El viejo amigo

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Desperté apoyada en el pecho de Jack. Antes de poder abrir bien los ojos, recordé cada beso, cada caricia y todas las miradas que intercambiamos anoche. Sonreí inevitablemente al darme cuenta que había sido real. Froté mis manos en mis ojos y me levanté a medias. Desde la ventana se podía observar un paisaje completamente blanco. Escuché unas patitas emocionadas desde el pasillo. Maya empujó la puerta y saltó para subirse a la cama con nosotros. Le di unos golpecitos en su cabeza y suspiré. Jack se movió estirando sus brazos.

—¿Ves? lo despertaste. —le hablé despacio a mi perra que jadeaba. Deslicé las mantas en un intento de salir, pero Jack tomó mi muñeca.

—No te vayas... —dijo con una voz ronca. Miré su rostro adormilado y sonreí.

—Debo sacar a Maya a que haga sus necesidades.

—Deja que cague el hotel, no importa.

—¿Cómo que no importa? debo darle comida también. —emitió unos soniditos de queja y volvió a cerrar los ojos—. Vuelvo enseguida, tu sigue durmiendo. —Me levanté recogiendo mi ropa que había desparramada por la habitación. Mis piernas dolían como si hubiese hecho cien mil sentadillas. Lavé mi rostro y me vestí bien abrigada antes de salir. En el ascensor subieron dos señoras rubias envueltas con unos extravagantes abrigos peludos. Me miraron a mi, y luego a Maya como si estuviesen espantadas. Dijeron unas palabras en alemán indignadas. Y aunque no pude entender nada, sé que hablaban de Maya. ¿Qué tiene de malo? las fulminé con la mirada y me bajé antes al llegar al primer piso. Estaba saliendo por la entrada cuando un joven de trabajaba ahí se acercó a mí y señaló a Maya.

—Entschuldigung, Haustiere werden nicht akzeptiert. —me dijo una frase en alemán rapidísimo que no alcancé ni a procesar.

—Disculpe, ¿Qué?

—No se permiten mascotas, —repitió esta vez en un inglés con acento tosco.

—¿Qué? pero si llegué ayer con ella. —La recepcionista llamó al joven e intercambiaron palabras en alemán. Luego volteó hacia mí de nuevo y bajó la cabeza.

—Lo siento mucho. Fue mi error. —negué con la cabeza y él se fue. Caminé hasta la recepcionista que me miró con una enorme sonrisa.

—Disculpe, ¿es verdad que no se aceptan mascotas? —pregunté.

—Oh, así es. Pero usted no tiene de qué preocuparse. El señor Callen pagó una comisión extra para que pudieran entrar con su perro. —Achiqué los ojos al oír eso. ¿Es en serio?

—Gracias... —me alejé de allí y salí por la puerta que dos hombres abrieron para mí. Caminé junto con Maya fuera del hotel. Hacía mucho más frío que ayer, y la nieve había crecido exponencialmente. Me detuve en el lago y me hinque al lado de Maya mientras le hacía cariño—. Debes estar cansada ¿no? perdóname. No podía dejarte en Riverlight. —acaricié su cabello y toqué los calcetines que le puse en las patitas. Estaban empapados. Me levanté enseguida y casi chocó contra un hombre alto y de rico olor.

—¿Ya van de vuelta? —abrí los ojos al notar que era Jack.

—Sí... Maya tiene sus patitas congeladas.

—¿Oh enserio? —se agachó a su lado y se rio al ver que le había puestos unos calcetines míos.

—Pero por qué viniste, te dije que volvía enseguida. —Tomó a Maya en brazos y me miró desde arriba.

—Sólo pensé en ir a desayunar con mis chicas. —soltó con una sonrisita. ¿Se refiere a Maya y a mí? Seguí su espalda mientras caminábamos hacia el auto. Detrás de sus hombros anchos, y su nuca perfecta, vi como le decía cosas a Maya moviendo su cabeza. La perra estaba en su salsa, ¿Y cómo no? hay personas que dicen tener una debilidad con hombres con bebés. Pero yo considero que una mucha más intensa y efectiva, son con perros. Sentí un regocijo en mi pecho en ese momento. Uno que parecía no terminar a su lado.

Llegamos hasta un café hermoso y acogedor. Había una gran chimenea en una pared de piedra, y una sala exclusiva para perros. En donde jugaban, se olfateaba y les daban alimento. Nosotros pedimos unos cafés y unos dutch baby, típicos panqueques alemanes rellenos. Mientras yo pedí el de jamón y huevos, Jack eligió uno de frutas que llegó espolvoreado con azúcar flor. Estaba tan delicioso que enseguida tomé con el tenedor una buena porción del mío y le ofrecí a Jack.

—Soy vegano. —me dijo sorprendiéndome.

—¿Desde cuándo? —pregunté tapando mi boca con mi mano.

—Hace como un año. —tomó un sorbo de su café y se acomodó en su silla—. Fue una decisión que tomé durante mi entrenamiento en Estados Unidos. Hace tiempo que he escuchado que deportistas profesionales rinden mejor con una alimentación sin productos animales. Incluso la recuperación de lesiones y tejidos es más rápida.

—Parece que era verdad. Todos hablaban de lo fuerte y rápido que te has vuelto.

—Es impresionante. —Volvió a su panqueque y yo lo quedé mirando.

—Pensé que elegías las opciones veganas por moda. —admití, haciéndolo reír—. Tal vez yo también debería hacerme vegana.

Jack asintió orgulloso, volví a mi plato y se me hizo agua la boca de solo ver ese jamón acaramelado. Será un largo camino.

Salimos en el auto junto con Maya. Pusimos la radio y tarareamos unas canciones en alemán que no conocíamos. De repente llamaron a Jack y él puso el altavoz en el auto. —Jackie hallo! —se oyó la voz de hombre excesivamente emocionado. ¿Acaso le dijo Jackie?

—Alex hallo. Wie geht es dir.

—Gut gut Ich warte auf dich, mein Freund. —hablaron unos minutos y luego cortaron. Maya y yo mirabamos atentas.

—¿Quién era? —pregunté con timidez.

—El campeón de aquí. ¿No te mencioné que éramos amigos de infancia?

—No...

—Me dijo que pasáramos ahora por su gimnasio a saludar.

—¡¿Qué?! ¿ahora? debo cambiarme de ropa y arreglarme un poco. —me miré en el espejo frunciendo el ceño.

—¿De qué hablas? estás hermosa.

Lo miré rodando los ojos. ¿Cómo dice tonterías con esa seriedad? me ruboricé y bajé la cabeza. Jack puso su mano en mi pierna y yo la saqué. Le señalé el manubrio del auto con la mirada, él rodó los ojos. La seguridad es primero.

Llegamos a un edificio alto y moderno, caminamos hasta la entrada con puertas deslizantes rodeados de una música motivante de fondo, tipo Rocky. El lugar estaba repleto de personas, y a ninguno le importó que hayamos entrado. De repente a lo lejos se escuchó un grito: ¡Jackie! y esquivando los sacos de boxeo, apareció un joven alto y rubio con facciones toscas y una nariz algo desviada. Levantó su mano y se dirigió hacia nosotros, enseguida todos los demás chicos del gimnasio voltearon a vernos.

—¡Alex! —Jack sonrió y se rodearon en un fuerte abrazo. Se dijeron unas cosas en alemán y luego se golpearon entre risas—. Sis ist Emma, meine freudin. —El joven rubio me miró y extendió su mano con un gesto amistoso.

—Emma, mucho gusto. —pronunció en un perfecto inglés. ¿Por qué hablan en alemán entonces? tomé su mano y sonreí.

—Igualmente.

—Te puedo contar muchos secretos de Jack cuando era niño. —declaró escondiendo su boca de Jack como si no lo escuchase.

—Por favor. 

EMMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora