La escapada fugaz

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Me quedé con mis piernas elevadas en el sillón, el celular en la mano y los ojos bien abiertos. No noté que Marc había llegado hasta que estaba frente a mí. Levantó sus cejas y sonrió juguetón.

—¿Qué haces? —preguntó. Me enderecé y bloquee mi celular.

—Nada.

—Mmm. —soltó aire incrédulo y siguió su camino hacia el pasillo. Cuando pensé que se había ido, relajé mis hombros, y tomé el celular de nuevo. Sin percatarme cuando había vuelto, me lo quitó de las manos y se echó a correr.

—¡Dámelo! —exclamé, levantándome con torpeza y siguiéndolo por el pasillo. Llegó hasta su habitación y cerró la puerta. La abrí y lo vi acostado en la cama mirando mi pantalla—. ¡Que me lo des! —exigí, saltando encima suyo y pegando manotazos.

—¿Pelota de tenis? —preguntó. Suspiré rendida y me dejé caer de espaldas en la cama. Ya lo vio. Ya no importa. Él y Ethan son los únicos que conocen mi contraseña, así como yo me sé las suyas. Era la primera conversación que teníamos por chat, y me sentí tan feliz al ver su mensaje que olvidé todo lo demás. Marc dejó mi celular sobre mi abdomen. Lo miré confundida, pensé que querría revisar la conversación entera, pero lo devolvió apenas vio el nombre—. ¿Por qué querías esconderlo?

Me voltee a verlo, tenía su mirada puesta en el techo, con sus manos detrás de su cabeza.

—No es eso.

—Con razón tenías esa expresión. —soltó una risita y se giró para verme a la cara—. Estás enamorada de él.

Mi rostro se tornó rojo inmediatamente. Pestañeé varias veces y negué con la cabeza.

—¿Q-qué dices? Yo, no. Yo sólo...

—No tiene nada de malo.

Mordí mi labio y suspiré.

—No es que quiera escondértelo. Es que, justo ahora me siento muy feliz. —posé mi mano en mi pecho y cerré mi puño—. Estoy feliz pero, tú estás pasando un mal momento, por eso, sentí que es egoísta de mi parte.

—¿Cómo es eso egoísta? —sus margaritas se formaron en sus mejillas. Deslizó su mano por mi cabello y jugó con un mechón—. Que tu estés feliz ahora es genial. Es mi distracción. Además, ya has sufrido mucho. ¿No crees que te lo mereces?

Moví la cabeza.

—No lo creo.

—Emma. ¿Cuándo vas a empezar a pensar en ti? —miré sus ojos pardo cabreados y junté mis cejas—. Está bien, no funcionó. Aún no sé por qué, y no necesito saberlo porque sé que no fue tu culpa. Hiciste lo que pudiste. Dejaste todo por él. ¿Y ahora qué? ¿Vivirás siempre con la culpa? las relaciones son complicadas. No siempre sale como esperamos. Pero ahora debes seguir adelante. Y si te gusta ese otro boxeador ¿Qué tiene de malo? ¿Y si estuvo en la cárcel y padece una enfermedad incurable, qué pasa? Tu no lo juzgaste por eso. Te enamoraste de él como persona. Sin importar su pasado, su familia. ¡Y así es el amor! —Suspiré una risa contenida y cerré los ojos. Marc deslizó su mano por mi mejilla—. Y si quieres estar con el pelota de tenis, estás en tu derecho. Nadie puede prohibírtelo. Es tu vida, tu decisión. Y yo te apoyaré siempre.

Con mis ojos aguados estiré mis brazos hacia Marc. Me dio unos golpecitos en la cabeza y besó mi frente. Me quedé con mi cabeza apoyada en su brazo mientras veíamos una película de suspenso. Cuando terminó, noté que se había quedado dormido, así que me escurrí entre la manta para volver a mi habitación. Ya era tarde. Pero lo desperté enseguida. Tomó mi mano y me miró con sus ojos adormilados.

—Duerme conmigo hoy. —susurró. Me quedé unos segundos pensando. Finalmente asentí y deslicé mis piernas por la manta otra vez. Marc me rodeó con su brazo para que me apoyara en él. Le di unas palmaditas en su pecho y cerré los ojos. Marc tal vez esté sintiéndose peor de lo que muestra. Me imagino que Ethan no está mejor tampoco. Pero si estar con él así le sirve de algo, me quedaré.

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