Lo que tenía que pasar

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Di un paseo por la ciudad mientras Marc se iba a su entrenamiento. Lo abracé antes de que se fuera, porque sentí que lo necesitaba. Ver sus bellos ojos tan perdidos me hacía sentir horrible. Y como no podía hacer nada para ayudarlo, sólo me quedaba esperar.

Me detuve a mirar un parque de perros. Habían de todo tipo, grandes y pequeños corriendo con emoción y jugando. Pensé en lo mucho que extraño a Maya, quería verla pronto.

—Emmabella. —su voz me crispó de la sorpresa. No podía ser posible... voltee despacio hasta encontrarme con su figura alta acercándose a mí. Traía jeans y camisa, su cabello dorado había comenzado a crecer y su sonrisa se mostró complacida de verme allí—. ¿Por qué siempre nos encontramos? ¿No has pensado que podría ser algo más que una simple casualidad?

Se me hizo un nudo en la garganta. Mis pies se movieron solos hasta él, estiré mis brazos por su cintura, pegando mi cuerpo al suyo hasta que nuestra distancia fuera nula. Se sorprendió tanto que se quedó inmóvil. Luego de unos segundos deslizó sus manos por mi espalda y apoyó su cabeza en mi hombro. Sus dedos largos me agarraron como si no quisiese dejarme ir nunca más. Y eso era precisamente lo que yo quería.

No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero lo suficiente como para sentir frío al alejarnos. Nos miramos a los ojos como si con eso bastara para entendernos. ¿Acaso él sabe lo hermoso que es? mis ojos dolían después de un tiempo con lo brillante que es su presencia. Pero es cálido, amable. Te daban ganas de quedarte a su lado por siempre. Y por fin sentí a mi corazón con esa libertad para quererlo.

Nos quedamos sentados en el pasto mirando hacia el río. Cuando tomó mi mano me acerqué más a él. Apoyé mi cabeza en su hombro, y él acarició mi cabello con cuidado.

—¿Es una locura? —preguntó. Miré sus ojos verdes y asentí.

—Estás loco.

—Que raro... en mi mente sonaba bastante cuerdo. —me reí y él sonrió buscando mi mirada. Enseguida me cohibí con la intensidad de sus ojos—. Tu risa es muy linda.

Rodé los ojos incrédula. Era la primera persona en el mundo que me decía eso.

—No lo creo. —bufé.

—Es enserio. —posó su mano en mi mejilla, deslizando su pulgar por pómulo hasta llevar un mechón de cabello detrás de mi oreja.

Tomé su mano y lo miré a los ojos, entendí que cada palabra la decía con seriedad, aunque viniendo de él todo parecía una locura.

—Por ahora me quedaré con Marc. —dije, retomando lo de su propuesta de que vaya a vivir con él—. Hasta que esté bien, por lo menos. También debo volver con mi mamá, así que no podría responderte aún.

—Está bien. —bajó la vista y deslizó sus dedos en los míos. Luego sus ojos se iluminaron, como si hubiese pensado en algo—. Acompáñame. —tomó mi mano y tiró de ella.

—¿A dónde vamos?

—Ya verás.

Luego de caminar unos diez minutos, se detuvo en un pequeño recinto de ladrillos, que tenía una placa afuera que decía: Kidsbox lo miré extrañada, ¿Por qué veníamos a un gimnasio de niños? Ryan se asomó por el patio, donde había un grupo de niños y niñas de entre ocho a diez años. Llevaban unos pequeños guantes en sus manos, y frente a ellos había un señor bigotudo de cabello gris. Uno de los niños de cabello negro puntudo, abrió los ojos emocionado al ver a Ryan.

—¡Es el profe Nolan! —gritó, haciendo que toda la atención que había antes en el señor, se dirigiera hacia nosotros.

Todos los niños y niñas se posaron en la reja saltando emocionados. Ryan caminó hasta ellos y los saludó.

—Kevin, deberías prestar atención en la clase. —le dijo al niño de cabello puntudo, que enseguida formó un puchero. El señor con bigote se acercó a nosotros con una sonrisa.

—¿Por qué viniste? ¿No es tu día libre? —le preguntó. Ryan pasó su mano por su nuca.

—Sólo venía a saludar.

—¡Profe Nolan! ¡Profe Nolan! ¡Quédese! —suplicó una niña de trencitas.

—¡Sí! ¡Sus clases con más divertidas! —lo siguieron los demás.

Ryan se agachó frente a ellos con una sonrisa.

—No digan eso. Además, nosotros nos veremos este viernes, ¿No es así?

—¡Sí pero falta muchooooo!

—Son sólo dos días. Allí veré los resultados de su esfuerzo de hoy. ¡Así que ánimo! ¿Okey?

—¡Okey! —exclamaron todos al unísono.

—¡Y háganle caso al profe!

—¡Si! —los niños gritaron emocionados y volvieron a sus posiciones de antes. Estaban tan concentrados en él, que ni siquiera le dieron importancia a mi presencia. Ryan se despidió con la mano. El señor bigotudo asintió con una sonrisa.

—Ryan...

Me llené de orgullo al verlo así. Volteó a verme con una sonrisa. Sus ojos estaban llenos de vida. Se acercó a mí y me abrazó con fuerzas. Rodeó mi cintura y me levantó, para luego girar sobre nuestro eje y dejar a mis pies tocar nuevamente el piso. Besó mi mejilla y habló en mi oído.

—Es gracias a ti Emma... gracias.

Cuando caminábamos de vuelta me contó cómo surgió la oportunidad y lo mucho que le gusta este trabajo. Por mi parte, jamás había pensado que podría dar clases de boxeo a niños. Encontró algo en poco tiempo y además parecía ser muy querido por todos allí. Estaba diferente, es como si su sonrisa fuera más real que nunca. Y me sentí tan feliz de verlo así. Es una nueva oportunidad de mantenerlo cerca de su pasión. Y se nota que esto significa mucho para él.

Nos detuvimos en donde nos encontramos. Ya estaba atardeciendo y aunque no dijimos nada, se sentía que debíamos despedirnos. Me miró a los ojos por largos segundos, su verde se veía aún más claro con el naranjo del cielo. Pasó su lengua por sus labios y ladeó la cabeza.

—Bésame. —pidió. Me reí al ver sus ojos suplicantes.

—No.

—Por qué...

—Si te beso ahora no podré parar.

Sentí mis mejillas enrojecerse. Él sonreía.

—Y no pares entonces.

Me acerqué un paso más, Ryan esperó atento a lo que estaba por hacer. Me puse de puntillas y besé su mejilla para luego alejarme varios metros.

—¡Nos vemos! —exclamé, moviendo mi mano en el aire. Él achicó los ojos, inconforme con mi despedida. Finalmente levantó la mano también y sonrió. La verdad es que me muero de ganas de besarte Ryan, pero esta vez quería ir lento. Quiero conocerte más. Tener varias citas primero. De esa manera entenderás, que lo que quiero contigo es real.

EMMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora