XXXIV. Retorno (parte 2)

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Después de unos cuantos minutos en el campamento inician su viaje de regreso. Luego de algunos metros recorridos y contra todo pronóstico, escuchan el redoblar de los tambores.

-¡Mierda, nos han descubierto! –Menciona William mientras azota con más fuerza los cuartos traseros del caballo. -¡Debemos apresurarnos o nos rodearán; y no creo que solo sean soldados! – Contesta Máximo mientras señala al cielo.

Cientos de cuervos vuelan a mediana y baja altura mientras producen una extraña sombra sobre lo que parece ser el sitio donde se encuentra ubicada la ciudad MonteLobo. La presencia de esta ave de rapiña ha sido registrada en todos los libros de historia que daten sobre enfrentamientos con criaturas norteñas, por lo que no son una buena señal. Algunos estudiosos han teorizado sobre qué clase de relación tienen los cuervos con las bestias, pero después de descartar a algunas sumamente descabelladas, tales como que los cuervos son los recipientes de sus ancestros o simplemente sus familiares, tan solo quedan dos posibles explicaciones socialmente aceptadas: en la primera se habla de la naturaleza misma del animal, es decir, que como ave de rapiña frecuentan los sitios donde se haya producido derramamientos de sangre, siendo el constante enfrentamiento de las bestias con los humanos y entre ellas mismas el medio perfecto para su alimentación por lo que no tendrían ninguna clase de relación profunda con otros seres; y la segunda, un poco más atemorizante, nos remite básicamente al hecho de que las bestias norteñas no sean tan bestias como se cree, apuntando a que entre ellas hay algunas qué tienen la capacidad mental suficiente como para adiestrar un animal y utilizarlo para diversos fines; no solo para satisfacer momentáneamente su hambre.

Máximo no toma ninguna de las dos posturas, nunca ha pensado detenidamente al respecto de qué relación tienen los cuervos con nada, solo opta por creer, en el momento, qué tal concentración anormal de aves, en las circunstancias en las que se encuentran, no traen buenas noticias.

De la nada empiezan a hacerse visibles soldados pretendiendo obstaculizar el camino. Michael con su arco dispara sin esperar ninguna orden acabando con aquellos que cargaban arcos en sus manos. Máximo encabeza la embestida y ya ha desenfundado su escudo y su espada, se ve resuelto, cual campeón esperando el momento para acabar con la vida de algún desgraciado. El grupo irradia a cada paso una majestuosidad impropia de los que huyen; y es que ninguno teme al enfrentamiento, por el contrario, las sangre les hierve, deseosa de acabar con los traidores. Pero tendrá que ser en otra ocasión, pues de momento necesitan regresar a su ciudad lo más rápido posible.

Avanzan dejando a su paso un número considerable de cadáveres. Las flechas enemigas aterrizan a su alrededor sin causarles daño demostrando que la suerte, al menos ese día, está de su lado.

Después de un tiempo, observan como sus perseguidores desisten de su tarea, produciendo una pequeña reducción del frenético ritmo de los caballos. -Máx, ya casi no tengo flechas. He utilizado un número considerable de ellas en esos desgraciados que lastimosamente no pude recoger.

-Pensaremos en algo cuando llegue el momento; por ahora debemos incrementar la vigilancia. Por ahora es cierto han renunciado a nuestra persecución, pero definitivamente no creo que podamos salirnos tan fácilmente de este embrollo. ¡Prepárense, pues continuaremos sin descansar!

Ambos asienten con la cabeza, saben lo que les espera y deciden asumirlo sin quejas.

...

-Sorprendentemente, tus críos sobrevivieron a su primera gran tribulación. Deberías estar orgulloso, especialmente de Máximo, parece que es especialmente afín.

-Para empezar, déjame recordarte que no son mis críos y aunque sobrevivieron, no fue del todo habilidad suya, contaron con la suerte de que fueron subestimados. Ahora, es imposible que aquel mocoso no sea afín, sobre todo si evaluamos sus circunstancias.

-¿Y entonces qué harás al respecto? Digo, los tomarás e instruirás, o tan solo continuarás dejándolos a su suerte; y sabes tan bien como yo que sigue siendo igual que condenarlos a muerte.

-La verdad, aún no me decido. En su momento ya fui lo bastante benevolente y bueno con él y su progenitor.

Una angelical carcajada se produce para comentar a continuación –no comprendo cómo puedes llamar benevolencia al fatídico resultado de ese día.

-Suficiente. Empiezas a hartarme con el tema, si tanto quieres ayudarlos bien puedes hacerlo tú misma.

Se produce un silencio incómodo al interior de una pequeña cabaña rodeada de nieve en donde se enfrentan dos personas en la mesa con una afable sonrisa. Después de un tiempo indeterminado la voz femenina susurra: -Tal vez lo haga. Son algo lindos y podría ser interesante apostar sobre qué tan lejos podrán llegar. Me aburro mucho por estos días.

-Y si quieres ayudarlos, ¿Por qué no hacerlo en este instante? Con tu fuerza actual podrías hacerlo, hermana. Podrías ponerlos fuera de peligro y tal vez integrarlos en tu despreciable colección.

-Bien sabes que si lo hago tendría consecuencias desastrosas en mi recuperación. Además, debo admitir que no han demostrado la suficiente belleza como para convertirlos en mis críos. Por el momento siguen siendo tu responsabilidad.

-Ni lo pienses, no me representan ni me sirven, por lo que "de momento" son responsabilidad únicamente del destino, no mía. Mi pacto con su sangre terminó hace algún tiempo.

-Ay hermanito, siempre tan duro y ortodoxo. Es todo una lástima que solo tú seas de esta forma. Ciertamente a todos los demás les importa un carajo el orgullo, el honor o las mismas formas.

-Siempre ha sido así; Madre era la única que podía controlarnos a todos, pero ya sabes cómo van las cosas en su ausencia, nada puede detenernos cuando se trata de satisfacer nuestros deseos...ni siquiera entre nosotros mismos.

Nuevamente se produce un silencio sepulcral en la instancia, la sonrisa afable fue reemplazada del hermoso rostro de la mujer y se ha transformado en una mueca de dolor. El hombre se pone de pie lentamente y contempla el árido paisaje de hielo en una pequeña ventana y aprieta fuertemente sus puños, haciéndolos crujir.

...

No saben cuánto tiempo llevan escapando o a cuántas personas han eliminado en el proceso, su cuerpo adolorido producto del incontable zarandeo del galopar del caballo y su arrítmica respiración les indican que no podrán continuar por mucho más.

-Deberíamos parar Máximo, no hemos tenido perseguidores por un buen tiempo y si continuamos a este paso, temo que los caballos no soporten mucho más y mueran. –Afirma William disminuyendo el trote del caballo.

Michael lo imita y espera la orden de Máximo; esté se limita a mencionar con un corto suspiro: -Nos detendremos aquí. –Mientras desciende del caballo y busca un lugar donde ocultarse. Astro y Magnus caminan lentamente tras él, olfateando todo lo que encuentran a su paso.

El pequeño Tigre, quizás por instinto, ha empezado a extender sus pequeñas alas para acto seguido aletearlas, de momento no ha volado, pero Máximo piensa que es cuestión de tiempo.

-¿William, a cuánto estamos de casa? -Pregunta Michael interesado en consumir un poco de carne mal oliente y recordando lo habilidoso que era el soldado con los mapas y las direcciones.

-Quizás a unas cuantas horas. Este descansó nos viene muy bien para prepararnos para lo que sea que nos vayamos a enfrentar.

-Sigo pensando que parar en esta situación no es la mejor idea, pero debo admitir que William tiene razón. Debemos estar en mejor forma para lo que sea que vayamos a enfrentar –Contesta Máximo agarrando un pedazo de carne que le arroja Michael.

-Tan solo espero que no tengamos que enfrentarnos a nada, y que todo sea fruto de los delirios del desquiciado Joseph. –Interviene Michael meditabundamente arrojándose de un bocado el trozo de carne mal oliente.

Máximo y William asienten con lentitud, ambos observan el horizonte con la vista perdida tal vez en búsqueda de humo o tal vez solo absortos en sus pensamientos; el trio expone instintivamente un deseo fervoroso de que todo esté bien a su regreso.

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora