XII. Almuerzo de Compromiso.

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Máximo y Alarik bajaron de vuelta por la escalera de caracol de color blanco reluciente sin percatarse de que las miradas los seguían como las polillas siguen a las lámparas.

El primero en notarlo fue Máximo. El joven no se sintió incomodo pese a que la cantidad de personas había aumentado con respecto a las que había cuando él subió a cambiarse.

Alarik, saludó de forma cordial pero distante a personas completamente desconocidas para su acompañante. Todos iban vestidos con suntuosos trajes de color pastel o ceniza.

El joven no pudo evitar sonreír con ironía al percatarse de que por poco y era completamente invisible para ese presuntuoso grupo de personas: Ninguno se molestó en presentarse o en saludarlo hasta que Alarik lo introdujo formalmente.

– El joven que me acompaña se llama Máximo. Ya tendrán el gusto y la oportunidad de conocerlo personalmente.

>> De momento, permítanme decirles que haré un importante anuncio en contados instantes; así que, por favor diríjanse todos a la mesa para que podamos almorzar.

La mayoría de las personas saludan con un corto asentimiento cuando pasan por su lado pero otras ni siquiera lo miran.

Aquellos que por su distancia no alcanzaron a escuchar el anuncio hecho por Alarik, siguieron el ejemplo de los que sí lo hicieron; por lo que pronto el salón quedó vacío.

– Alarik, viejo amigo. Mucho tiempo sin verte. Parece que nuestras invitaciones se perdieron en el camino así que, para evitar malentendidos, decidimos asistir a este almuerzo organizado por tu magnánima familia.

El tono del hombre es incisivo y poco amistoso pese a que sus palabras pretendieran dar esa impresión.

Su aspecto es alargado y noble. Su cabellera canosa dilucida que cuenta con muchos inviernos en su haber. Va acompañado por un joven terso y bien parecido, que indudablemente es su hijo por la similitud.

El par iban vestidos con elegantes trajes de color blanco y dorado, bordados con gruesos hilos de oro y platino que proporcionaban un especial brillo cada vez que la luz del sol se reflejaba sobre ellos.

– Bienvenidos sean tú y tu hijo –contesta Alarik sin emoción en el tono–. Seguramente tienes razón con respecto a las invitaciones perdidas en el camino. Ya sabes, los caminos son pocos seguros en el Imperio por estos días...

– Personalmente no lo creo, pero mi padre insistió en ello. Afirma que no habría razón para que el jefe de la familia Ridwal, con la que mi familia Rivers ha mantenido una estrecha cooperación en los negocios durante tanto tiempo, no nos invitara... ¿O sí? –Interrumpe el joven con marcada cabellera dorada. Su apreciación mezcla un deje de ira con mucha cortesía.

– Y no se equivoca tu padre, Joven Tom. El asunto del compromiso no reviste mayor inconveniente.

>> Ya le he explicado a Gilbert lo que sucedió y creo que quedó lo suficientemente claro. La condición principal para que se diera aquel acuerdo entre nuestras familias, era la voluntad de Vanessa.

>> Y, dada su negativa, no pudimos hacer mucho al respecto. Bajo ningún concepto iba a obligarla a casarse con alguien a quien no quiere.

El joven Tom guarda silencio y baja la cabeza en un gesto que parecería una disculpa de no ser por los puños fuertemente apretados ubicados en su costado.

– Ya te lo había explicado, Tom... –Gilbert reprocha falsamente a su hijo–. Si no es muy grosero de mi parte, quisiera saber ¿quién es este humilde campesino que nos acompaña? No sabía que habías apadrinado a un discípulo en estas remotas tierras, Alarik. –Comenta mientras mira despectivamente a Máximo de arriba abajo–. Espera, ¿no me digas que eres de esa clase de hombres?

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora