LXIII. Camino a la desgracia (parte 4)

21 9 2
                                    

A la mañana siguiente Máximo despierta sudoroso y de golpe. Como antaño, una serie de imágenes persistentes y oscuras, asquerosamente oscuras, no le permitieron descansar ni por un momento. Una masacre. Una masacre vil y orquestada contra rostros lejanos pero algo familiares. Un hombre colgado de un árbol con visibles cortes sangrantes por todo el cuerpo y un rostro perdido. Dos borrones de piel que gritan a la distancia con ahínco, tan agudo que hacen que los oídos continúen zumbándole pese a ya haberse despertado. Y un pórtico entreabierto que sin ninguna duda se le hace conocido. Todos elementos de una gran pesadilla.

- Será mejor que está vez me equivoque... -Murmura con notable incomodidad.

Blu quien yacía recostada al lado del joven dentro de la carreta y notando el aura incómoda que desprendía por montones, se pone de pie con esfuerzo y adrede se arroja sobre su cuerpo obligándolo a permanecer acostado en el sitio que compartían. Éste sin desentender la intención que tiene su compañera, acaricia con cautela el espacio alrededor de sus orejas. -Contigo quería hablar Blu... -Comenta intentando apartar de su mente la vívida escena que se niega a desaparecer.

Blu recuesta su cabeza contra la mano de Máximo y lo observa detenidamente con sus profundos ojos azules.

>> Mira, no sé si tú logras entenderme cuando te hablo, o si solo percibes una idea muy vaga de lo que te digo -Le menciona con lentitud -pero debes parar de hacer lo que estás haciendo. No creas que no me he dado cuenta de que has disminuido la cantidad de energía que absorbes de mí. Deja de preocuparte y empieza a absorber lo que necesites para crecer. No soy tan débil como parezco.

Blu entrecierra los ojos y aparta su cabeza de la mano del joven. Recoge los labios exhibiendo un par de colmillos relucientes e intenta levantarse en señal de disgusto.

>> Solo escúchame -continúa el joven -si persistes en este comportamiento no sé si no traerá consecuencias graves para tú desarrollo. ¡Mira el espacio que tienes entre las plumas!

La expresión de la tigresa se suaviza y recoge sus alas detrás de su cuerpo impidiendo que Máximo pueda acercarse a tocarlas. Su cabeza se agacha y transmite la impresión de estar apenada pero no por eso deja de enfrentarlo.

Máximo extiende nuevamente su mano para intentar tranquilizarla pero momentos antes de conseguirlo escucha en su mente una voz temblorosa que sentencia: -No... puedo... hacerlo. Te... lastimaría... -para acto seguido observar como de un salto Blu abandona la carreta y se acomoda sobre un árbol.

<<Pero que mierda acaba de pasar>> piensa el joven dejándose caer de nuevo sobre la carroza sintiendo una punzada intensa en la parte frontal de su cabeza. Su mente desvira saltando entre las imágenes de la pesadilla y lo que acaba de vivir con Blu.

La carreta se le hace enorme y fría, extrañamente fría. Le sorprende la ausencia de sonido que hay a su alrededor y los matices grises que tiene el día.

- Aunque los hábitos de sueño pueden verse afectados en los viajes­ -comenta Mahar Se fuera de la carreta en un tono insidioso -supongo que es hora de empezar el día.

Máximo aprieta la mandíbula y cierra los ojos con firmeza. Respira lentamente intentando llenar su cuerpo de aire y de luz. Su pasado lo persigue y la pesadilla lo constriñe a revivir las escenas que se había prohibido recordar: su gente, su casa y su familia.

Luego de haberse estabilizado, pero sin muchas ganas de afrontar el día, desciende de la carreta haciendo sonar sus articulaciones. -Y supongo que tú existencia depende de recordármelo. -Menciona el joven con una sonrisa forzada.

- No realmente-contesta Mahar Se levantándose del tronco en el que estaba sentado y ofreciéndole un manojo de insectos.

- ¿No esperarás que me coma eso, o sí? -murmura Máximo con una mueca de asco.

- Salvo que quieras morir de inanición, te recomiendo que lo hagas. Ayer no hemos comido en todo el día y parece ser que las provisiones de carne seca no darán abasto para todo el viaje.

- Y ¿Quién te ha dicho que necesitamos comer insectos para no morir de hambre? -finaliza con cierto deje de arrogancia. -Klim es un poco hábil al momento de cazar, o bueno, eso me ha dicho su padre.

- Eso podría explicar el porqué de la salida temprana del joven Klim -responde el Aghri masticando ruidosamente unas desdichadas larvas de tierra. El líquido verde y acuoso salpica fuera de su boca con cada palabra pronunciada y hace que el estómago de Máximo se retuerza.

- Cierra la puta boca cuando comes, Se. No encuentro algo más desagradable para el desayuno que verte salpicar porquería de insecto y que de paso lo estés disfrutando.

- ¿Por qué? Si son deliciosos. Estos son llamados Scagros en las dunas del Shilvar y son muy difíciles de conseguir puesto que solo habitan en tierra negra. Ya sabes, allí hay demasiada arena hirviendo, árida e infértil...

Máximo tuerce los ojos y camina en dirección a Blu dando por zanjado el tema de los insectos. - Quizás te interese saber algo que me acaba de pasar con Blu -comenta de paso esperando la reacción excesiva del Aghri.

Mahar Se no se hace esperar e inmediatamente alcanza a Máximo con un semblante serio. - ¿Qué te ha ocurrido con el espécimen? No omitas ningún detalle por favor.

El joven ignora por completo el pedido hecho por Se y se queda observando a la tigresa. - Blu, si no es mucha molestia me gustaría que hicieras lo mismo con él. Me evitarías la problemática situación de explicarle lo que ha ocurrido...

Blu levanta la cabeza y se queda viendo fijamente a Mahar Se mientras este se muerde los labios con impaciencia. Luego de un tiempo en silencio y con molestia en su expresión menciona: - Si esto es una broma, no es divertida.

Máximo no se mueve y continúa enfocado en Blu. - No me... Oye... - Escucha luego de sentir una punzada más leve en su cabeza.

- ¿Entonces puedes hacerlo conmigo todo el tiempo? - Interroga el joven intentando camuflar su anhelo.

- Si me concentro... puedo hacerlo... -Escucha de vuelta junto a una punzada aun más ligera que la anterior.

- ¿Hablar conmigo te causa dolor? -cuestiona mientras se sienta bajo la sombra del árbol en donde se encuentra la tigresa.

- Cuando lo intentaba antes... me causaba mucho dolor... ahora solo es algo incómodo...

- Entiendo -responde percibiendo como el dolor por comunicarse va desapareciendo -. Deberíamos retomar la conversación al respecto de la energía que necesitas. Comprendo que por mi bien no puedas tomarla toda, pero no habría problema si absorbes un poco más.

- ¿Estás seguro? -pregunta la tigresa saltando del árbol y aterrizando al lado de Máximo.

El joven sonríe antes de contestar afirmativamente. Nota como la conversación se hace más fluida a medida que la voz temblorosa adquiere firmeza. La punzada casi ha desaparecido y contempla como la presencia de Blu se hace más fuerte en su mente y retumba en sintonía.

Blu se restriega dando la impresión de estar apenada por su comportamiento anterior sobre la humanidad de Máximo, momentos antes de que esté sienta como el mundo pierde color y afloren unas profundas ganas de vomitar.

- Un poco menos Blu... -Logra murmurar luego de reunir toda su fuerza de voluntad y apretando los puños.

- Lo siento. Fue la emoción de sentirme algo más satisfecha.

Después de eso, el mundo retoma su color inicial y Máximo con brío ignora las ganas de expulsar el desayuno inexistente de su estómago.

- ¡Esto es increíble! ¡No me equivoqué al seleccionarlos como sujetos de estudio! ¡Se están comunicando! -Interviene Mahar Se luego de deducir lo que ocurre y a punto de saltar sobre ambos. Rápidamente regresa a su postura tranquila enseguida de haber notado cómo lo estaban mirando

- Por favor Máximo, cuéntame todo lo que te ha pasado con el espécimen sin omitir detalle. Preferiblemente desde el momento en el que la encontraste. Todo el contexto me sería de utilidad para comprender qué es lo que está pasando entre ustedes dos.

Y así, Máximo emprende el relato de todo lo que ha vivido junto a Blu, sin dejar pasar el pedido hecho por Klim, quien llegó junto con el cuerpo sin vida de una serpiente acorazada que terminarían comiendo, al respecto de punteros para su entrenamiento. Consumiendo de esta manera el día de descanso para el caballo con mucha facilidad y saludando con premura a una noche fresca y despejada.

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora