LXXIV. La Hermandad (parte 3)

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— Tranquilo, muchacho. —añadió el hombre deteniendo su marcha.

De su semblante poco se podía inferir. Cuerpo regular, rostro promedio, postura tranquila, vestimenta raída. No resalta especialmente por nada.

>> Parece que tuvieron una noche... complicada, ¿no? —explica levantando las palmas enseñándoselas al grupo en señal de buena voluntad.

Máximo traga saliva. No quiere contestar hasta que el hombre exponga su mano. Y razón tiene de hacerlo, exceptuando la presencia del olor a moho, no sabe con qué o con quien está lidiando.

Que Klim solloce no le facilita las cosas; y que Se sostenga la daga, como un niño sostendría una ramita de madera, tampoco lo hace. De momento solo se fía de Blu. Ella no para de gruñir y de moverse trazando un semicírculo alrededor de sus compañeros.

— No lo ataques de no ser necesario —le transmite a la criatura—, aguantemos un poco antes de tomar medidas.

Blu enseña los dientes en señal de entendimiento.

— Que ejemplar más exótico... —reanuda el hombre sin una pizca de temor—. ¿Tiene un nombre?

El grupo de Máximo vuelve a callar.

De la espesura, sale un hombre caminando con mucha más pesadez que el primero. Con mirada afilada, recorre la escena y no evita bufar luego de observar a Blu y al hombretón que se para junto a ella. — Por Arkum... Hoy todo el mundo tiene una. —suelta reanudando la marcha.

Blu gruñe con más fuerza con cada pequeño paso que da el hombre. Máximo busca dentro de sus recuerdos y adopta una postura que le permita atacar de manera furtiva sin descuidar la defensa.

— Aparta esa maldita espada de mi camino y déjame acercar al fuego. —espeta sin disminuir la velocidad.

>> Estos niños de hoy en día —murmulla—, no saben una mierda de modales y se la pasan por ahí... —continua hablando para sí mismo—, amenazando a cualquiera que se encuentren...

— No los regañes, Geral —introduce una mujer voluptuosa y tullida que sale desde donde venía el segundo de los hombres—, mira lo incomodos que están...

El hombre no detiene su marcha y no parece asustado cuando pasa por el lado de Blu y de Máximo. — Sí, sí, lo que sea. —le dice devuelta—. Solo quiero quitarme estas asquerosas botas y acercar mis pies al fuego.

Máximo observa anonadado la absoluta indiferencia que le demuestra Geral; y sin pensarlo da un paso al costado para no bajar la guardia.

— ¿Qué hacemos, Máximo? —cuestiona Mahar Se teniendo la gentileza de modular su tono para que solo lo escuche el destinatario—, no parecen querer hacernos daño, pero con el patrón de las personas...

— No hables más... —decreta el joven en un susurro.

>> ¡Será mejor que nos digan quien mierda son todos ustedes! —reanuda subiendo el tono de voz en busca de que le presten atención.

— No hay necesidad de decir malas palabras. —escucha que le responden devuelta.

— ¿De qué mierdas estás hablando, hermano? ¿Acaso no ves la situación en la que se encuentran? Yo estaría peor de alterado.

— Tú no estarías peor, tú estarías muerto.

— Claro. Cómo no. ¡Ya te lo he dicho, no hay quien pueda asesinarme en estas asquerosas tierras!

— Geral podría hacerlo. La loca y su mascota podrían hacerlo, hasta Ma'an Flor en su estado podría.

— Nadie más podría hacerlo aparte de ellos tres.

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora