A medida que avanzan, observan como su pequeño grupo de tres se incrementa. Algunos desgraciados que aún sobreviven, al notar la presencia de tres hombres a caballo y bien armados, deciden seguirlos con la esperanza de sobrevivir al holocausto.
William sigue eliminando a todas las criaturas que se le atraviesen, Michael continúa expectante, deseando fervorosamente que sus padres hayan tenido algo más de suerte. Máximo apático como nunca, se limita a galopar lentamente cerca de la pequeña multitud que se ha formado.
La distancia que separa a William y Michael de Máximo incrementa drásticamente, los aldeanos, que viajan a pie, no alcanzan a igualar el frenético ritmo de ambos, por lo que el resultado es inevitable. William se da cuenta de la situación y frena abruptamente, con un poderoso grito le dice a Máximo: -¡Nos vemos en el puesto de control del sur, Jefe!
Máximo asiente y azota el caballo fuertemente con las riendas, para segundos después alcanzar a Michael. Viajan enfocados únicamente en socorrer a sus padres mientras la ciudad entera sucumbe en medio del caos y la agonía. El joven de pelo negro, haciendo un esfuerzo mental titánico, obliga a la apatía a abandonar su cuerpo para poder colaborar adecuadamente con la tarea que emprendieron; pero no es muy bueno el resultado.
Llegar a su casa, ubicada un poco más al norte de la plaza central de la ciudad será toda una odisea. Sin duda alguna notan como la cantidad de Trasgos y Orcos que merodean el sector va aumentando considerablemente.
La pareja no se ocupa de trazar un recorrido, mucho menos de fabricar un plan; corren desembocados en línea recta, atravesando todo lo que encuentren a su paso y que les dificulte el camino. Algunos enemigos, se arrojan al jolgorio y emiten una especie cantos y sonidos mientras los demás continúan con la masacre. Saben que todo está hecho y que han logrado ganar, por esta vez, a los humanos.
Al cruzar por el medio de la plaza central, observan un pequeño grupo de soldados que aún resiste con uñas y dientes los ataques de las bestias. Son superados ampliamente en número y realmente podrían ser acabados en instantes, si así los monstruos lo quisieran, pero no. Parece que los engendros solo se divierten con la pelea, mientras observan como lentamente la energía de sus adversarios va desapareciendo paulatinamente; dándoles oportunidad de causarles algunas heridas notables.
Michael se desvía y emprende el ataque contra la horda desprevenida, Máximo aún con la mirada perdida se queda pasmado en el sitio sin intención de moverse. Un leve gruñido es emitido por Magnus acompañado por movimientos erráticos en busca de abandonar el seno para unirse a la batalla, parece especialmente descontento por la pasividad de su amo y se lo hace saber. El chico sonríe y le acaricia la cabeza para tranquilizarlo. Es el impulso que le faltaba por lo que momentos más tarde se une a la batalla asesinando de tajo cualquier bestia que se le atraviese. Después de algunos minutos de batalla frenética y una incontable cantidad de cadáveres, regresa el color a las caras fantasmagóricas de los soldados. Entre pequeñas lágrimas se acercan a los jóvenes exhaustos y pronuncian: -¡Gracias por salvarnos! Estaré en deuda con ambos por siempre; y creo que en este punto hablo en nombre de todos los presentes...
-Así es. Nuestra condena era segura de no ser por ustedes... –Interrumpe otro soldado aún más emotivamente. –Solo déjalo pasar; es apenas natural que intercedamos para ayudar. También debo decirles que si quieren sobrevivir deben dirigirse al puesto de control ubicado en el sur. Probablemente encontrarán a un soldado a caballo llamado William; colaboren con él, pues va acompañado de un pequeño grupo de campesinos que se nos han ido uniendo desde que llegamos aquí. –Contesta Michael, apropiándose de la madurez que le ha brindado el momento y notándose bastante perspicaz.
Los soldados asienten con energía y antes de emprender el viaje son interrumpidos por Máximo, quien menciona: -Eviten a toda costa los enfrentamientos. La prioridad es llegar con William para ayudar a los campesinos que aún sobreviven.
Los soldados hacen un corto saludo militar, luego de observar quién era el que les hablaba, para luego salir corriendo hacia el sur. Michael y Máximo se observan y reactivan su marcha, Michael con desconsuelo menciona en un susurro apenas audible: -No te preocupes Máx, estoy preparado para lo peor. –Máximo se detiene y siente como se le hace un nudo en la garganta que le impide decir algo. Abriga un cúmulo de emociones que lo hacen querer desear gritar, abalanzarse sobre los monstruos para acribillar al mayor número de enemigos antes de sucumbir a una muerte en su hogar, abrazar a Michael o simplemente llorar.
El rubio no espera respuesta alguna y continúa con el viaje. Está a unas pocas cuadras de su casa y la ansiedad, pese a mencionar que estaba preparado para lo peor, hace mella en su mente. Máximo marcha tras él desconsolado, sabe cuál es el fatídico destino de las únicas personas a las que amó como a una familia. Jamás le importó el hecho de que no estuvieran relacionados por sangre, pues, en su sentir, los únicos a quienes puede reconocer como padres son a aquella agradable pareja que se han encargado de criarlo y apoyarlo durante toda su vida. Jamás le interesó quienes podrían ser sus verdaderos padres o cuáles fueron los motivos para dejarlo, pues al fin y al cabo lo único que importa es que lo abandonaron y jamás volvieron por él.
Ante sus ojos se hace visible, una vez más, una pequeña escena. La misma que ya vivió Máximo en aquel sueño y que le revuelve el estómago. Lirius desnuda con notables signos de maltrato, sobre el moribundo cuerpo de Beltran. Corren y desmontan a toda velocidad con la esperanza de poder socorrer y evitar la muerte de sus padres, pero, indiscutiblemente es tarde.
Michael llora descontroladamente mientras trata de sostenerlos, Máximo se quita su capa y delicadamente la pone sobre el rígido cuerpo de su madre.
Beltran sonríe cuando los ve; por lo menos eso intenta pues termina trasmitiendo solo una mueca de dolor. –Han vuelto hijos míos... Realmente lamento que nos vean en este estado. Su madre estaría muy avergonzada. –Menciona mientras gruesas perlas de lágrimas descienden sobre su rostro.
Máximo se agacha y con un fuerte abrazo sumerge a Beltran en su afecto y aunque espontaneo explota y comenta: –Para mí siempre fuiste un padre, el mejor padre que pude tener. ¡Gracias por todo lo que ambos hicieron por mí! –Termina sintiendo como el nudo en la garganta se apodera de sí, las lágrimas le nublan la visión y solo puede sostener fuertemente un brazo de aquel hombre que está en sus últimos momentos.
Beltran, con una sonrisa contesta: -Siempre fuiste mi responsabilidad y no por eso te quise menos; prométeme que te cuidarás y lo mismo harás con Michael, hijo mío. –Te lo prometo... –Contesta el joven. El hombre, acto seguido, contempla a su otro hijo. Le menciona intentando parecer tranquilo: -Michael, mí amado Michael. El camino será difícil a partir de este momento, pero no te preocupes, no debes temer. Tendrás a Máximo y Máximo te tendrá a ti... Permanezcan unidos en memoria nuestra.
Ambos jóvenes asienten y se mandan a llorar. Beltran, un poco más tranquilo escupe una gran bocanada de sangre. Ya es la hora y ambos lo saben, en un último esfuerzo, Beltran susurra: -Vayan a la casa y entren a mí despacho... -los jóvenes escuchan atentamente, mientras su padre escupe un poco más de aquel líquido rojizo, para luego reanudar: -Encuentren los libros cuya solapa es negra y tómenlos, son los únicos de ese color que hay...
-¿Y? ¿Qué debemos hacer con ellos, padre? –Responde Michael angustiado mientras observa como su padre toma aire profundamente para luego, en medio de una sonrisa, expulsarlo lentamente marcando el final de su vida. Ambos jóvenes se ponen de pie y se quedan ahí, pasmados. La amargura se arremolina sobre sus corazones pero no están seguros de que pueden hacer mucho más. Contra todo pronóstico observan como algunas bestias se acercan con sus armas expuestas. Máximo no espera a que estén cerca para arrojarles continuamente sus dagas y acabar con ellos.
- ¡Lo pagarán, maldita sea! ¡Todas estas criaturas de mierda lo pagarán! –Grita Michael mientras emana un aura de ira completamente extraña para su cuerpo.
Astro intenta acercarse y consolar a su amo, pero no lo consigue. Máximo sin observar a Michael menciona: -Andando, hay que encontrar esos libros para irnos de aquí. –Para segundos después internarse en la casa. Michael camina tras él tratando de calmar su mente y afilar su corazón.
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Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)
FantasíaAcompaña a Maximo y Michael en su oscuro e incierto recorrido; en dónde tendrán que sortear situaciones en las cuales nunca pensaron estar, combatiendo contra lo que parece ser un destino plagado de muerte y destrucción. ¿La verdad sobre sus orígene...