La daga

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La incomodidad no cesó con el pasar de las horas. Me quedé con el vestido puesto acurrucada junto con Maya en el sillón. Poco me importó que mi hermoso vestido se llenara de pelos de perro. Jack llegó por el pasillo, me quiso decir algo, pero se detuvo. Se fue otra vez a la habitación y volvió minutos después.

—Emma... ven a dormir. —suplicó cansado. Escuchar su voz estrujó mi pecho. Quise correr a sus brazos y decirle que todo está bien. Pero no era así. Y estaba dispuesta a esperar a que él me contara todo. Así yo también podría decirle lo de Ryan. No quise verlo al rostro, porque de hacerlo supe que me olvidaría de todo, y seguiríamos como siempre, guardando cosas en una caja que en algún momento colapsaría y destruiría nuestra relación. Entiendo lo que Alex me contó, por eso pensé en respetar ese lado de Jack y esperar.

Tomé aire antes de levantarme. Él seguía esperándome parado en la entrada del pasillo. Pasé a su lado y me apresuré para llegar a la cama. Traté de quitarme el vestido pero por más lo intentaba que no intentaba no lograba llegar al inicio del cierre. ¡Maldición Emma por qué no mejor haces yoga o algo por el estilo! di pequeños saltitos pensando que eso ayudaría, pero fue inútil. En pasos silenciosos se acercó a mí, y posó sus cálidas manos sobre mi espalda. Me quedé inmóvil al sentirlo. Deslizó el cierre lentamente haciéndome estremecer.

—Listo. —anunció en voz baja. Rodeó la cama y se acostó al otro lado. El reloj marcaba las 2:14 AM. Y una intensa lluvia se empezó a escuchar desde afuera. Solté mis brazos y dejé caer mi vestido hasta mis pies. De repente me dio mucha pereza ir por mi pijama. Y me quedé solo en pantis allí con la mirada perdida—. ¿Emma? —desperté con la voz de Jack, me estaba congelando. Apagué la luz y entré a la cama. Él seguía mirándome atento. Suelo ser muy vergonzosa, y es la primera vez que me acostaba sin pijama. Debe pensar que enloquecí. Me arrastré por las sábanas hasta quedar encima suyo. Lo sorprendí al parecer, porque se quedó tieso apenas lo toqué. Deslicé mi mano por su abdomen y sentí sus palpitaciones apresuradas. Posé mis labios en su cuello y subí hasta encontrar su boca. Lo besé lentamente, esperando a que él reaccionara. Finalmente rodeó mi cintura con sus manos y me devolvió el beso. No tenía ni puta idea de qué estaba haciendo.

¿Estaba molesta?

Sí.

¿Me sentía insegura?

Sí.

¿Entonces por qué? Por qué no podía alejarme de él. Sentía que lo necesitaba. Que mi piel ardía con solo sentirlo junto a mi. Hay muchas parejas que solucionan sus problemas con sexo. ¿Era eso lo que intentaba? Para nada. Al contrario, no quiero arreglar nada. Y esto tampoco significa que mañana no estaré enojada. Es solo un impulso mezclado con un montón de sentimientos confusos. Definitivamente estaba perdiendo la razón. ¿Acaso eran los efectos del vino? no lo creo. Tenía miedo de alejarlo de mí. Su mirada ablandarse al cruzarse con la mía. Su mano acariciándome, sus abrazos. Era todo lo que quería. ¿Y por qué de repente no era suficiente? 

—Emma... —pronunció mi nombre con la respiración entrecortada. Tomó mi rostro con su mano y deslizó todos esos mechones de cabello sobre mi rostro que habían caído como una cortina sobre él—. ¿Estás bien?

Sus ojos brillaban. Pero me miraba con tristeza. De nuevo lo preocupé. Me levanté apoyando mis manos por sobre sus abdominales. ¿Por qué siempre lo termino preocupando? Sentía un permanente nudo en la garganta, pero tenía mis ojos secos.

—Por qué no me contaste lo de tu mamá. —las palabras salieron de repente. Abrió los ojos sorprendido.

—¿Eso fue de lo que hablaron con Alex? —preguntó desconcertado. Asentí con la cabeza y me dejé caer a su lado en la cama. Crucé mis brazos por sobre mis ojos para que no me viera. Sentí como Jack volteaba hacia mí y posaba su mano sobre mi abdomen—. ¿Eso te molestó? no pensé que era tan importante.

—¿No lo es? ¿Acaso no lo fue para ti?

—Lo fue, sí. Pero hace mucho tiempo.

Me levanté bruscamente y tomé sus muñecas con mis manos.

—¡Entonces debiste decírmelo! —exclamé sorprendiéndolo—. ¡Si es importante para ti debiste decírmelo! ¡Aunque hayan pasado muchos años! ¡Es tu mamá Jack! —Lo solté y luego bajé la cabeza. Esas lágrimas atrapadas por fin brotaron. Me lo imaginé con 12 años, esforzándose por ganar en otro país e ir a contarle a su mamá hospitalizada. Me imaginé ese rostro lleno de inocencia al enterarse. Ese que no conocía. Eso fue suficiente para que las gotas cayeran de mis ojos hasta mis piernas desnudas.

Jack no sabía qué hacer. De seguro no se lo esperaba. Terminó por rodearme con sus brazos y atraerme a él con fuerzas. Deslicé mis manos por su espalda. Sentí sus músculos expandirse y contraerse con cada respiración.

—Perdón Emma... no sabía. —susurró en mi nuca—. Perdóname.


Tuve que estirarme demasiado hasta alcanzar mi taza de té que tenía sobre la repisa. Teníamos nuestras piernas entrelazadas en un enredo enorme de las mantas del sillón. Y Maya encima solo complicaba más las cosas.

—¿En serio nunca te conté eso? —pregunté incrédula luego de tomar un sorbo de té.

—¡No, nunca!

—¡Fue tu culpa que me ignoraran durante semanas en el instituto! —exclamé entre risas.

—¿Y por qué no me lo dijiste?

—Fue demasiado estúpido. —Admití.

—Pero que Marc lo haya creído también me parece mucho.

—¿O no?

Ese domingo fue diferente. Nos contamos muchas cosas, nos reímos mucho también. Estuvimos todo el día flojeando con Maya en el sillón y terminamos pidiendo pizzas veganas. Olvidamos de repente todo lo que pasó anoche. Todas esas dudas quedaron en el aire. Pero el lunes, así como una escapada fugaz, fui a ver a Ryan de nuevo.

EMMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora