VI. Trabajo y Fiesta (parte 1)

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Sin obviar la costumbre que ha mantenido durante casi toda su vida, el joven se despierta con los primeros albores. La fatiga muscular y la presencia inconmensurable de una mañana helada, le obligan, de buen agrado, a omitir la sesión diaria de entrenamiento.

Haber ordenado su mente la noche anterior al respecto de que temas les enseñará a los reclutas, aparte de la forma adecuada de empuñar un arma, le ahorra una increíble cantidad de tiempo; y sin dudarlo, decide dedicar dicho espacio a tomar un baño largo y relajante.

<<Dudo que algún recluta pueda entrenar físicamente hoy>> piensa mientras se sumerge en la tina y el calor del agua adormece su agotado cuerpo.

Cuando se hubo cansado del calor; y sintiéndose sustancialmente mejor, decide salir para detenerse enfrente de la figura que se refleja en un espejo. — Acerté sobre los cortes y moretones... —Susurra luego de palparse las heridas ubicadas en las costillas y los brazos.

— No puedo seguir ignorando al sol con este tono. —Continúa después de enfocarse en su rostro. Es simétrico y bien parecido sí se ignora el hecho de que la melena negra le llega un poco más allá de los hombros, haciéndolo sentir incómodo. Pómulos altos, quijada definida con barba corta y arreglada de color un tanto castaño, ojos grandes y marrones claros que relucen bajo unas gruesas y marcadas cejas negras, y una nariz recta, y proporcional, sobre unos labios carnosos, pero no excesivos, completan la escena—. Atractivo como para variar. —Se repite con una sonrisa y unas palmadas en las mejillas.

Antes de salir del baño, regresa su mirada sobre el cuerpo: no es especialmente delgado, aunque tampoco cuenta con sobre peso. Más músculo que otra cosa. Esto se remarca especialmente en los brazos y en la espalda, puesto que se ven mucho más desarrollados sí se les compara con las demás partes de su cuerpo. Supone que tiene que ver con el hecho de sacudir una espada y un escudo constantemente.

Así, unos lo encontrarán atractivo y otros no, siendo lo único indiscutible de que se trata de un hombre grande. Grande por donde se le mire. Siempre lo ha sido. De pequeño le acomplejaba un poco; pero con el tiempo comprendió que no estaba mal ser un poco más grande que la mayoría de sus amigos.

Una vez hubo dejado de contemplarse, sale y se coloca la ropa más cómoda que encontró en el armario. Carga la espada en la cintura y el dispositivo del escudo en la mano izquierda. Toma la bolsa que suele llevar a las expediciones y la ata sobre su espalda. Hoy trabajará un poco con los reclutas; y luego saldrá a cazar alguna bestia que se acerque demás a la ciudad.

Al cruzar hacia el comedor, encuentra a Michael hablando con Beltran; saluda al hombre con un ligero golpe en la espalda y a Michael le dice:

— Hola, Michael. Sé que es intempestivo, pero ¿Qué te parece venir conmigo el día de hoy al entrenamiento de los nuevos reclutas? —Le interroga—. Ayer olvidé por completo preguntártelo, por lo que entendería sí ya tienes otros planes...

>> Es una buena forma de adquirir experiencia, pero también podrás acompañarme mañana.... No te lo pienses mucho.

Michael asiente con énfasis y le dedica una mirada de súplica a su padre. — Sí papá no tiene inconveniente, me encantaría ir contigo.

Beltran suspira, se lleva las manos a la nuca y contesta:

— Aunque tengo mucho trabajo, puedo apañármelas solo. Sé que se te da mucho mejor el combate que la forja, además de que lo disfrutas mucho más... Así que márchate...

Michael no deja que Beltran termine su pequeño discurso antes de echar a correr escaleras arriba por su equipo. — Gracias papá. —Grita en tono alegre mientras se escucha como revuelca cosas en su habitación.

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora