Adelante

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Debía contarle a Jack. Ahora sentí que podía. Esa conversación fue más sanadora de lo que me imaginaba. Y aunque me preguntaba si realmente su doble personalidad estaría controlada, quise creer en él. 

Llegó la noche y Jack volvía al hotel después de su entrenamiento. Entró y me dio un beso en la frente, quise llamarlo pero rápidamente se fue a la habitación. Lo seguí por el pasillo y me detuve en el umbral de la puerta. 

—Jack... 

—¿Cómo te fue en las tiendas? —preguntó, sin apartar su vista del closet mientras sacaba ropa. 

—Ah. Bien. 

—¿No compraste nada? 

—No. —respondí apenas. Esta situación me estaba haciendo mentir y odio eso. Jack pasó a mi lado y sonrió. 

—Vayamos juntos el fin de semana. Te compraré algo lindo. —luego de eso entró a la ducha y yo me quedé parada afuera de la puerta como una idiota sin haberle dicho. Estuve acariciando a Maya en lo sillones pensando en cómo decirle. Cuando por fin me convencí a mi misma y me levanté audaz, entré a la habitación y vi a Jack profundamente dormido. Mierda. ¿Qué tan cansador habrá sido su entrenamiento? Me resigné a apagar las luces y acostarme a su lado. Mañana le diría.


Compré algo de fruta camino al hospital. Era un día soleado y muy hermoso. La nieve acumulada brillaba en cada rincón y tejado de la ciudad. Llegué hasta la habitación de Ryan. Estaba de nuevo solo. Al verme sonrió plácidamente. 

—Volviste. —soltó. Me quité el abrigo y me senté a su lado. 

—¿Cómo te sientes? ¿La cabeza? 

—Estoy bien. Aunque aún no me dejan ver televisión. —sonreí al ver su puchero. Saqué de la bolsa unas manzanas y mandarinas. 

—¿Quieres fruta? —Al verlo asentir, comencé a pelarla y dejarlo todo en un plato. Sentí cómo me miraba fijo mientras lo hacía. 

—¿Cómo está tu amigo? —lo miré confundida—. Ese por el que llorabas en la playa. 

—Ahh. ¿Ethan? está bien. Ahora mis únicos amigos viven en Sidney. —Dejé el plato de fruta sobre la mesita desplegable de su cama—. Uno de ellos estudia medicina y el otro entrena para ser futbolista profesional. 

—Wow. Que genial. ¿Y no tienes amigas mujeres? 

—No... —rodé los ojos al decirlo. 

Asintió mientras masticaba su manzana. Aunque debería... quizá estar rodeada de sólo hombres no es bueno para la salud. Me quedé viendo las heridas en sus manos y su rostro. Los moretones que comenzaban a salir y el vendaje en su frente—. Te noto diferente Emma. ¿Será que pasó un año? 

—Eso creo. —deslicé mi cabello hacia atrás y lo miré a los ojos—. Pero tú estás igual. Y me alegra que sea así. —Nos miramos unos segundos sonriendo. Sentí mis orejas arder, y no sé por qué me sentía así, tan cómoda. Siendo que tengo recuerdos para alejarme de él, simplemente no quería. Ryan estaba por decirme algo más, cuando se abrió la puerta de la habitación. 

—¡Ryan mi amor! ¡Cómo...—una rubia alta y muy hermosa de ojos azules se detuvo en seco al vernos a los dos. Traía unas bolsas en las manos que dejó caer al verme a mí—. ¿Quién es esa? —preguntó disgustada mirando a Ryan. 

—Mía no... 

—¡¿ME ESTÁS SIENDO INFIEL?! —gritó con una voz muy chillona e inapropiada para un hospital. Miré a Ryan confundida. 

—Es sólo una amiga... —respondió Nolan con un gesto cansado—. Y no grites por favor que me duele la cabeza. 

—¡¿Cómo que una amiga?! ¡Tu no tienes amigos! —me miró a mi indignada y luego a la fruta sobre la mesa—. ¡¿Ya te trajo fruta?! ¡No se vale! ¡Yo te traía! —se quejó como una niña golpeando el piso con su pie como una pataleta. Me miró a mí de nuevo y gruñó:—. Cómo te llamas perra. 

—¡Hey no le digas perra a la gente! —exclamó Ryan. 

Abrí los ojos y me levanté para verla frente a frente. Esto ya era mucho. 

—Soy Emma. —respondí seria. Enseguida su gesto abusivo cambió. Me miró sorprendida con sus ojos azules pestañeando varias veces. Luego miró a Nolan, que se tomaba la cabeza con una mano. 

—¿Tu eres Emma? —preguntó, varios decibeles más abajo. ¿Qué acaso me conocía? me miró de arriba a abajo y soltó una risita—. Ya veo... es un gusto conocerte Emma. Yo soy Mía, la novia de Ryan. —sonrió estirando su mano. Dudé antes de tomarla. Me miró a los ojos de manera penetrante y estrujó mi mano con fuerzas. Fingí que no me dolía y le devolví el apretón. Ella también escondió su dolor. Pero pude ver en sus ojos que se retorcía. Ladeó la cabeza y sonrió malévola. ¡¿QUÉ MIERDA ESTÁ PASANDO AQUÍ?!

EMMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora