XLIII. Cena y Propuesta

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-Y ¿Tendremos el honor de gozar con tu presencia en la cena o declinarás mi oferta cómo para variar, Preston?

-Como habrás podido notar, tengo algunos temas con los que debo lidiar inmediatamente por lo que no podré acompañarlos a la cena el día de hoy. Debo informar a la corona de la amenaza que enfrentaremos próximamente para que puedan tomar las decisiones pertinentes a tiempo. -Sentencia el Emisario quien permanece aún de pie para acto seguido llevarse un pequeño y último sorbo del vino que han estado tomado durante toda la reunión. 

>>Así que, si no es más y sin la intención de ofenderte me retiro. Michael, puedes ir a dormir a mí casa o a la de Leandro. Es tu decisión muchacho.

El joven se limita a asentir y a observar detenidamente cómo el Emisario atraviesa la puerta sin mirar atrás. En su semblante no demuestra ni un ápice de preocupación, señas de que si bien es cierto no subestima a su adversario, considera que la seguridad de la ciudad es un tema que debe darse por sentado.

-Para serte franco, me han sorprendido gratamente todas tus hazañas Michael. De momento, por favor, regresa al asiento. Conversemos mientras sirven la cena. ¿Algo de vino o deseas alguna bebida en particular? –Comenta el Gobernador mientras llena nuevamente su vaso y espera pacientemente por la respuesta.

-Algo de vino estaría bien, mi señor.

El Gobernador le sirve y le ofrece el lujoso vaso el cual es agarrado con delicadeza por el muchacho. –Muchas gracias por su atención, Gobernador.

-Ni lo menciones muchacho; si hice que te quedaras a cenar, atenderte es lo mínimo que puedo hacer. Al fin y al cabo la invitación está ligada a que resolvamos algunos asuntos más que tengo en mente. Pero antes de incomodarte con requerimientos e hipótesis, quisiera hacerte un par de preguntas. Claro si no es mucha molestia.

-Siéntase libre de hacerlas. Responderé a todas ellas, claro si tengo la respuesta.

El Gobernador sonríe y pregunta: -¿Realmente cuántos años tienes?

-Tengo trece años Gobernador. –Responde el joven seriamente.

 -¿Trece años? ¿Entonces desde qué edad iniciaste tu entrenamiento? No me mal entiendas pero tú físico y lo que has relatado anteriormente pocas veces coinciden en un joven tan corto de edad y tan alejado de la capital.

-No se preocupe por las dudas, Gobernador. Para serle honesto, entreno desde que tengo uso de razón; realmente siempre me interesé en la guerra, los combates y la estrategia, quizás por perseguir a mi hermano, o por el simple hecho de que se me da bastante bien. También debo mencionar que mi desarrollo está ligado en cierto sentido a él Gobernador Athelbal, pues éste me ayudó, bastante diría yo, en el proceso: de él aprendí estrategia y del cómo perfeccionar mi estilo de combate, además del asunto de que me instruyó en el tiro con arco hasta donde sus capacidades le permitieron. Ahora, frente al físico es algo difícil de explicar ya que mis padres no eran particularmente corpulentos ni mucho menos altos en estatura.

-Así que fuiste bendecido por la naturaleza... Ahora déjame hacerte otra pregunta: ¿Qué piensas hacer de ahora en adelante? ¿Te vas a enfocar en perfeccionar tus habilidades para buscar un rango dentro del ejército, o cambiarás tu rumbo para así dedicarte a la herrería como lo hacía tú padre?

Michael sin cambiar de expresión comenta: -la herrería no estaría mal, pero definitivamente continuaré mi formación como guerrero. Me haré con un nombre y con poder, pues solo así podré velar por todo lo que quiero. No permitiré que nadie ni nada, vuelva a lastimar a los que amo. 

La respuestas dada por Michael resuena en la sala como un suspiro. A todas luces fue un juramento emanado desde el fondo de su corazón. La escena produce una pequeña y apenas visible sonrisa en el rostro regordete del Gobernador Richard, quien sin amortiguar la escena cuestiona: -¿Entonces estarías dispuesto a tomar una oportunidad, algo difícil de realizar, pero que te garantizaría todo lo que pides?

Michael lo observa extrañado y contesta con otra pregunta: - ¿De qué oportunidad estaríamos hablando, Gobernador?

Richard entrecierra los ojos y contesta acompañado con un gesto de su mano: -No te pongas ansioso chico, es de mala educación responder una pregunta con otra pregunta. Solo debes limitarte a responder si estás dispuesto o no.

-Para ser honesto, estaría dispuesto a tomar cualquier oportunidad que me permita conseguir poder y reconocimiento militar. Claro, siempre que no implique cometer injusticias en el camino para conseguirlo.

La sonrisa en el rostro del Gobernador se hace más clara y con aire tranquilo responde: -Muchacho, tal vez no lo sepas pero el camino al éxito está repleto de injusticias. Me sorprende, pues tú más que nadie deberías saberlo: en ti ya reposan suficientes injusticias como para haberlo perdido todo tan solo empezando a vivir, pero...- la pequeña sonrisa que acompañaba el discurso desaparece y da tránsito a un aspecto severo y rígido; la mirada complaciente se esfuma bajo un par de cejas tensas y fruncidas, que remarcan una mirada penetrante que se enfoca directamente en el rostro del joven, haciendo que un escalofrío recorra la totalidad de su columna... –Parece ser que estoy trasmitiendo la idea equivocada, o que simplemente acabas de insultarme. En ningún momento hablé de que la oportunidad a la que me refería requería que tú ejecutaras ninguna clase de práctica inmoral.

Michael rápidamente sacude la cabeza en señal de negación. Ahora que lo piensa, fue bastante imprudente a la hora de responderle a un sujeto como el Gobernador de una ciudad, el cual no es precisamente su difunto y tranquilo maestro Athelbal.

-Discúlpeme Gobernador, nunca fue mi intención faltarle al respeto. Me he dejado llevar por elucubraciones propias y he terminado diciendo cosas que no debía. Debo aclarar que en ningún momento consideré que su oferta implicaría actuaciones injustas por lo que reitero que solo fue una inadecuada manifestación de mi credo.

El Gobernador regresa a su sonrisa y a su mirada complaciente. Michael al observar lo rápido que cambia de expresión y lo afilado que resultó ser aquel hombre mayor se da cuenta de que aquélla afabilidad emanada podría ser solo un cebo para que las personas que lo rodean bajen la guardia y cometan imprudencias. -¡Jajajaja lo supuse muchacho! –menciona mientras se lleva un trago de vino y le guiña un ojo.

Michael lo imita y se ríe falsamente. Justo en el momento en el que se disponía a introducir un nuevo tema de conversación es interrumpido por un mayordomo vestido de negro muy elegantemente, quien luego de agachar la cabeza menciona: -Mi señor, la cena ya puede ser servida.

El Gobernador se levanta y se lleva las manos a la prominente panza que se asoma tras una túnica roja, para luego contestar: -Fantástico, empezaba a morir de hambre. Ve y diles a todas que la asistencia a la cena del día de hoy es obligatoria, por lo que deberán comparecer al comedor inmediatamente.

-Como ordene mi señor. –Sentencia el mayordomo antes de retirarse silenciosamente de la sala.

-Así que acompáñame Michael, te presentaré a mi familia y continuaremos nuestra conversación durante la cena.

Michael asiente y camina lentamente junto al Gobernador. Los pasillos son lo suficientemente grandes como para que puedan caminar los dos sin mucha dificultad. Observa la presencia de algunos soldados con armadura y casco de metal, equipados con enormes alabardas de al menos dos metros de altura y con espadas relucientes en la cintura; los cuáles luego de ver al Gobernador inclinan un poco la cabeza y se paran firmes.

-Supongo que te parece impresionante que estos pasillos estén custodiados –comenta el Gobernador luego de ver el rostro del joven – Pero déjame decirte algo, todo lo que has visto en esta ciudad no es nada comparado con la majestuosidad de algunas de las ciudades principales.

Michael asiente y piensa en aquellas ciudades capitales que encarnan todo el desarrollo del Imperio. A su mente vienen ciudades como: Arzie, ciudad del comercio y las subastas. Reconocida por ser el único sitio del Imperio donde no hay mercancía imposible de conseguir, Nitius, la ciudad religiosa, única en el mundo por sus grandes palacios y esculturas gigantescas consagradas al Dios de la Luz; o Sorumgril, la ciudad ubicada donde supuestamente habitaron los Rocs salvajes hace cientos de años antes de ser domesticados por la familia Imperial; consagrada a la ciencia y la academia hoy en día.

-Espero en algún momento poder visitarlas y apreciar su grandeza con mis propios ojos.

-Quien sabe, tal vez puedas visitar alguna más pronto de lo que piensas. 

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora