XIV. Descubrimientos.

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No ha salido el sol cuando Michael despierta. Con un vistazo rápido, agarra unas prendas harapientas que guarda en su armario, mismas que conserva para no sentirse mal cuando las llena de sudor durante sus sesiones de entrenamiento matutinas. Sacude un poco las articulaciones en lo que camina hasta su lugar favorito: un pequeño espacio debajo de un manzano de mediana edad que proporciona algunas sombras danzarinas. Amenas para acompañar el balanceo de su espada.

Termina pronto la sesión; tiene muchas cosas pendientes por hacer, por lo que no puede desperdiciar media mañana en ello.

Se quita la ropa sudorosa y la deja tendida al sol. Ya tendrá tiempo de lavarlas cuando regrese de su primera gran misión. Después y con mucho cuidado de no despertar a Máximo en el proceso, ingresa al cuarto de baño ubicado en el primer piso en donde el agua fría lo ayudará a serenarse.

Una vez aseado, se viste con algo mejor que harapos y sale de su cuarto. Fuera, escucha sonidos provenientes de la fragua. El golpeteo constante lo introduce en un pequeño estado de ensoñación con sabor a nostalgia: ya se le hace lejana la época en donde acompañaba durante ratos enteros a su padre y presenciaba todo su trabajo.

Se dirige al sitio con la firme intención de conversar con él. Ingresa por la puerta lateral empujando una pesada puerta de madera que separa la casa de la fragua. Una vez dentro, observa como su padre, después de sumergir un trozo alargado de metal en el horno, camina hasta el mostrador y reúne un enorme grupo de flechas.

— Buenos días, padre. Espero hayas podido terminar todo lo que te encargué hace unos días...

Beltran asiente sin emitir respuesta alguna. Por estar enfocado en su trabajo, no lo mira directamente.

>> Supongo que debes encontrarte molesto por haber aceptado la misión sin consultártelo... pero... de verdad, espero que... —es interrumpido por su padre quien levanta sus manos hacia el rostro de su hijo.

— Solo olvídalo, me encuentro un poco molesto por lo intempestivo del anuncio, pero no debes preocuparte. Empiezas a crecer y supongo que es natural que quieras hacerte con tu propio camino...

>> Entiendo que esta expedición junto a Máximo te brindará mucha experiencia que podrás utilizar en el futuro, por lo que es una buena elección. Solo ignora a estos padres sobreprotectores tuyos y ten un buen viaje.

Antes de finalizar, saca un carcaj lo suficientemente grande para introducir setenta flechas y que queden espaciosas. Lo coloca sobre el mostrador mientras rebusca dentro de algunas cajas desde donde saca un traje de color negro y una caperuza del mismo color, ambos con algunos puntos verdes y cafés.

>> No te lo había entregado porque estuve esperando a que el sastre me trajera el vestido. He hecho lo mejor que he podido con los materiales que disponía; intenté volverlo literalmente una coraza. En los antebrazos tiene equipado cilindros hechos de acero con una capa de algodón para que te no te lastime con el tacto. He empleado la misma defensa para las piernas; por lo que podría decirse que llevas cuatro poderosos escudos muy livianos y resistentes.

Michael asiente mientras acaricia las mejoras hechas por su padre para luego acomodarlas en sus brazos. — Gracias, papa —Le dice—, es un trabajo maravilloso.

— No te vayas todavía, Michael. Tengo algo más para ti —menciona mientras saca de una de las cajas un par de botas—, esto es algo que he diseñado especialmente para tu uso.

Se las enseña mientras presiona un pequeño botón lateral en una de ellas, lo que produce que en la punta se despliegue un pico dentado. — Sé que te serán útiles cuando intentes escalar o subir por los árboles, ya sabes, para mejorar tu posición o tu agarre. Son un prototipo por lo que no estoy seguro de que puedan soportar el peso de una caída o de un salto, ¡así que utilízalas con cuidado!

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora