LV. Bayas y Raíces. (parte 2)

27 10 1
                                    

El tiempo pasa y la pesadez incrementa en la mente del joven. Siente que ha perdido la oportunidad de presentarse junto a su tigre sin parecer un bandido o desertor frente a la pequeña familia del campesino.

Por el momento, lo único que ha podido hacer es observarlos sin que ellos se enteren, lo cual encontró bastante extraño si partimos de la base de que nunca pretendió hacerlo. Se podría decir que aquella extraña y apartada familia logró despertar todo su interés dormido, quizás por el deseo inconsciente de tener alguna clase de contacto humano, o quizás por el deseo de relacionarse con el rubio que tanto le recuerda a su hermano; y así tal vez calmar el mal llamado de atención que le hace su corazón cuando piensa en su abandono.

Se encontró vigilándoles con todo su esmero para así obtener algunas respuestas. Especialmente aquellas que le brinden una pizca de entendimiento sobre quiénes y cuántos son.

Después de un par de días de hacerlo sin mucho éxito, por fin descubrió que el hombre fornido responde al nombre de Sim y que es el responsable de labrar y mantener una pequeña vivienda donde vive junto a una señora, cuyos mejores días ya han pasado y solo le han dejado arrugas y malas posturas, y los que parecen ser su descendencia, uno rubio y risueño llamado Klim, y otra castaña y con pecas demasiado pequeña como para salir de la supervisión de la anciana.

Sim trabajaba de sol a sol en una pequeña parcela mientras que su hijo Klim se dedicaba a ayudarle de tanto en tanto, luego de terminar de limpiar una pequeña y muy humilde caballeriza donde habitaban un caballo robusto y un par cabras.

Sim fruncía el ceño y sonreía con facilidad mientras trabajaba, de vez en cuando clavaba la mirada en el arbusto donde Máximo se encontraba, pero no parecía sospechar que alguien lo observaba o al menos eso creyó él por un tiempo, pues sorprendentemente las miradas empezaron a ser más frecuentes e incisivas, pero sin demostrar ningún signo de agresividad o temor.

De aquellas miradas fulminantes y del comportamiento de Sim, Máximo pudo inferir que aquel sujeto albergaba una tristeza y un dolor que se esforzaba por disimular. Una tristeza honda y con raíces, lo suficientemente poderosa para notarse en cada pequeño movimiento que ejecuta con cansancio.

A lo mejor a eso se deba la sonrisa sencilla y contagiosa que siempre intenta mantener su hijo mayor cuando está cerca de él, o a lo mejor Máximo está equivocado y ha interpretado mal las señales y solo este frente a un tipo cansado del trabajo.

Cuando hubo llegada la noche del día en el que el joven saco su conclusión; y luego de escuchar el silbido poderoso, penetrante y ya característico de la anciana anunciando la hora de comer, Sim se acercó a unos cuantos metros de la vegetación desde donde Máximo lo observaba, y pronunció: - Gracias por no atacarnos durante todos estos días. No sé quién seas pero no debes ser un mal tipo después de todo -y esbozó una sonrisa -, espero que no te moleste esperar un poco y que no optes por huir, mientras te traigo algo de comida.

Máximo guarda silencio y permanece inmóvil. Se gira lentamente sobre sus pasos y con suma cautela se sienta al lado de Magnus. - ¿Qué debería hacer? ¿Me quedo aquí esperando a la comida y a la oportunidad de presentarme ante esta gente o continúo mi camino?

El tigre le dedica una mirada de soslayo, y luego de un corto bostezo clava la cabeza entre sus patas. Máximo ha decidido interpretar aquel ambiguo gesto como bien le pareció. Decide quedarse con la total subjetividad de la influencia de una comida decente tras semanas de comer cualquier cosa que se encuentre.

La noche estaba bien entrada cuando de repente escuchó los pasos de Sim. Sin más preámbulo se coloca la capucha sobre la cabeza, con la esperanza de ocultarse un poco del torrente de rayos de luz provenientes del cielo y que se materializan en una hermosa luna llena.

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora