Después de 16 horas de vuelo llegamos a una Alemania pintada de blanco. Envuelto en nieve de un invierno que estaba por terminar. Fuimos a buscar a Maya y las maletas. Jack arrendó un auto y salimos del aeropuerto muertos de frío. Enseguida quedé encantada con los paisajes. Los puentes, las casas, los árboles nevados, todo parecía sacado de un cuento de princesas. Era mi primera vez en otro país, y no podía creer lo hermoso que sería.
Jack entró por unas rejas de unos 4 metros de alto, rodeadas de arbustos frondosos hasta un castillo inmenso con una bandera de amarillo, rojo y negro en la cima. Lo miré con mi boca abierta sin entender nada aún. Él levantó las cejas.
—Este es el hotel. —aclaró.
—Debes estar bromeando... —bajamos del auto y rápidamente aparecieron dos chicos de traje que llevaron nuestras maletas.
—Danke schön. —agradeció Jack en un perfecto alemán y lo clavé mis ojos en él acusadora. Me puse a su lado mientras pasábamos por las enormes puertas de madera.
—¿Acaso sabes hablar alemán? —pregunté.
—Sólo un poco.
Jack habló con la recepcionista en un alemán que parecía mucho más que solo un poco. Habían unas escaleras de mármol enormes, con decoraciones lujosas y altamente quebrables. Maya tenía ganas de investigar todo, la podía imaginar rompiendo todas esas cosas costosas. Subimos por un ascensor de espejos hasta nuestra habitación. Una placa dorada iluminó el número 401. Entré mirando alrededor y luego a Jack. Abrí la boca murmurando: Estas loco...
Dejaron nuestras maletas adentro y cerraron la puerta. Solté la correa de Maya y empezó a correr por todo el lugar subiéndose a los sillones, la cama y deslizando las alfombras peludas. Nos quedamos en un silencio bastante amable, intercambiamos miradas y sonreímos enseguida. Jack estiró sus brazos y yo salté en ellos. Besó mi cabeza y habló en mi oído:
—¿Estás cansada? ¿O quieres ir a pasear? —me separé de él y asentí.
—Vamos.
Luego de darle comida a Maya, me di una ducha y salí con un gran abrigo color celeste pastel y una boina. Caminamos junto con Jack tomados de la mano por un sendero rodeado de árboles, con cada paso haciamos crujir la nieve. Todo envuelto en un silencio impresionante a las afueras de Berlín. Llegamos a un lago y nos detuvimos allí a ver el paisaje irreal, sacado de película. Jack tomó mi mano y la frotó con las suyas.
—Estás helada...
—Tu también. —sonreí y me acerqué a besarlo. Él me rodeó con sus brazos para tenerme cerca. Nuestros alientos congelados se veían al hablar y luego desaparecían en el aire. Puse mis manos en su mejilla, una leve barba comenzaba a salir. Admiré sus cejas rectas y gruesas. Sus pestañas mojadas con el rocío y sus labios rojos del frío. Quise besarlo en todo espacio de piel que quedaba. Tapé sus orejas congeladas con mis manos y solté una risita de ternura—. No puedo creer que estoy aquí. Parece un sueño.
—Tienes razón. Te estoy viendo justo frente a mí, y más irreal parece. —jugó con un mechón de mi cabello y volvió a mi cintura—. Eres tan hermosa. —cerré los ojos incrédula y él aprovechó para besar mis labios. Deslicé mis brazos por dentro de su abrigo y lo rodeé con ellos. El aire estaba congelado, pero él tan cálido. Sentí mi rostro mojarse y abrí los ojos. Desde el cielo caían cientos de copos de nieve, volaban lentamente y se posaban sobre nosotros con delicadeza. Intercambiamos miradas y nos reímos—. Será mejor volver pronto. —Asentí con la cabeza y Jack tomó mi mano. Nos devolvimos por nuestros pasos marcados en la nieve que comenzaban a disiparse.
Llegamos al hotel ya de noche y congelados, enseguida nos ofrecieron un café caliente en la recepción. Subimos solos el ascensor sin decir mucho. Tenía una sensación extraña en el pecho, era tan feliz que temí que todo desapareciera de repente. Crucé el umbral de la puerta y saludé a Maya quien se había quedado dormida en el sillón. Me quité el abrigo y mi boina que habían quedado blancas. Apenas levanté la cabeza, vi a Jack mirándome, se acercó a mí súbitamente y me tomó en brazos con facilidad. No pude siquiera reaccionar cuando me besó con fuerzas. Como si no pudiese aguantarlo más. Puse mis manos en su nuca mientras caminaba por el pasillo. No alcanzamos a encender las luces en el camino, pero la habitación estaba débilmente iluminada los faroles de afuera. Me dejé caer en la cama de dos plazas, perfectamente arreglada y templada. Jack encima mío, buscó mis ojos y continuó besándome mientras recorría todos los lugares de mi cuerpo con sus manos. Se quitó su chaleco negro y lo lanzó lejos de la cama. Enseguida sonreí recordando todas las veces en que había hecho lo mismo. Me levanté para quitarme el suéter, Jack posó sus manos por mi espalda desnuda haciendo mi piel erizarse con su toque. Desabrochó mi bralette deslizando las tiras por mis brazos con delicadeza. Luego besó mi pecho con suavidad y yo entrelacé mis dedos en su cabello. Me miró unos segundos maravillado, mientras la luz de la luna nos iluminaba y la ventana se iba manchando con copos de nieve.
—Te amo... —susurró, con sus ojos brillando y una sonrisa encantadora. Puse mis manos en sus mejillas y lo besé.
—Yo igual te amo... —murmuré apenas. Me moría de vergüenza, pero él me había escuchado y eso era lo importante. Besó mi cuello haciéndome caer de nuevo sobre la cama. Desabrochó mis pantalones y los deslizó por mis piernas. Su mano recorrió mis muslos y sus labios todo mi abdomen. Bajé con mis manos por sus músculos hasta su cinturón. Se lo quité rápidamente y él terminó de complacerme al dejar al descubierto su esculpido cuerpo sobre mí. Olvidé por completo lo frío que estaba afuera, el calor de nuestras pieles rozándose fue más que suficiente para empañar los vidrios. Tenía mi corazón acelerado, pero él estaba igual que yo. Apoyó sus grandes brazos a mi lado, y mantuvo sus ojos de mi en todo momento para asegurarse de que estuviese bien. Asentí más veces de la necesaria para hacerle entender que a su lado estaba perfectamente. Ya cuando por fin estuvo dentro de mí quebré la espalda del regocijo. Teníamos tantos deseos acumulados que explotaron de repente llevándonos a los dos la máxima satisfacción posible. Me moví exactamente como él quiso, de maneras que yo no conocía. Nuestros alientos alterados se mezclaron en uno solo. Sentí mis muslos arder, pero no quería que termine. Ya no podíamos parar.

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EMMA
Storie d'amoreSEGUNDA PARTE DE JACK CALLEN. * Emma es una joven de dieciocho años que está por empezar una nueva etapa en su vida. Desechar traumas y recuerdos nunca es fácil. Sobretodo cuando aquel boxeador profesional aparece de nuevo en su vida con una propues...