Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)

XXX. La Pequeña Cría

Michael alcanza el cuerpo postrado de Máximo. Con esfuerzo lo toma y lo arrastra hasta la entrada de la gruta humeante la cual fue defendida con fiereza por el tigre alado.

La gruta cuenta con unos cuantos metros en la entrada. La roca seca por el calor brinda soporte para el inconsciente Máximo. Michael observa como a unos cuantos metros de la aburrida entrada hay un descenso abrupto e iluminado fuertemente por un tono rojizo. El calor aumenta sensiblemente en cada metro que recorre por la cuesta. No desea explorar sin Máximo por lo que regresa a la entrada.

Los abultados músculos de Máximo se retuercen erráticamente y se contraen causando extrañas figuras. Su semblante es oscuro y lamentable por lo que las contracciones musculares deben ser más dolorosas de lo que parecen. Grandes gotas de sudor se desprenden del cuerpo del joven el cual parece cocinarse internamente.

Michael sigue sin entender todo lo que pasó. La transformación del Troll en aquella pequeña pero compacta criatura comparada con su forma inicial, le resulta aberrante y problemático bajo cualquier punto de vista. Intenta no pensar en la cantidad de daño que podrían causar unas cuantas de estás bestias transformadas y bien equipadas si actúan de infiltrados dentro de las hordas de Trasgos y Orcos sobre cualquier ejército que tenga la desgracia de enfrentarlos.

Sería una muy buena estrategia, puesto que la historia bélica ha demostrado, que en la medida en que haya Trolls u otras criaturas problemáticas dentro de los ejércitos de las bestias del Norte habrá por parte del Imperio, algún poderoso mago que se encargará únicamente de acabarlos antes de que puedan utilizar su supremacía física sobre los soldados.

Otro tema que no puede pasar por alto es el desempeño de su hermano; sus movimientos junto a la velocidad y la fuerza que exhibió son todo menos normales. Quizás el impulso del momento causó que su cuerpo se desempeñara de esa forma tan brillante, pero no deja de ser extraño. Deberá hablarlo con Máximo cuando despierte.

El tiempo transcurre con lentitud; esporádicos quejidos salen de la boca del joven y los cuales terminan siendo magnificados por el eco de la caverna.

La noche cae como un manto que lo abarca todo, Astro juguetea con su cola y espera ansioso algo de comer. Michael le da algunos trozos de carne seca, cuyo olor penetrante le revuelve el estómago.

Cuando los primeros estertores de luz asomaban en el horizonte y bañaban con su gracia el paisaje desolado, unas lentas pero audibles palabras fueron emitidas con la voz de Máximo. – ¿Cuánto tiempo estuve fuera, Michael?

Michael se acerca y responde:-Solo una noche Máx –mientras lo toma de una mano para ayudarlo a ponerse de pie.

-En algún punto creí que me derretiría Michael, o al menos así lo sentí. Jamás había sufrido tanto dolor en mi vida.

Michael guarda silencio y piensa en que decirle, luego de llevarse la mano atrás de la cabeza menciona:- Supongo que tiene que ver con como peleaste con el Troll, Máx. Aún sigo sin comprender como hacías lo que estabas haciendo. Estuve tentado a intervenir, pero solo hubiese sido una carga. Ni hablar de ayudarte con estas fechas, a la velocidad a la que se movían no tenía garantía alguna de darle a él en lugar de a ti.

Máximo reflexiona sobre su combate. Quizás su rendimiento se deba a una nueva forma del estallido, pero sigue siendo una mera posibilidad puesto que es la primera vez que le sucede. Si tal vez esta resultara siendo la razón, terminaría explicando por qué cayó desmayado y por qué sufrió todo el dolor que sintió.

Michael suspira al enfrentarse al silencio de su hermano -Como sea Máx. Déjame mostrarte algo –menciona mientras se acerca a la cuesta y señala con el dedo–La gruta donde nos encontramos es muy especial. Desciende abruptamente y parece dirigirse a un océano de magma por el calor que se presenta.