El Jack que no conocía

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Hay muchas cosas de Jack que aún no conozco. Como por ejemplo que cuando tenía apenas 10 vino a Alemania a entrenar por 2 años. Y que se haría amigo de un niño rubio llamado Alexander Mayer. De seguro no esperaban que 15 años después ambos se convertirían en los campeones de su país. Me contaron que el gimnasio era el mismo de ese entonces, (solo que más moderno) y podía imaginarlos allí entrenando. Corriendo por los pasillos rodeados de adultos.

—Estoy muy feliz de conocerte Emma. —soltó Alexander. Estábamos sentados en una habitación, (al parecer de los entrenadores) conversando. Llegamos aquí buscando algo de privacidad, ya que todos los chicos del gimnasio se acercaban a Jack a saludarlo y pedirle autógrafos—. Eres la primera novia de Jack que conozco. —Abrí los ojos sorprendida, enseguida Jack bajó la cabeza avergonzado.

—¿Es enserio? —pregunté.

—¡Sí, sí! no nos veíamos hace ¿Dos años? —miró a Jack y él asintió—. Pero siempre nos juntamos y contamos todo. Jack nunca habla sobre chicas, es muy injusto. Yo pensé que era homosexual.

Vi a Jack rodeando los ojos y me reí.

—Yo también lo pensé. —admití sorprendiéndolos. Alex se rió y golpeó a su amigo en el brazo.

—No sé cómo sentirme con eso. —suspiró Jack.

Luego de un rato más conversando, Alex y Jack quedaron en hacer un spar la próxima vez. Su amigo es mucho más amigable que lo que su rostro representa. Y me alegró mucho ver a Jack así de emocionado hablando. Hasta ahora no tenía idea de si tenía amigos, o de su pasado, pero creo que ahora podré saber un poco más.

Cuando llegamos al hotel, apenas nos bajamos del auto y le puse la correa a Maya no pude evitar preguntar:

—Jack. ¿Por qué pagaste dinero extra para que dejaran entrar a Maya? —solté como un escupo de palabras que tenía almacenadas en mi pecho. Me miró confundido, luego respondió.

—Hice las reservas antes de saber que traerías a Maya, por eso... —asentí. Me sentí algo estúpida por haberme preocupado por eso—. Si quieres nos cambiamos, para que esté más cómoda.

Lo miré a los ojos y sonreí. Parecía tan serio que me dio ternura. Un hombre que se preocupa por tu perro, es uno que de verdad te aprecia.

—No te preocupes. Maya está feliz.

Los días pasaron rápidos, los intensos entrenamientos de Jack y Alexander eran cosa sería. Todos los chicos del gimnasio se reunían a verlos para "estudiar". Parecía increíble la cantidad de personas que los admiran tanto, y claro, son los campeones de sus países, y ya están posicionados en la lista de los mejores del mundo. Así rápidamente la noticia se difundió, y llegaron personas de otros lugares queriendo entrar al gimnasio. Tuvieron que aumentar la seguridad del recinto, incluso algunos periodistas lograron entrar, y el spar de estos amigos de infancia ya se había convertido en portada en el diario local para el día siguiente.

Entre todo, varias veces salí a pasear con Maya mientras ellos se llenaban en su mundo de boxeo. Habían pasado sólo algunos días, pero no podía evitar pensar en que debía encontrar algo que hacer allí. No podía quedarme para siempre viviendo gracias a Jack, conociendo la ciudad y tomando café. Debía tratar de seguir mi propio camino, aún estando aquí juntos. Jack estará muy ocupado después de todo, y quién sabe. Quizá todo ese tiempo libre me dé la oportunidad de hallar mi pasión. Esperaba encontrar algo que me guste, pero el destino bien maldito, me trajo otra cosa.

Caminaba junto con Maya en un cruce bastante ancho y concurrido. Me detuve a la mitad cuando la luz cambió a roja. Y mientras las personas que quedaban en la calle se apuraban por llegar al otro lado, un camión dobló rápidamente y atropelló a un hombre alto y rubio que salió volando varios metros por el aire. Se oyó el fuerte sonido del freno del auto y luego silencio. Unas señoras comenzaron a gritar, y todos allí se dieron vuelta a mirar al joven en el piso. Antes de siquiera poder reaccionar, ya me encontraba corriendo por la calle hasta alcanzar al hombre. Me hinque a su lado y grité: ¡ALGUIEN LLAME UNA AMBULANCIA! en un enfurecido inglés que al parecer algunos alemanes allí entendieron y sacaron sus celulares de sus bolsillos. Lo tomé del hombro y lo volteé para poder ver su rostro. Me quedé en shock. Mis manos que antes estaban calmadas a pesar de la estresante situación, empezaron a temblar. No puede ser... ese cabello rubio y ondulado era uno que ya conocía. Tenía los ojos cerrados, estaba inconsciente. Pero no tenía duda: Era Ryan Nolan. 

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