XXXIII. Retorno (parte 1)

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Máximo parece más aturdido que el resto. Recuerda tangiblemente aquellas macabras imágenes donde su ciudad se bañaba en océanos de sangre. Las pilas de cadáveres amontonados y las tristes cabezas empaladas irradiando súplica. Su amada, presa del conflicto y de una muerte sin paz; y él, llegando tarde, faltando a la promesa de protegerle aunque le costara la vida.

Respira hondo mientras Michael y William siguen preguntando cosas que no comprende, sabe que tendrá que apresurarse para intentar hacer algo, lo que sea que permita que su amada y el mayor número de gente, su gente, sobreviva. No duda ni por un instante de las palabras de Joseph. No por el hecho de que le tenga confianza, sino por sus predicciones, las cuales hasta el momento, siguen sin fallarle.

No escucha nada más de lo que dice, emana una absurda sensación de superioridad que hace que pierda los estribos. Con un poderoso grito lo obliga a callar, William suspira y acerca la daga justo al cuello y menciona: -cuando estés listo, jefe.

Máximo lo observa; pregunta entre dientes: - ¿Cuándo atacarán? si sabes la fecha exacta te daré una muerte digna.

Joseph sonríe y guarda silencio, encoje su aura y le responde: - supongo que el ataque ya comenzó. Adelantaste los acontecimientos cuando te interpusiste con el sacrificio. Pero en fin...

Máximo permanece en silencio mirando al horizonte. Michael pregunta con curiosidad y una sonrisa afilada: -¿Sabes cuántos iluminados hay?

-No realmente, no son muchos ni muy pocos, supongo que lo suficientes como para conquistar el continente en el futuro. Según Amón, a lo sumo son diecisiete. –Responde con cierto grado de orgullo y arrogancia. Siente casi que aquellas criaturas y sus acciones le pertenecen.

Michael se lleva las manos a la cabeza y con una sonrisa fingida pronuncia: -Con que diecisiete... supongo que tú Señor estará muy molesto con nosotros. Dentro de la grieta presenciamos como dos Iluminados basuras fallecieron, uno a manos de la madre de esta hermosura y el otro a manos de Máximo. No son gran cosa después de todo... –Termina la oración levantando a Magnus lentamente del suelo.

-Imposible, imposible, imposible - continúa Joseph murmurando sin sentido durante un tiempo, luego de la nada menciona: -Me estás mintiendo. Simples humanos no podrían derrotarlos. Solo intentas provocarme. Sí, eso es. Lo haces por qué estás desesperado... En serio, un humano asesinado a un tocado...el mayor chiste que he escuchado en la vida.

-El mayor y el ultimo. Bastardo. –Contesta William con furia.

-Suficiente. William acaba con él, debemos partir inmediatamente.-Sentencia Máximo con la mandíbula apretada.

William se acerca al cuerpo del extasiado Joseph y menciona:- Rogaré para que el Dios Otis te perdone y permita tu ingreso a su reino. –Y sin más preámbulos le clava la daga profundamente en las vértebras del cuello.

-No creerás en nada de lo que dijo Joseph, ¿O sí? -Comenta William un poco más tranquilo luego de satisfacer su deseo de venganza -sería imposible que las bestias dirigidas por su "Señor" cuenten con un ejército tan grande como para arrasar con cinco ciudades.

-Tampoco creo en las palabras dichas por Joseph, William, Pero te equivocas en dos cosas: la primera, no se trata de cinco ciudades, sino de cuatro. Ya es seguro que Amón es un traidor por lo que con sus hombres pueden tomar fácilmente alguna pequeña ciudad como la ciudad de Raiven. La segunda, es aún más sencilla, fuimos enviados a esta expedición con la misión de averiguar, en resumen, si las bestias representan un problema serio para nuestra seguridad; y si así lo fueran, tomar las medidas respectivas para prepararnos para la batalla; pero, al nosotros no llegar, el posible ejército de bestias tendrá el viento a su favor y seguramente terminarían ganando, puesto que el factor sorpresa y probablemente un ejército interminable de criaturas serían irresistibles para todas –Contesta Michael observando con disimulo el semblante de su hermano.

Sangre de Dios: El Imperio. (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora