Lluvia veraniega

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—Ese beso... —soltó suspicaz—. ¿es un sí?

Caminé un par de pasos más y luego me detuve a verlo.

—Me dijiste que te respondiera después de tu pelea. —Jack asintió cabizbajo, yo me acerqué hasta quedar frente suyo—. Lo he pensado mucho. De verdad. Pero sabes que no es tan fácil. Mi mamá nunca me dejaría.

—Podemos hablar los dos con ella.

Negué con la cabeza y tomé sus manos.

—No quiero pensar más en eso ahora. Sólo quiero disfrutar este momento.

—Mañana me voy a entrenar a las montañas. No volveré hasta antes de la pelea. —anunció. Me puse de puntillas para besarlo delicadamente.

—Con mayor razón.

Mientras caminábamos una lluvia repentina comenzó. Nos escondimos debajo del techo de un local que había cerca e intercambiamos miradas en silencio. Entonces usó de excusa que era tarde, para invitarme a pasar la noche en su departamento. ¿Qué le diría a mi mamá? no podía usar a Ethan o Marc ahora, porque ya sabe que están en Sidney. Tampoco tengo otros amigos. Cuando estábamos en el ascensor revisé mi celular. Tenía un mensaje suyo. —Emma. ¿Dónde estás? observé el cabello de Jack ligeramente mojado con la lluvia y respondí: —Mamá perdón. Me encontré con Jack y me quedaré a dormir esta noche en su casa. Enseguida apagué el celular y lo guardé en mi bolsillo. Nuevamente, la lluvia era mi resguardo.

Apenas entramos, fue por el secador y me lo entregó. —Esta vez no te enfermes. —Soltó. Le hice caso y me sequé el cabello mientras él se daba una ducha. Los recuerdos eran inevitables. Todo en su departamento estaba igual. Aunque quizá más vacío que antes. Salió a los pocos minutos usando un buzo y una camiseta negra. Nos sentamos en la mesa a tomar un té de ginseng. Puso una bella música de piano que comenzó a sonar sutilmente por todo el living.

—¿Chopin? —pregunté. Jack asintió. No tenía idea de que le gustara la música clásica. Y de seguro hay muchas otras cosas que aún no sé. Le conté que Ethan y Marc se habían ido a Sidney y que desde entonces no hemos hablado mucho. Luego me distraje con la melodía del fondo. Comenzó a sonar la nocturna número 2. E instantáneamente cerré los ojos y dejé de hablar.

—¿Te gusta? —preguntó en una voz baja y rasposa. Abrí los ojos despacio y asentí.

—Es la favorita de mi mamá. Solía ponerla mucho cuando era pequeña. Pero cuando se separó de mi papá dejó de escucharla. Nunca entendí porqué.

—La música conecta con las emociones y los recuerdos. —dijo, al mismo tiempo sostenía mi mano con delicadeza—. Tal vez su melodía se convirtió en algo triste para tu mamá.

Miré atenta sus ojos mientras hablaba. Sin duda es muy diferente a como me imaginaba a los boxeadores profesionales. Bajé la vista a sus grandes manos, su piel se sentía rasposa sobre las mía. Se encontraba justo a mi lado, y sentí que no era suficiente.

—Jack vamos a dormir. —propuse embobada. Él soltó mi mano y levantó las cejas.

—¿Tienes sueño? vale, tú duerme en mi cama, voy a traer unas mantas para el sillón y... —estaba por levantarse de la mesa cuando lo detuve tomando su muñeca.

—Quiero dormir contigo... —admití. Su gesto cambió enseguida. Rascó su nuca y luego me miró más serio.

—Vale.

Me acosté al mismo lado de la cama mientras lo esperaba. Entró por la puerta y apagó las luces. Entonces quedó solo el fulgor de la ciudad iluminándonos débilmente desde la ventana. Se sentó en el otro extremo sin mirarme. No entendía en qué estaba pensando, quise preguntar, pero habló antes de que pudiera:

—Emma no quiero hacerte nada. No hasta que tenga la certeza de que te irás conmigo. —Volteó a verme, yo abrí grandes mis ojos mientras sentía mi corazón acelerarse—. Porque si es esta una despedida, no la quiero—. Bajó la cabeza unos segundos, y a mi se me hizo un nudo en la garganta. Pensé entonces que de verdad me aprecia. De no ser así, no haría algo como esto. Tragué saliva y esperé a que me mirara a los ojos de nuevo—. No podría soportarlo...

Alejé la manta que me cubría y me acerqué hasta él. Lo rodeé con mis brazos apoyando su cabeza en mi pecho. Quise decirle muchas cosas, pero ninguna de ellas las podría asegurar. Sentí además, que si hablaba mi voz de quebraría enseguida. Me conformé con acariciar su cabello. Él tomó mi brazo con fuerzas y me besó. Como si le doliera, como si hubiese estado sufriendo durante mucho tiempo por su cuenta. Deslizó un mechón de mi pelo detrás de mi oreja y habló despacio—. Te amo... 


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