XLIV. Cena y Propuesta ( parte 2)

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Justo al finalizar la oración, el par atraviesa la entrada al comedor. Un enorme rectángulo vestido con terciopelo, construido con el más fino mármol es la atracción principal de aquel recinto, el cual parece disponible solo para albergar aquel masivo objeto. A su alrededor, ocho enormes sillas bellamente talladas y forradas en terciopelo rojo, a juego con el mantel, denotan la cantidad de comensales que acostumbran asistir al banquete. 

Un exquisito candelabro, repleto de velas, reposa justo encima del comedor, otorgándole un aire suntuoso el cual es remarcado con la presencia de algunos cuadros hermosamente pintados y enmarcados. 

Michael permanece embelesado observando aquellos hermosos y variados cuadros. La luz irregular y danzarina les otorga una especie de misticismo que lo envuelve y lo obliga a seguir observándolos. Distingue algunos paisajes congelados y algunos rostros de mujeres con vista altiva pero sumamente atractivas.

-¿A qué son todas hermosas? –Interroga el Gobernador mientras se detiene junto al joven a inspeccionar los cuadros.

-Sin duda alguna, Gobernador. Eso sin mencionar los paisajes. Todo es simplemente espectacular.

-Los paisajes los he ido recolectando durante muchos años; pero todas estas señoritas son mis hijas, Michael. Fui bendecido con cuatro hermosas hijas y un pequeño varón recién nacido. Así que como verás, mi familia es bastante numerosa... Podría decir que para fortuna de todas ellas, heredaron la belleza y la bondad de su madre, dejándome a mí relegado a tan solo heredarles mi poca astucia y sagacidad. –Comenta el Gobernador entre risas. –Ven, acompáñame a la mesa. Ya tendrás tiempo de conocerlas a todas en persona.

El Gobernador tomó asiento en la cabecera de la mesa y le indica al joven que lo acompañe en el asiento contiguo al suyo. Pronto entra en el recinto una mujer algo mayor con el cabello negro como la noche, en cuyo rostro reposan facciones finas y elegantes las cuáles le dotan un cierto aire frío e inalcanzable. –Pensé que cenarías solo esta noche, querido. –Menciona la mujer mientras le dedica una sonrisa extrañamente cálida a Michael y al Gobernador.

-Hoy es un día algo especial, Elga. Pero antes que nada, permíteme presentarte a Michael, héroe de la catástrofe norteña. El cual junto a su hermano, se encargaron de salvar a más de cien personas del ejército de las bestias en la ciudad Maderera.

-Así que tú eres el famoso Michael... –Contesta la señora mientras toma asiento al lado de Richard con calma para luego reanudar: -Encantada de conocerte. Mi nombre es Elga y soy la esposa del Gobernador Richard. De antemano te pido disculpas si mi marido ha sido grosero contigo de alguna forma.

-No se preocupe mi señora, el Gobernador Richard no ha hecho nada por lo que se tenga que disculpar.

-Es un alivio... a veces puede ser algo confuso y mal educado, pero no te preocupes, es un hombre honorable y tranquilo.

Michael responde con una pequeña sonrisa. Del Gobernador Richard conoce muy poco como para emitir un juicio, por lo que decide callar.

-¿Cómo está el pequeño Richard, amada mía?

-Descansando. La nodriza ha conseguido que se duerma. Nuestro pequeño demuestra una vivacidad y energía impropia de un niño de un año, lo que conduce a que todas debamos estar pendientes de entretenerlo para evitar que se lastime deambulando solo por el castillo.

-Mi pequeño es todo un explorador nato. –Responde el Gobernador estallando en una poderosa carcajada.

-Por cierto, han llegado cartas de nuestras hijas mayores. Al parecer sus vidas de casadas van de maravilla y preguntan cuándo iremos a la capital a visitarlas.

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora