Madurar

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Habían días y días. La mayoría estaba tranquilo, otros incluso sonreía. Y aunque tal vez se sentía feliz de tenerme a su lado, nadie podía llenar ese vacío que dejó el boxeo. Fue solo un momento que lo dejé solo. Un arrebato agresivo después de haber aguantado mucho. A pesar de que vi su tristeza, nunca noté que había tanta ira guardada en su interior.

—¡JACK! ¡JACK! ¡BASTA! —grité, afirmándolo del brazo. Sus ojos llenos de rabia me asustaron. La pared estaba ahora rota, y sus nudillos sangrando. Abrí los ojos de la indignación, y posé mis manos en su pecho para empujarlo hacia atrás con fuerzas—. ¡¿Cómo puedes ser tan idiota?! —gruñí sorprendiéndolo. Sentí una ráfaga de calor subir por mis venas hasta mi cabeza—. ¡¿Para ti qué ha sido todo este tiempo de recuperación?! ¡¿Qué acaso no te importa?! ¡Para qué crees que estoy yo aquí! —me moví por la habitación inquieta. Di vueltas en mi lugar, mirando la pared y luego su puño enrojecido y salpicando gotas de sangre al piso—. Agg, no puedo creer esto...

—¡¿Qué es lo que no entiendes?! ¡Yo sin boxeo no soy nada! ¿No dijiste hace tiempo que querías conocer al verdadero Jack? ¡Pues esto soy! ¡Esto es lo que queda de mí! ¡Y si tanto te molesta vete ya! —Sentí mi piel erizarse. Era la primera vez que lo oía levantar la voz así, y era dirigido hacia mí—. Vuelve con Nolan rápido, así nos ahorramos todo esto. —se sentó en la cama y rascó su cabeza. Me quedé allí parada frente a él analizando lo que acaba de pasar.

—¿Eso es lo que te molesta? —pregunté alzando las cejas. Me miró unos segundos y bufó—. Por dios. —caminé hacia la puerta y luego me devolví—. ¿Qué esperabas? ¿Que siguiera detrás tuyo como un perro, sin entender nada, para luego ver como casi te matan el el ring? —ironicé de brazos cruzados—. ¿Cuánto creíste que duraría eso?

—Mientras me ames.

Vi sus ojos cafés brillar de la rabia y dejé caer mis brazos resignada.

—Eres un egoísta.

—¡¿Por qué no lo admites de una vez?! —se levantó y se acercó a mí empequeñeciendo la mirada—. Que lo amas a él. Esa es la verdadera razón de porque te fuiste.

—¡No tiene que ver con eso! ¡¿Por qué no lo entiendes?! —me tomé la cabeza desesperada y suspiré. Debía relajarme antes de seguir hablando o solo nos haríamos más daño—. Yo los quiero a los dos. —sus ojos dieron un giro de 360 grados. Volví a tomar aire y seguí—. Los quiero, pero esto no tiene nada que ver con eso. Se trata sobre mí. —Puse mi mano en mi pecho y él por primera vez en toda la discusión ablandó su mirada—. Se trata de que llevo mucho tiempo enamorada de ti. Siguiéndote, queriendo complacerte. Queriendo crecer apresurada para entenderte. Te esperé y te esperé como una idiota todo el año que te fuiste, engañándome a mi misma diciéndome que te había superado. ¿Sabes la verdadera razón de por qué quería estudiar kinesiología en Riverlight? —me detuve unos segundos. Sus pestañas aletearon varias veces—. Por ti Jack. ¡Porque soy taaan estúpida que pensé de que esa manera tal vez nos encontraríamos en el futuro! —di un suspiro largo. Su mano seguía sangrando, y tuve que reprimir mis ganas de buscar algo para cubrir la herida—. Pero tú volviste y me buscaste antes de que eso pasara. Y te perdoné y te seguí por el mundo solo porque me gustabas mucho. Me tragué todas las inseguridades y preguntas que tenía solo porque te amaba. Y ya fue suficiente. —caminé hasta el ventanal y observé las luces de los edificios iluminando la noche—. Traté de sanar a Ryan también. Me sentía culpable por todo lo que le pasó. Aunque obviamente no fue mi culpa... quería ayudarlo. —deslicé mis mechones detrás de mi oreja y sostuve mi collar—. Me sentí atraída a esa persona tan positiva y sonriente. ¿Cómo podía ser así después de todas las cosas que ha vivido? —me di vuelta y caminé de nuevo hasta él. Tenía la cabeza baja, y los ojos húmedos de tristeza—. Te admiraba a ti, por tener algo que te apasiona tanto y lo admiraba a él por ser un optimista. Porque ambas son cosas que yo no tengo. —miré mis manos y sonreí—. ¿Ahora lo entiendes? sí me fui antes, y si me voy ahora, no significa que no te ame ni tampoco que vaya a volver con él. Es hora de que use todo ese tiempo y esfuerzo en mí misma, eso es todo. Voy a estudiar, viajar con mis amigos, pasar tiempo con mi mamá, con mi perra, y disfrutar lo que me queda para ser joven y equivocarme. —dejé caer los hombros exhausta y estiré mis labios—. He tenido muuuuucho tiempo para pensar.

Jack sonrió con melancolía. Tomé su mano herida y suspiré.

—No me arrepiento de nada. —admití—. Del tiempo que pasé contigo. Y los dos años que estuve enamorada de ti. Todo lo que pasamos. No me arrepiento. Y quiero de corazón que estés bien. Que sigas tu vida, seas feliz y te encuentres nuevamente. Porque no hay nadie, ¡Nadie! que te pueda ayudar en eso. Yo ya lo aprendí...

Los dos nos miramos y sonreímos ligeramente. Nos habíamos herido mucho. Y con el pasar de los días más confirmamos que esto no volvería a ser lo que alguna vez fue. No así. Los dos teníamos cosas que resolver. Teníamos que separarnos y madurar. Hice lo que pude para ayudarlo. Ahora me tocaba amarme a mí.

Ahora lo entiendo. Perseguir luces, diferentes, brillantes, a veces sofocantes. Son maravillosas, ni perfectas, ni permanentes, pero tan llamativas para aquellos ojos perdidos.

Ahora entiendo. Por qué en la soledad esas luces desaparecen, se pierden lejos donde no las podemos alcanzar y todo se convierte oscuridad. Frío. Dolor. No hay nada en nuestras manos y ráfagas de sobra en nuestros pensamientos. Eso es lo que queda sin ellas.

Ahora lo entiendo. Que enfrentar la propia duele más que vivir fuera de ella. Entrar a ese resplandor apagado en el pecho implica mucho más que cabeza, sino emociones. La mayoría tediosas, rencorosas, envidiosas. ¿Debo hacerlo? ¿Pasar por todo ese sufrimiento para encontrar, qué? a veces nada.

Ahora lo entiendo. Cada resplandor tiene tu proceso. Las luces del cielo tampoco aparecieron de la nada. Todo rechaza la facilidad. Obtenemos algo a cambio de algo. Así como la alquimia, la vida te pide, y debes dar para obtener. O perderte en la amargura y la codicia mundana que nubla incluso la luz más penetrante.

Ahora lo entiendo. Después del sufrimiento viene la sanación. La luz aparece de nuevo. Pero ahora no es de él, no es de ella. La encontré pequeña y temblorosa en la oscuridad. Con miedo de brillar demasiado, con miedo de apagarse. En la soledad crece, y ésta toma otro sentido. La mente se calma en ese instante, la respiración desaparece en el aire. El brillo luego se apaga. Al día siguiente crece.

Ahora lo entiendo. Las manos continúan vacías, pero la luz sigue en mi pecho. Veo miles de otras, resplandecientes y distintas. Pero la sensación cambia. Ya no las persigo. Me quedo. Viene la soledad otra vez. Y cuando el miedo se escurre por la puerta como una mancha negra que se aproxima, lo detengo. Aquella luz le dice que pare. Que ya no aparezcas más, que ya te encontré. 

EMMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora