Rusia

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Todo pasó más rápido de lo que imaginé. Esos pocos días con mi mamá fueron realmente cortos. Me prometió pedir vacaciones en invierno, para salir a algún lado nosotras solas. Pero para eso aún faltaban tres meses. Lo demás fueron muchos abrazos y besos. Me dio gusto ver que estaba feliz, y que además había encontrado a alguien bueno, como se merece. Tal vez por lo mismo estaba más relajada con lo de Jack y yo. Dijo que me notaba más madura, y que eso la tranquilizaba, aunque no sé qué tan así sea en realidad.

Lloré y seguí llorando en el taxi, todo el camino hasta el aeropuerto. Dejar a Maya me costó mucho más de lo que pensé. Es mi compañera, mi única amiga que me acompañó en todos los momentos difíciles. Pero sabía que ir viajando de país en país no es fácil para ella. Está acostumbrada a Riverlight, al río y a las multitudes pequeñas. Por eso sé que le cause un estrés enorme en los aviones y no quería que siga pasando por eso. Sobretodo porque ahora, serían menos tiempo el que nos quedaríamos en cada país. En Alemania fue más porque Alex estaba allí.

Ahora sí, debía ser fuerte por mi cuenta. Y dentro de mí sabía, que volvería pronto. Así que espérame, Maya.

Luego de casi diez mil kilómetros de distancia, llegamos a Moscú. Era una ciudad tan hermosa, casi sacada de un cuento de magia, que no pude despegar mi vista de la ventana hasta llegar al hotel. Olvidé todo el cansancio que sentía y le pedí a Jack que fuéramos pasear enseguida. Tomé miles de fotos de la catedral de San Basilio. Quedé impresionada con lo hermoso que era. Mientras yo exclamaba entusiasmada, Jack observó todo en silencio, con las manos en los bolsillos.

—¿Habías venido? —pregunté, parándome junto a él.

—Nunca lo había visto de cerca.

Tal vez esa sea su manera de disfrutarlo. Tomé su brazo y lo atraje hacia mí.

—Tomémonos una selfie.

Puse mi cámara hacia nuestros rostros notoriamente cansados por el viaje. El palacio se veía de fondo, iluminando el paisaje con sus múltiples colores. Entonces pensé, ¿Cuántas fotos tengo junto a Jack? ¿Tres con esta? ¿Y cuánto tiempo llevo enamorada de él? me gustaría decir que han sido sólo los seis meses que llevamos juntos, pero no puedo descartar mis sentimientos del año pasado. Aún cuando él se había ido. Aún cuando me había dejado sola. No deje de pensar en Jack un solo día. Aunque no quería admitirlo, tenía la esperanza de que algún día volvería y vendría a buscarme. Ahora lo veo a mi lado siempre, y de alguna manera se me sigue haciendo raro.

Esa noche no pude quedarme dormida. A pesar del cansancio, me quedé con mi cabeza apoyada en el pecho de Jack por horas. Sintiendo sus tranquilas palpitaciones. Admiré de nuevo, cada detalle de su piel. Pero entonces yo no sabía, que las cosas podrían cambiar tanto en un mes.

—¿Estás en el estadio?

—Sí, ahora está la pelea de inicio. —dije, tratando de salir de entre la multitud hasta el pasillo con más silencio. Me apoyé en la pared cerca de los baños—. Y... ¿Cómo estás?

—Qué puedo decir... —escuché un suspiro de su parte. No estaba bien para nada, se le notaba en la voz. Se me hacía un nudo en la garganta al saber que yo no podía hacer nada por ellos—. Et se va mañana.

—¡¿Mañana?!

—Sí. Ya encontró lugar. Está decidido. —Cambié de mano mi celular y apreté mis labios—. No pude hacer nada. No pude detenerlo...

—Marc... tranquilo. —dije, tratando de que mi voz no se quebrara. Quién diría que esto pasaría. Mathan parecía la pareja ideal, por donde lo mires. Yo siempre tuve algo de celos. Por cómo se entendían, hablan de todo, se apoyaban mutuamente. Era como si hubieran encontrado un pequeño mundo dentro de ellos dos. Y que así más fuertes podrían con todo lo demás. Hay personas que nos hacen sentir invencibles, capaces de todo. Pero no todo es tan fácil como suena—. Yo estaré pronto contigo. No te preocupes, buscaremos una solución. —escuché su llanto del otro lado y me tomé la cabeza desesperada—. No llores... Marc, no llores por favor. Todo va a estar bien.

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