XXIX. Batalla con el Iluminado (parte 2)

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El rojizo y humeante ambiente se impregna de un aura mortífera proveniente del cuerpo del tatuado Troll. Una niebla oscura, espesa y nauseabunda se eleva y se posa decididamente sobre el cielo; opaca el sol y ocasiona una angustia palpable en el cuerpo del tenso Máximo. Sabe que sin el asedio constante de las flechas disparadas, por el quizás lejano Michael sobre el cuerpo de la bestia, sus posibilidades de supervivencia descienden drásticamente.

El siniestro Troll cierra los ojos, el remolino oscuro que lo ha rodeado desde su transformación se intensifica y ahora lo oculta por completo. El viento en la zona sigue incrementando constantemente sin signos de disminución.

De la nada, el remolino asciende y desaparece; dejando atrás justo en el ojo de la tormenta un cuerpo sonriente de unos dos metros cincuenta de altura. Sus facciones son horrendas y su piel negra emana un brillo azulado pero tenue. La criatura está allí, de pie, desnudo y con los brazos cruzados al pecho. Abultados músculos relucen sobre sus extremidades acompañados de un vientre prominente.

La criatura se hecha a reír y abre los ojos. – ¿Por qué tanta sorpresa, humano? Supongo que rondan muchas dudas tu mente, pero no te preocupes, cuando me digas todo lo que quiero saber despejaré algunas de ellas antes de matarte. Ya sabes, el saber será tu premio de reconocimiento por forzarme a bendecirme...

Máximo aprieta la mandíbula, despeja la mente de todas las demás cuestiones que no son relevantes en ese momento. Se concentra en la respiración y en el ser desnudo que tiene a unos cuantos metros. Nota como toma conciencia de todos los músculos de su cuerpo y del llamado que le hacen para que comience el ataque. Su sangre hierve, algo dentro de sí se encuentra sumamente emocionado por la pelea que se avecina.

El suelo cruje bajo los pies del Troll. Una mancha oscura se desplaza a una velocidad vertiginosa y se aproxima en un parpadeo al cuerpo de Máximo. Esté se mueve por instinto; la velocidad con la que se aproxima el Troll no le permite pensar en nada por lo que su cuerpo se mueve y se agacha. El mal logrado puño del Troll reluce en el espacio donde se encontraba el joven.

Máximo gira su cuerpo y toma un poco de arena del suelo. Vuelve a esquivar un codazo descendente con un brinco a la izquierda. Arroja la arena sobre el rostro de la criatura mientras interpone la espada para intentar bloquear un puñetazo que viene directo hacia su pecho.

La colisión le sacude la mano, por un instante cree que la espada se le caerá pero antes de suceda la sujeta con fuerza. Pequeñas gotas de sangre caen del puño del Troll luego de cortarse un poco con el filo de la espada. Trata desesperadamente de sacarse la arena de los ojos sin éxito.

Máximo pasa a la ofensiva, se impulsa a una velocidad insospechada e intenta acertarle un golpe con el filo del sable al descubierto Troll. Sus músculos responden al estímulo y su espíritu se resiste a dejar que aquella criatura tenga la ventaja sobre la pelea. La punzada se encuentra con el desvío de una palma la cual desestabiliza el cuerpo del atacante y lo obliga a hacer una voltereta para no caer sobre el polvo.

Esquiva por instinto y observa como una mancha negra acompañada de una estela de aire se aleja de su rostro. Sigue moviéndose y observando como las manchas negras vienen y van por todos lados. No le ha dado un solo impacto y sabe que si lo recibe podría dejarlo incapacitado inmediatamente.

La situación se mantiene igual por un tiempo. Pequeñas y grandes grietas relucen sobre la tierra dificultando aún más la movilidad. Esporádicos contraataques de Máximo obligan al Troll a mantener la guardia en cada ataque.

Pese al esfuerzo que hace Máximo en eludir los embates, su cuerpo no muestra señales de cansancio. Siente un impulso cada vez mayor en cada movimiento lo cual le permite continuar sin mucha dificultad. Nota como los movimientos del Troll se hacen más lentos, es eso o sus ojos están adaptándose al combate. Cada vez son más frecuentes los contraataques, lo que hace que el Troll sienta una presión constante con cada segundo que pasa de pelea.

De la vista de Máximo desaparece todo excepto el cuerpo del Troll. La secuencia de imágenes reaparece y lo exhibe impartiendo un corte lateral profundo sobre un costado de su adversario. Ejecuta sin preámbulos y observa que pese a haber tenido éxito, el corte no causa el suficiente daño por falta de fuerza. Su posición actual es sumamente desventajosa y las manos del Troll lo saben.

Lo sujeta con tanta fuerza de su muñeca que hace que los huesos bajo el agarré crujan. Máximo en un esfuerzo desesperado envía un puñetazo con el filo de su escudo. Siente como aquella sensación familiar pero lejana del estallido se apodera de su cuerpo y produce el puñetazo más fuerte que ha dado jamás. El golpe es esquivado por poco por el Troll no sin antes soltarlo; el chico cuya sensación de estallido aún retumba en sus oídos, envía una patada giratoria la cual impacta en el pecho de la criatura de mala manera y lo envía volando por los aires por alrededor de treinta metros hasta que es detenido por una roca que se parte al contacto.

Sintiendo como su fuerza se desvanece con cada paso, Máximo acelera a una velocidad insospechada y se dispone a rematar al maltrecho Troll, al llegar envía con el último vestigio de fuerza una estocada que se incrusta directamente en el corazón de la bestia.

Grandes bocanadas de sangre emergen de la sonriente boca del Troll, quien en tono introspectivo susurra: - Así que sirves a dos amos... maldito humano. Supongo que lo merezco, fui descuidado y me agarraste por sorpresa.

Máximo, aún absorto en el calor del momento, retuerce la espada sobre el pecho de la bestia para liquidarla. En el momento no comprende nada de lo que dice y en su mente solo persiste el deseo de matarlo.

El Troll escupe nuevamente y la luz azulada de su cuerpo desaparece junto al brillo de sus ojos. El cadáver se torna rojo y de la nada se incendia, las llamas lo consumen y lo transforma en polvo en cuestión de segundos. Las llamas no calientan ni contagian el cuerpo del arrodillado joven.

Esté se queda ahí, esperando que la sensación de ebullición de su sangre acabe. Las escenas de la pelea se repiten lentamente en su mente, no comprende cómo pudo librarse del Troll intacto. Escucha sonidos que se aproximan pero la sensación desaparece dando paso a un pitido ensordecedor, no logra enfocarse en nada y la imagen se torna oscura, lentamente cae de bruces y pierde la conciencia.

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora