No quisiste decírmelo

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Ordené mi cabello lacio, (aunque no había mucho que pudiera hacer) y me puse el vestido. Uno azul rey de terciopelo hasta las rodillas y con hombros descubiertos. Salí del baño afirmando mis senos con mi mano hasta llegar frente a Jack, quien arreglaba las mangas de su camisa. Me di media vuelta y él deslizó el cierre de mi vestido rozándome con sus dedos suavemente, desde mi espalda baja hasta por sobre mis omóplatos. Di una vueltita y sonreí.

—¿Qué tal? —pregunté. Jack ladeó su cabeza y levantó las cejas.

—Estás bellísima.

Llegamos a un hermoso edificio antiguo, con luces amarillas que reflejaban a las personas desde adentro. Jack le entregó las llaves del auto a un joven en la entrada. Otro nos hizo pasar con una sonrisa al escuchar nuestros nombres. Adentro era todo tan moderno, que era difícil creer que era el interior de esas viejas paredes de ladrillos. Llegamos a un segundo piso con un hermosa vista de la ciudad iluminada. En la mesa del centro nos saludó Alex levantando su mano. A su lado estaba una bella mujer de cabello ondulado y oscuro con una piel de un perfecto color avellana. ¿Cómo la tenía así en pleno invierno? La saludé con una sonrisa. Ella apretó el puño en señal de nerviosismo.

—¡Es tan bella! —exclamó—. ¡Jack te felicito!

Me senté en la mesa con las mejillas ruborizadas. Jack tomó mi mano por debajo para tranquilizarme. Él ya conocía de antes a Charlotte, la novia de Alex. Han estado juntos hace más de tres años, y él se la presentó la última vez que visitó Alemania. La joven era británica, lo que explicaba el perfecto inglés de Alex. La cena fue encantadora, mi única preocupación en ese momento, fue la cantidad de copas de vino que estaba tomando. Mi viejo archienemigo. Y es que terminaba una copa y enseguida aparecía un mesero detrás mío a rellenarla. Jack no me dijo nada, sólo se reía cuando comenzaba a hablar más de la cuenta.

—¿Y has pensado qué te gustaría estudiar? —me preguntó Charlotte de repente. Mi rostro cambió enseguida. Y no es que ella lo haya hecho con mala intención, al contrario, es una pregunta común para una joven de 18. Alex y ella me miraban atentos esperando mi respuesta. Jack tenía la cabeza baja. Jugueteé con mi copa de vino y respondí:

—Iba a estudiar Kinesiología.

—¿Enserio? ¡eso es genial! —soltó ella emocionada.

—Pero ya no estoy segura. —la detuve de inmediato. Charlotte asintió con una sonrisa incomoda. Ella era increíble. Con apenas 25 años ya manejaba una empresa de vestidos de alta costura. Incluso alabó el mío y me prometió regalarme algunos para la siguiente ocasión. Junto con Alex parecían la pareja perfecta, alegre y divertida. Ella lo apoyaba en todo en su carrera, y él hacía lo mismo. Me hizo sentir que como yo no hacía nada, no era nada tampoco.

Jack tomó mi mano y la acarició apenas notó que me perdí en mis pensamientos. Deslicé una sonrisa triste y me levanté de la mesa.

—Con su permiso, voy al baño y vuelvo. —avisé antes de perderme por el largo pasillo con alfombra roja. Esto es precisamente lo que toda chica quiere, vestidos costosos, joyería, un restaurant elegante al lado de un bellísimo y exitoso novio. Y a pesar de que todo parecía perfecto, me sentía abrumada y confundida. Salí del baño y me distraje con la vista de la terraza. Me abrieron la puerta y me quedé allí apoyada en el barandal, con la mirada perdida, aún frente un hermoso paisaje nocturno. Debía volver a la mesa, y muy pocas ganas tenía. Vino a mi mente el rostro de Ryan, con el vendaje en su cabeza y una enorme sonrisa al verme entrar por la puerta. ¡¿Por qué pienso en el ahora?! debo estar loca... sacudí mi cabeza en un intento inútil de alejarlo de mis pensamientos.

—¿Todo bien pequeña? —era la voz de Alex. Caminó hacia mí y se detuvo a ver el paisaje—. ¿No tienes frío? —acaricié mis brazos con mis manos y asentí.

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