No tardaron mucho en divisar a lo lejos unas enormes ruinas de lo que en su momento fue una cúpula de al menos cincuenta metros.
El camino continúa por una pendiente completamente iluminada por la parda luz verde proveniente de las estalagmitas, creando una barrera extraña para la niebla.
La sensación de oscuridad se fortalece con cada metro que recorren en dirección de una enorme puerta de madera, sobre la cual reposa una escultura de una exquisita y muy hermosa mujer. La figura de la mujer resalta de manera paradójica en medio de las tinieblas: sus largos cabellos se estiran y se escurren en ríos, abundantes y variados; sus brazos extendidos, tonificados y elegantes, se alargan y se transforman en delicadas nubes alrededor de su perfecto e iluminado rostro, semejante al sol de mediodía.
Sobre su curvilínea cintura reposan una enorme espada y un hacha, tan vívidas y afiladas que parecen presentes. Sobre el cuerpo lleva un largo vestido rojizo, que se alarga y se convierte en el sustento de toda la imagen. Completa la escena, tres enormes pares de alas, emplumadas y magnificas, que surgen de su delicada espalda. Las alas son tan largas que casi escapan de la impenetrable puerta que se mantiene en pie; y que no parece afectada por el paso del tiempo ni de las circunstancias que la rodean.
El líder desciende del caballo empapado de gruesas gotas de sudor. No ha podido tranquilizarse. Empuja la puerta con todas sus fuerzas y está se abre lentamente dejando entrever una oscuridad profunda.
William traga saliva Michael frunce el ceño antes de marchar tras Máximo. Avanzan desenfundando sus armas y sujetándolas con fuerza. Se preparan para actuar en cualquier momento.
El eco de sus latidos resuena por toda la instancia y se traduce en un golpeteo rítmico que no ayuda a disminuir la ansiedad y el temor que sienten. O al menos eso cree cada uno.
El pasillo por donde se desplazan, de cemento lizo en el suelo, está acompañado de grupo variopinto de estatuas cercenadas, destruidas o completas; pero todas contaminadas por el aura y por una pálida luz que se intensifica y reluce al final.
— Se me va a salir el corazón del pecho... —reconoce William apretando su espada.
— Yo estoy igual —contesta Michael apretando al zorro contra su pecho. La criatura, inquieta, se despertó desde que empujaron la puerta.
Tiembla y se mueve por su chaqueta, demostrando un temor que lo desborda.
Máximo intenta mostrarse seguro de lo que hace, por lo que decide no hablar. De abrir la boca, pondrá en evidencia que él está igual o peor de asustado que sus compañeros: solo él estuvo alejado por un momento de la luz, cuando William fue en busca de Michael con la antorcha.
Con el miedo de traje, ingresan por el pálido anillo y permanecen cegados por unas cuantas respiraciones que parecen eternas. El cambio es brusco y cubrirse con la mano no aminora el escozor.
Cuando finalmente sus ojos consiguen enfocarse y acostumbrarse a la luz; todos quedan petrificados con la escena que se desenvuelve ante ellos: Cientos de cadáveres corruptos y absorbidos hasta casi sus huesos se encuentran apilados unos sobre otros, generando pequeñas montañas dentro de la cúpula.
El hedor emanado por los cadáveres es insoportable. Máximo contiene las arcadas llevándose las manos a la boca; y William da un par de pasos atrás, intentando poner distancia entre la escena y él. El único que permanece quieto, y medio ausente es Michael.
— Hermano, ¿Están bien? —Pregunta Máximo alcanzando a Michael por el brazo.
— No. —contesta Michael agitado—. No. Salgamos de aquí.
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Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)
FantasiAcompaña a Maximo y Michael en su oscuro e incierto recorrido; en dónde tendrán que sortear situaciones en las cuales nunca pensaron estar, combatiendo contra lo que parece ser un destino plagado de muerte y destrucción. ¿La verdad sobre sus orígene...