Apenas llegué, tomé mi pequeño bolso improvisado y fui a pedir un taxi hasta el hospital. En el camino le avisé al señor Callen, que tenía el teléfono de Jack. Luego le envié un mensaje a Ethan y Marc, a mi mamá, y finalmente a Ryan. Diciéndoles que había llegado y que todo estaba bien. Era un día soleado, muy hermoso en la ciudad de Nueva York. Los niños jugaban en los parques y los perros paseaban emocionados. Esta pudo haber sido una linda visita, si la situación fuera distinta. Yo continuaba con mi corazón apretado de la angustia. Las ojeras bajo mis ojos ya daban miedo, y los kilos que perdí las últimas semanas tampoco me favorecían.
El hospital era tan enorme que caminé desorientada por los pasillos en busca de la sala de cuidados intensivos. Di un par de vueltas y me detuve a preguntar en recepción. El lugar estaba repleto de gente y los ascensores colapsados, así que subí los seis pisos por las escaleras. Llegué a un lugar más vacío, donde había unas máquinas de café, otras de golosinas y unos asientos para las visitas. Al fondo, junto al ventanal un señor de pelo gris se puso de pie al verme. Sentí una nostalgia extraña al ver su gesto serio. Y es que simplemente me recordaba mucho a alguien que conozco. Caminé apresurada hasta llegar a su lado. Solté mi bolso en el camino y estiré mis brazos por sobre sus hombros. Se quedó inmóvil con mi abrazo. Hablé con mi voz entrecortada y los ojos llenos de lágrimas.
—Gracias por salvarlo... gracias.
Me detuve en la puerta con el corazón en la garganta. Tomé aire con fuerzas y miré al señor Callen, que me acompañaba. Afuera de la habitación habían dos hombres gigantes de traje a cada lado. Debían ser los guardaespaldas de Jack. Los miré a los dos hacia arriba y me sentí intimidada enseguida. El señor Callen les dijo con la mirada que a mí si me podían dejar pasar, luego le dio unos golpecitos a mi hombro.
—Está muy enojado conmigo. Eres la única que puede ayudarlo.
—Yo... haré lo que pueda. —admití, sintiendo aún más nervios.
Toqué la puerta un par de veces y luego la abrí, aún sin recibir respuesta. Caminé despacio por una gran habitación blanca, iluminada solo con el sol de afuera. Al ver su figura allí me carcomió el miedo. Hace meses que no nos veíamos, y sentí que ya no era el mismo.
Sus ojos perdidos en la ventana me miraron sin luz, apagados. Apenas me acerqué se inquietó. Su torso estaba entero vendado, al igual que su frente. Se movió de nuevo débilmente, como si estuviera resignado. Y con un gran esfuerzo, dijo:
—Por qué estás aquí...
Apreté los labios de la rabia.
—¿En serio me preguntas eso ahora? ¡Imbécil! —bajé la cabeza para limpiar las lágrimas que rodaban por mis mejillas. Al verlo no había nada. Una expresión sin emociones que me congeló el corazón. Él sólo asintió, y lentamente llevó su vista a la ventana.
Me senté en la silla a su lado y tomé su mano con la mía, haciendo que por fin me viera a los ojos. Su mirada se ablandó unos segundos. Ese café tan apasionado, se veía ahora triste y solitario. Quería ayudarlo. Quería que volviera a tener ese fervor de nuevo. Pero no había nada que yo pudiera hacer.
Nos quedamos así un rato, habiendo tantas cosas que hablar, no supimos cómo empezar. Su piel estaba pálida, sus labios secos. Su pérdida de peso era notoria, y que no ha podido dormir, también.
Acaricié sus dedos vendados, aún sin saber si podía sentirlo o no.
—No quería... —empezó, con su voz débil y el ceño fruncido, como si le costase un mundo poder unir las palabras en una oración—. Que v-vinieras.
Solté aire pesado y asentí.
—Ya lo sé.
Me miró a ojos de nuevo, su ojo izquierdo tenía un derrame, y sobre su ceja había un parche por los puntos que le hicieron.
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EMMA
RomanceSEGUNDA PARTE DE JACK CALLEN. * Emma es una joven de dieciocho años que está por empezar una nueva etapa en su vida. Desechar traumas y recuerdos nunca es fácil. Sobretodo cuando aquel boxeador profesional aparece de nuevo en su vida con una propues...