Asciende

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Era demasiada información en muy poco tiempo para una joven de 18 años. Y él lo sabía. Seguía sin procesar lo anterior y ahora me decía ¿qué? ¿Se iría de nuevo? ¿Cuál es el punto de esto entonces?

—¿Q-qué? —solté apenas. No entendía nada y sentí que mis piernas perdían fuerza.

—Si gano la siguiente pelea. Seré el campeón de pesos pesados de Australia.

—Sí...

—Y ya he recibido ofertas del extranjero. El campeón ruso se contactó con mi padre, quiere entrenar conmigo. En Alemania también. Y no sé qué seguirá después, por eso...

—¡Espera, espera, espera! —Exclamé moviendo mis manos en el aire—. Te vas a ir de igual manera ¿No?, aunque no ganes, ya te han invitado a entrenar con los campeones de diferentes países.

—Bueno sí.

—¿Cuál es el punto entonces? —lo miré a los ojos indignada. Él todavía no entendía—. ¿Cuál es el punto de que estemos juntos de nuevo? ¡Avísame eso antes, entonces yo...

—Porque quiero que vayas conmigo Emma. —Me interrumpió dejándome sin palabras—. Sé que soy egoísta. Pero no quería repetir el mismo error del año pasado. Cuando dije que volví por ti, hablaba en serio. Pero recién terminaste el instituto, y veo que ya tienes planes para el futuro y cosas que quieres hacer. Quiero apoyarte en eso también. No quiero que vengas conmigo si vas a hacer infeliz. Por eso, la decisión queda en tus manos. Y tampoco quiero que te estreses por esto. Puedes responderme después de la pelea. Cuando tenga el título de campeón. Te estaré esperando.

Caminé a mi casa con mi vista perdida en la inmensidad. Y es que no podía con tanto. Está bien, no quiero que me trate como una niña. Yo misma le dije eso. ¿Pero dejar una decisión tan importante en mis manos? entendí enseguida que me costaría un mundo pensarlo. ¿Por qué debe ser tan difícil todo? Por qué no me enamoré de un compañero de clases como alguien normal. ¿Acaso mi mamá me dejaría? ni loca. ¿Él pensó siquiera en eso? supongo que no. Sólo tiene boxeo metido en la cabeza. Entré a mi casa con un suspiro y tiré las llaves sobre la mesa. Maya me saludó moviendo su cola de un lado a otro. Me agaché a su lado y le di un abrazo (aunque ella los odia) luego me tiré al sillón y tomé mi celular. Tenía mensajes de Marc y Ethan. Sentí enseguida que debía contarles, que necesitaba consejos. Pero ellos están ocupados, recién instalándose en la ciudad. Y después de todo debía decidirlo yo.

Pasaron días. Entre mis dudas, revisé una y otra vez el programa de Kinesiología de Riverlight. ¿Era lo que quería? ¿O acaso inventé algo para no quedarme atrás? mi mamá estaba tan feliz cuando le conté que quería estudiar aquí. Se decepcionaría muchísimo. Caminé por la ciudad una y otra vez. Salí con Maya, me quedé sola en la noche mirando al río. ¿Qué era lo que quería? ¿Me arrepentiría?

Una noche caminé por toda la ciudad hasta detenerme en un gimnasio con las luces encendidas. No sé por qué paré allí. Quizá sea porque las luces eran muy intensas comparadas con la tranquila calle. Tampoco era tan grande, ni tan moderno. Pero me quedé allí mirando hacia adentro. Noté que no había máquinas costosas, sino un brillante ring rojo. Quedaban sólo algunas personas adentro, unos estaban saltando la cuerda, y otros golpeando uno de los sacos que había colgado del techo. De una puerta salió un señor de pelo gris y me quedó viendo. Era el padre de Jack. Sentí que lo odiaba por un segundo. Luego recordé lo afligido que estaba en el hospital luego de que su hijo hubiera perdido su última pelea.

Caminó hacia la puerta y se asomó. —¿Emma? —preguntó. Moví mi cabeza en forma de saludo. Ya no recordaba si alguna vez me había llamado por mi nombre.

—Tanto tiempo, señor Callen. —solté.

—Sí. —Un par de chicos del gimnasio salieron con sus bolsos, me miraron unos segundos y luego se despidieron de él como "entrenador"—. Jack fue a correr. Por si lo buscas. —Dijo apenas se fueron.

—Ya veo.

Me despedí con educación y seguí mi camino. Por un segundo pensé que era una señal divina. Que era la respuesta a mis dudas, pero él no estaba. A fin de cuentas, no significaba nada. Estuve con mi cabeza cabizbaja mientras me devolvía a mi casa por la calle junto al río. Eran casi las 12 de la noche y parecía que estaba sola en la ciudad. Escuché el sonido de alguien correr a la lejanía, a los pocos segundos el sonido se detuvo, y unos zapatos aparecieron frente a mí. Levanté la cabeza y sentí un nudo en la garganta.

—Emma... ¿Q-qué haces a-aquí? —preguntó con la voz entrecortada. Tuve que desviar la mirada un segundo. ¿Acaso entendía todo lo que me he quemado la cabeza estos días por su propuesta? y verlo aquí frente mío, justo cuando pensé que eso del destino no existe. Que ya era tarde, no lo encontraría. Lo miré de nuevo a sus ojos. Seguía esperando que le respondiera.

—Eres un idiota enserio. —solté. Levantó las cejas confundido y yo me reí de la ternura. Corrí los pocos metros que nos separaban y me lancé a sus brazos con fuerzas. Jack tardó unos segundos en reaccionar. Luego rodeó mi espalda con sus manos. Por primera vez en muchos días, tuve mi mente en blanco. Las mejores cosas las hacemos sin pensar demasiado. Y es que lo extrañaba tanto que no era algo que podía controlar. Me separé de él sólo unos centímetros. Puse mis manos en sus mejillas y lo besé. Me miró sorprendido, con esos ojitos cafés de perro.

—Estoy bañado en sudor... —murmuró. Sonreí y besé sus labios otra vez.

—No me importa. 

EMMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora