Duele

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¿Yo? ¿Enamorándome de Ryan? negué con la cabeza enseguida. Jack me miraba atento.

—¿Estás loco?

—¿Lo estoy?

Apreté mis labios con frustración.

—Jack. Yo te amo a ti. —mi voz se quebró al decirlo. Él esbozó una pequeña sonrisa melancólica—. Eso no volverá a pasar. No lo veré nunca más. Por eso... perdón. Perdón. —bajé mi cabeza para que no me viera. Él estiró su mano hacia mí.

—Levántate. Ven aquí.

La tomé y me senté a su lado en la cama. Maya entró a la habitación y nos quedó viendo a los dos mientras jadeaba. Deslizó sus dedos por mi cabello y besó mi frente.

—¿Aún te quieres ir conmigo a Rusia? —preguntó. Asentí varias veces y él sonrió.

—Iré a donde vayas. Quiero estar contigo.

—Está bien. —Mordí mi mejilla por dentro. ¿Acaso no estaba enojado? ¿Por qué? Maya vino hacia mí moviendo su cola. Acaricié su cabeza y suspiré. No quería hacerlo llorar nunca más. Mi corazón se estrujó de sólo recordarlo. Le hice mucho daño. A él, a Mía. ¿Y sin embargo me perdonan? no lo entendía. ¿Pero acaso estaba esperando otra cosa? Qué habría hecho si se hubiera enojado, si me hubiera dicho que me fuera, que terminemos—. Emma...

Levanté la cabeza al oír su voz. Me perdí en mis pensamientos de nuevo y lo preocupé. Jack puso su mano en mi hombro y me atrajo hacia él. Apenas apoyé mi cabeza en su pecho cerré mis ojos. Había olvidado lo mucho que me gusta estar entre sus brazos. Su olor, su calor.

Intercambiamos miradas con nuestras manos entrelazadas. Los dos en la cama, como si el tiempo se hubiese detenido. Como si no tuviéramos nada más qué decir. Era tarde, pero no tenía sueño. Mi mano se veía tan blanca y pequeña sobre la suya.

—Te ha crecido mucho el cabello. —soltó con voz suave. Deslicé mis mechones detrás de mi oreja y asentí.

—No me lo he cortado desde que volviste. —Bajé la vista y luego recordé lo de hoy en su camarín y los periodistas—. Entonces... ¿Ahora no tienes entrenador? —Su rostro cambió apenas lo mencioné. Dejó de acariciar mi mano y suspiró.

—No...

—¿Y no lo necesitas?

—Sí, pero...

Estaba por decir algo y se detuvo. ¿Tendrá algo que ver con su papá? él fue su entrenador toda su vida, ¿No? me resigné a acariciar su mano porque sé lo difícil que es hacerlo hablar. Seguía pensando que debe tener una razón para no querer contarme lo de su papá. Él siempre la tenía. Y tampoco era el momento para volverme a enojar por eso. Nos quedamos en silencio por largos minutos. Cerré mis ojos y sentí su mano recorrer mi mejilla con delicadeza. Mañana volvería a Australia. Y él se iría a Rusia. Tal vez no era el mejor momento para separarnos. Como siempre, no tenemos acuerdos claros sobre nuestra relación. Con decir que queremos estar juntos es suficiente, y hasta ahora eso me ha parecido bien, pero, pero si llego a sentir eso también por alguien más, ¿Qué pasa entonces?

Me desperté con los pasos de Jack ir y venir por el pasillo. Parecía temprano, pero por lo que escuché en la van de ayer, tenía bastantes cosas que hacer. Yo debía levantarme también, pero sentía el cuerpo pesado. Quería cerrar los ojos y despertar en mi casa. Me moví entre las sábanas estirando mis brazos por sobre mi cabeza. Escuché el celular de Jack sonando a lo lejos y luego su voz lejana. Abrí los ojos cuando sus pasos se acercaron.

—Emma me voy. —anunció. Levanté la cabeza para hacerlo entrar en mi campo visual pero antes él llegó hasta mis labios y me besó con fuerzas. Fue algo rápido, pero muy intenso. Quizá lleno de sentimientos. ¿Cuándo fue la última vez que lo bese? ninguna vez después de Ryan, eso lo sé—. Avísame cuando cuando llegues a Australia.

EMMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora