En busca de eso

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En la vida hay que perseguir tus metas. Ninguna decisión que tomes te llevará por el camino fácil. Debemos enfrentarnos al futuro, hacernos cargo de nuestras acciones. Y convencernos a nosotros mismos de que existe una razón para todo. Para sentir que estamos haciendo lo correcto. Estoy muy lejos de saber qué está bien para los demás. No me interesa saberlo tampoco. Porque al final sólo importa nuestra opinión, es nuestra vida después de todo. Pensé que de ahora en adelante tomaría las decisiones que me harían más feliz día a día.
Mientras pensaba en todo esto, sentada mirando el atardecer en el río, con Maya a mi lado.
Decidí por fin qué era eso que daba vueltas en mi cabeza una y otra vez. Lo iría a buscar. Iría. Porque aunque no sabía si estaba haciendo lo correcto, si acaso me arrepentiría en el futuro, entendí que ahora era lo que más deseaba. Tomé la correa de Maya y me levanté. El sol ya estaba escondiéndose, y una agradable brisa veraniega rozó mis mejillas. Cerré los ojos e inhale aire puro, para luego expulsar todas mis preocupaciones.

—¿Emma?

Pensé que estaba soñando. Su voz resonó en mi con fuerzas. Como si todo eso que sentía pude transmitírselo. Como mil flashbacks de aquellos meses. Pensé que venía por mi, que lo supo sin razón. Pero las cosas no son así. Él estaba trotando como siempre frente al río. Y lo nuestro fue
nuevamente una casualidad.

—Jack. Hola. —solté, aun confundida y abrumada.

—¿Pasó algo? —solo el sonido de su voz amable me llenó los ojos de lágrimas. Miré hacia al río y solté una risa avergonzada mientras secaba mis ojos con mis muñecas. Maya me miró moviendo su cola eufóricamente.

—No, nada. —respondí, pero claramente mi voz no decía lo mismo. Se acercó unos pasos y deslizó sus manos vendadas sobre mis mejillas. Lo miré a los ojos y enseguida me soltó. Se disculpó en voz baja, como si hubiese sido solo por costumbre.

—¿Estás segura? —preguntó de nuevo. Solté un suspiro y miré nuevamente hacia el río.

—Estás entrenando ¿No? debes volver al gimnasio.

—Eso no interesa. —Intercambiamos miradas unos segundos. Sentí que el café de sus ojos brillaba más que de costumbre. Levanté las cejas sorprendida. ¿Se quedaría conmigo en vez de volver a su entrenamiento? eso es nuevo. Miré el cabello en su nuca mojado con el sudor.

—De hecho, quería hablar contigo. —enseguida abrió sus ojos expectante—. Pero hablemos en mi casa. Maya quiere tomar agua también.

Caminó a mi lado sin preguntar nada. Tocó delicadamente mi mano porque quería llevar la correa de Maya. Se la entregué y enseguida la perra se puso feliz. Fue un roce tan pequeño, pero me aceleró el corazón como la primera vez. Encendí todas las luces apenas entramos. Le expliqué que mi mamá se había ido de viaje de negocios, y que si quería ir a darse una ducha.
Dudó unos segundos y luego asintió. Con permiso... murmuró entrando al baño. Sentí esa distancia a pesar de que incluso nos fuimos juntos de vacaciones. Había pasado un año, pero al mismo tiempo sentí que no había pasado nada. El tiempo se congeló para nosotros. Y ya no sabía cómo derretirlo.

Fui a mi closet por mi camiseta rosada pastel que tenía escrito YOLO, la única xxl que tenía. Me senté en el sillón a esperarlo unos cortos 5 minutos. Luego salió usando el mismo buzo. Le ofrecí la camiseta, y él se rio un poco al verla, finalmente fue al baño y se la puso. Le quedaba sorpresivamente bien, pero me pareció divertido verlo con ese color. Se sentó a mi lado y enseguida Maya se acostó en sus piernas.

—No sé cómo empezar a decir esto... —suspiré. Me miró con sus grandes ojos compasivos. No sé qué podía estar pensando en ese momento, pero esperó con un gesto tranquilo, como siempre—. Tu me dijiste lo que sentías. Ahora voy a responderte. —anuncié. Pestañeó varias veces y se acomodó haciendo que mi perra se fuera hacia la cocina—. Bueno... ¡Agggg! —me tomé la cabeza de la frustración y desordené mi cabello—. No sé por qué me cuesta tanto ser sincera. Ha pasado tiempo, y siento que sigo siendo la misma niña enamorada de algo imposible, como al principio.

—Tu fuiste sincera. Siempre. —soltó de repente sorprendiéndome—. Yo fui el que negué lo que sentía por ti. Trataba de actuar distante, para no incrementar esos sentimientos. Mientras tu, siempre fuiste sincera conmigo. Ahora lo sé.

Negué con la cabeza y entrelacé mis dedos con fuerza.

—La verdad es que me cuestioné mucho eso Jack. Si realmente me gustabas, o si era solo admiración lo que sentía. No sabía nada en ese entonces. Y cuando volviste, tuve miedo que nada haya cambiado. De yo no haber cambiado. Porque de ser así, seguiría dudando de las mismas cosas y no es eso lo que quiero. —Lo vi asentir con un ligero gesto de tristeza en su rostro. Solté mis manos y me acerqué un poco más a él—. Pero aún así. Si no lo intento, nunca sabré. —Al instante sus ojos se abrieron como platos. Sonreí al ver su expresión tan cerca mío—. Si esto es amor, o no... sigo pensando en ti todo el tiempo. Igual que los últimos 13 meses. Por eso, quiero descubrirlo. Entender si me enamoré del Jack Callen, el boxeador, o de éste Jack que está frente a mi ahora. —Su rostro se iluminó de felicidad. Abrió la boca tratando de decir algo, pero solo logró emitir un Ah--- sin sentido.

—¿Entonces? —soltó por fin.

—Entonces... me gustaría que empezáramos de cero. Olvidar esa primera vez en que nos conocimos. No ser la niña y el boxeador, sino iguales.

—Hecho. —asintió con una sonrisa sincera, y se me hizo inevitable copiársela al instante. Extendió sus brazos y formó un arco con sus cejas—. ¿Puedo...? —preguntó, enseguida me alejé y miré hacia un costado.

—En la segunda cita.

—Esta bien. —bajó sus brazos resignados y yo me reí feliz. Era el mismo. Yo también. Pero en ese momento sentí que algo nuevo estaba por comenzar. Algo mejor y más sincero.

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