeto de confianza por lo que estarás seguro acercándote a él.

-Seguiré tus órdenes, jefe. Espero que ambos regresen y podamos continuar con nuestra misión. ¡No se atrevan a morir!

Sin más preámbulos, Máximo y Michael siguen a Astro; desenfundan las dagas que llevan en sus chalecos y se adentran en la gruta.

Caminan cuesta abajo por unos cuantos metros sin luz. Cuando Michael se disponía a encender una pequeña antorcha que introdujo en su carcaj, es sorprendido por un pequeño haz de luz rojiza que se desprende de las profundidades. El sendero continúa bajando en un espiral en forma de caracol hasta que se sitúan encima de una llanura rodeada por precipicios donde el color rojo y el calor asfixiante se multiplican.

Michael se acerca lentamente al final del terraplén y pretende observar hacia el precipicio. -Detente Michael. Seguramente estamos sobre lava por lo que el calor que irradia podría lesionarte si expones directamente tu piel. Por el momento enfoquémonos en tu amiguito. – Le dice Máximo al sorprendido Michael mientras señala con el dedo al pequeño cuerpo de Astro que corre a toda prisa sobre el suelo caliente.

Corren nuevamente tras él hasta un pequeño túnel en el cual el enorme Máximo debe encorvarse para seguir. En el fondo, blanca luz contrarresta todo lo demás y absorbe toda la imagen.

Avanzan por cientos de metros hasta que el zorro es tragado por el haz de luz, seguidamente por Michael; Máximo quien avanza más lentamente por ir encorvado e incómodo nota que el túnel asciende paulatinamente. Se arrastra por unos cuantos metros más hasta alcanzar el halo de luz y lo atraviesa.

Ante sus ojos, observa un hermoso paisaje incorrupto, lleno de frutas y flores nunca antes vistas. Árboles de colores se encuentran por todas partes brindando cierto tono pintoresco a la escena. Multitud de pequeños y grandes animales conviven entre sí y pastan alrededor de la planicie. Gigantes acorazados, pequeños mamíferos que corretean con vivacidad y algunos pájaros de extraños colores completan el paisaje.

-¿Máximo, dónde estamos? Pregunta Michael mientras levanta al zorro del suelo. -Así que aquí querías venir, amiguito.

El zorro se lame las patas y le enseña el abdomen. Mientras tanto, Máximo se sube sobre una enorme roca que se encuentra justo al lado de la entrada y observa todo a su alrededor. Tras ellos tienen un muro inexpugnable y empinado fabricado naturalmente por la cordillera. Ni el mejor escalador podría ascender por esa escarpada sin poner en riesgo su vida. La muralla natural continúa produciendo un semicírculo cuyos lados desaparecen en el horizonte.

-Creo que estamos dentro de la cordillera, Michael. El túnel nos introdujo a esta zona.

El joven imita a Máximo y analiza todo a su alrededor. -Si ese fuera el caso, parece ser que ningún humano ha estado aquí antes que nosotros; también dudo mucho que los monstruos lo hayan hecho. Observa el estado de las cosas aquí: estás criaturas viven en completa armonía.

-Por el momento es imposible determinarlo. Mira la extensión de este terreno... Podríamos estar frente a miles de kilómetros de hábitat. Eso sin contar que tal vez por donde vinimos, no sea la única entrada desde afuera de la cordillera a este sitio.

-En eso tienes razón Máx. –Responde Michael soltando a Astro, quien contra todo pronóstico clava su nariz al suelo y sale corriendo nuevamente. Michael y Máximo se miran entre sí, no comprenden porqué Astro sigue corriendo pero no les queda más opción que seguirle.

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora