Caminan dando tumbos, hasta llegar al taller de su padre. El sitio huele a cuero y a incienso. Buscan con desánimo, aquellos tomos que su padre les ha encomendado a encontrar en sus estertores finales. No tardan mucho, pronto visualizan dos enormes libros cuya solapa es negra como el carbón, ubicados en la parte superior de una pequeña librería, dedicada a recoger muestras tan variadas como particulares sobre temas afines a la herrería y la religión.
Ambos libros están intactos, demostrando un especial empeño por parte de su padre por conservarlos de esa forma.
Máximo observa los objetos con premura, pero no encuentra título o distintivo que indique el contenido del mismo; Michael a su vez, los arroja dentro de su bolsa con suma dificultad debido a su tamaño.
Salen del sitio que conserva todos los recuerdos de su infancia deseando que todo lo que han vivido sea tan solo una pesadilla. Pero, tristemente aunque lo deseen, los recordatorios macabros que yacen tendidos a unos cuantos metros de la entrada develan que aquélla realidad, es peor que incluso, su más vil pesadilla.
Suben a los caballos nuevamente, más por inercia que por deseo; sienten como la llama de la venganza quema con fuerza sus corazones, obligándolos a atacar a cualquier criatura que observen, obviando el hecho de que ya no se limitan a los que se cruzan por su camino. Los agresores eran responsables de arrebatarles a ambos aquello que más amaban; y ahora todos debían pagar.
A medida que el exterminio continúa, algunas heridas van apareciendo en los cuerpo de los jóvenes, especialmente en sus brazos y piernas; heridas que no sienten ni influyen en el desempeño de su tarea.
Personas que hasta el momento han podido sobrevivir, corren y se empiezan a agrupar tras el dúo, el cual irradia a cada tajo, una majestuosidad que termina diseminada por la sangre mal oliente de sus adversarios que se les impregna en todo el cuerpo.
Después de unos cuantos minutos observando como su grupo incrementa paulatinamente y de haber atravesado toda la plaza principal en dirección sur, deciden enfocarse a regañadientes, en la evacuación de los casi sesenta aldeanos que ahora los persiguen.
Michael, por iniciativa propia, mueve su caballo y se ubica detrás del grupo, dejando a Máximo solo a la cabeza, donde debe encargarse de tomar la ruta adecuada para llegar a salvo al puesto de control del sur. La multitud llama la atención causando que las bestias se acerquen con notable sed de sangre, produciendo gritos histéricos hasta en los hombres.
El mayor no se inmuta, continúa con una máscara de odio que le recubre el semblante, para terminar acribillando a todo lo que se le acerque. Después de unos cuantos metros repitiendo el proceso, se encuentran con el pequeño pelotón de soldados rescatados con anterioridad siendo dirigidos por William y por otro hombre quien suda a cántaros. Rápidamente distinguen la figura envejecida del Gobernador Athelbal, quien sostiene una lanza completamente embadurnada de sangre.
El Gobernador sonríe al observar a Máximo, el cual dirige su grupo al encuentro. Al llegar, ambos jóvenes descienden del caballo y son abrazados fraternalmente por el hombre. –Diría que me alegra que hayan regresado, pero en esta situación, no puedo realmente alegrarme de nada. Mi ciudad ha caído pese a todas las precauciones que tomamos; y si de algo estoy seguro, es que las demás también lo hicieron.
-¿Qué ocurrió Gobernador? –Pregunta Michael con desconsuelo. –Eso, hijo mío, es muy fácil de responder; tal vez no lo hayas notado pero solo tienes que sentir. –El viejo guarda silencio y con el dedo apunta al suelo; esperan un momento y empiezan a sentirlo: leves temblores que se camuflan con la intensidad de la batalla. El viejo, con una mueca de odio reanuda: -Ese temblor es causado por una maldita criatura que emergió de las profundidades de la tierra. Una especie de serpiente gigante con la capacidad de corroer cualquier cosa a través de un extraño líquido que expulsa de su boca. Destruyó la muralla en el norte y con ello a decenas de mis soldados, para luego regresar por el maldito agujero de dónde emergió. Tras ella aparecieron dos figuras armadas con hachas y casi desnudas, sus cuerpos eran completamente diferentes a lo que nos hayamos enfrentado; su piel de tonos azul casi negra, acompañada de marcados tatuajes de líneas que los rodeaban por todo el cuerpo, emitían un aura siniestra y poderosa. No pude hacer nada, casi todos mis hombres fueron acribillados por ese par, y tan pronto observaron que la ciudad estaba perdida simplemente se hicieron a un lado, dejando paso a hordas interminables de Orcos y Trasgos.
Máximo aprieta la mandíbula e inicia a contarle un resumen corto, pero lo suficientemente contundente de lo que vivieron en su expedición. Al terminar, se hace visible como el rostro del viejo se ensombrece, pero no muestra señal de sorpresa. Se limita a responder: -Tendremos tiempo para los detalles, por el momento, salgamos de aquí...
Máximo ofrece y obliga al que fue en otro momento su mentor a tomar su caballo. El casi centenar de personas se desplaza a toda la velocidad que pueden, deseando que el infierno que han padecido, se termine justo al salir de la ciudad; pero aquellos idílicos deseos pronto se ven derrumbados por una realidad escalofriante: tan pronto atravesaron el puesto de control y salen de la ciudad, ante sus ojos se revela una colosal figura escamada, similar en cierto sentido a una serpiente, de ojos amarillos, profundos y siniestros. Su lengua zigzagueante refleja deseo. Deseo de carne y sangre que podrá obtener del grupo de personas que tiene en frente.
-¡Corran y dispérsense! –Grita a todo pulmón el Gobernador Athelbal. La multitud, como golpeada por un rayo, emprenden la huida caóticamente. La criatura, de al menos quince metros de ancho, incitada por el movimiento, inicia su ataque, engullendo a una persona diferente en cada bocado.
Máximo observa como Michael es obligado por el insistente William a alejarse. Se debate en sí debería batirse en una pelea de la cual no está muy seguro de ganar para así tal vez salvar unas cuántas vidas extras, o simplemente alejarse y huir como el resto de personas. Da unos cuantos pasos de espalda, en dirección de sus compañeros de viaje cuando observa a la criatura, moverse y de un zarpazo engullir a un caballo y a su jinete.
Nuevamente se queda petrificado, justo en el sitio donde estaba. Sabe tristemente, quien era la persona que acaban de engullir: su mentor y consejero Athelbal. En sus oídos resuena un alarido, se trata del grito de impotencia de Michael quien ahora intenta con todas sus fuerzas huir de las tenazas de William para lanzarse a la batalla.
Máximo, sin pensarlo dos veces, se mueve motivado por la ira a toda velocidad en dirección al rostro distraído de la criatura. –Puede ser mi fin –murmulla para sí mismo; -Deberás perdonarme, Magnus, por arrastrarte a esta situación.
Por un instante, cree reconocer un murmullo de una voz algo femenina y tímida; -Hazlo... –entendió. No le causa sorpresa, pues considera factible el hecho de que sea el mismo en busca de disminuir la responsabilidad de casi sentenciar a muerte a ambas vidas. Cuando se encuentra a unos cuantos metros, es detectado por la criatura, quien al sentirse atacada enfurece y se abalanza sobre su adversario en busca de engullirlo para poder continuar con la persecución de sus demás presas.
El joven observa, para su fortuna, las imágenes que tantas veces han salvado su vida. Se trata de una secuela de imágenes en las que debe brincar en diagonal y con la punta de su arma apuñalar el reluciente ojo desprotegido de la criatura. Lo ejecuta con duda, pero es sorprendido cuándo observa como su espada se incrusta profundamente en el sitio destinado. La criatura se levanta y emite un chillido atronador, al parecer no está acostumbrada a recibir ninguna clase de herida y el ataque de Máximo la desconcertó. Sin esperar a que el joven pueda desenganchar su espada para caer al suelo sacude las cabezas con fuerza, lanzando el cuerpo de su atacante por los aires, para acto seguido clavar el pico en la tierra y ocultarse completamente sin detener ni por un instante, su intención de en huir del sitio.
ESTÁS LEYENDO
Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)
FantasyAcompaña a Maximo y Michael en su oscuro e incierto recorrido; en dónde tendrán que sortear situaciones en las cuales nunca pensaron estar, combatiendo contra lo que parece ser un destino plagado de muerte y destrucción. ¿La verdad sobre sus orígene...