La novia de Ryan

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No suelo ser prejuiciosa con la gente. Pero con esta loca empezamos mal. ¿Qué se cree? ¿Enserio alguien así es la novia de Ryan? ¿Ese Ryan que prometió ser siempre libre y no tener ataduras? Solté su mano bruscamente y rodé los ojos. Tenía muchas ganas de huir de allí pero sentí que si me marchaba ahora perdería. No sé muy bien qué, pero perdería. Ella me miró desde arriba con un permanente expresión de superioridad que me hizo arder la cabeza. Pasó a mi lado y se sentó en la silla que estaba yo ocupando hace unos segundos. Tomó la mano de Ryan y sonrió. 

—¿Cómo te sientes mi amor? —preguntó con una voz mucho más dulce que la anterior. Él cerró sus ojos con cansancio. Cuando los volvió a abrir alejó su mano de la de ella y la miró acusante. 

—Me atropellaron y recién apareces. —soltó indignado—. ¿No que me amabas? 

Enseguida la joven hizo un puchero, trató de acariciar su rostro pero él se alejó. 

—¡Te amo! ¡Te amo más que a nada en ese mundo! ¡Tu lo sabes! quise venir antes, pero tenía demasiado trabajo. Perdóname mi amor. —suplicó con un llanto falso que me provocó arcadas. ¿En qué situación me metí? me sentí demasiado extra como para seguir observando esa situación. 

—Sí claro. —bufó Ryan. 

—¡Es enserio! 

—Vete ya, Mía. Que estaba hablando con Emma. —Recién entonces ella volteó a verme, su gesto cambió al instante cruzó miradas conmigo. 

—Qué... ¿Sigues aquí? —preguntó sarcástica. Me crucé de brazos y levanté mis cejas con indignación. Ryan me miró como tratase de pedirme disculpas. 

—¡Mía vete ya! —exclamó. La rubia se levantó sin quitar sus ojos de los míos. Se detuvo antes de abrir la puerta y chilló:

—¡No me importa dejarlos solos! Esta plana aburrida no es competencia para mí. —me miró una vez más y se fue con un portazo. Sin darme cuenta había apretado mis puños. 

—¡Qué se cree! —gruñí enfadada. Me tomé los pechos e hice un puchero. No es justo, si me han crecido... me di vuelta y vi a Ryan aguantándose la risa. 

—Lo siento... —dijo, rodeando su mano con su abdomen evitando soltar una carcajada. Suspiré y me volví a sentar a su lado. 

—¿Enserio ella es tu novia? —pregunté incrédula. No es que no esté a su altura. De hecho parece modelo de lo hermosa que es, pero ¿esa personalidad? ¿Es enserio? me sentí algo desilusionada si ese es el gusto de Ryan. 

—No lo es... está loca. Me sigue a todas partes. —explicó frustrado. Asentí y fijé mi vista en la ventana. De ser así, no le preguntaría si lo ama, ni tampoco la trataría con tal cercanía. Sentí una molestia en mi pecho y lo masejeé con mi mano para calmarme. Ryan me miró en silencio. Dejó el plato con fruta en la repisa de al lado y me buscó con la mirada. 

—Tu... —empezó, despertándome de mis pensamientos. Levanté la cabeza y lo miré atenta—. Estás con Jack. ¿No es así? —sus ojos se veían tan perdidos y apagados que me sentí confundida. ¿Por sonó tan triste? apreté mis manos con nerviosismo, antes de poder responder, él siguió—. Vi las noticias. Que Jack está aquí. Y tuvo un spar con Alexander Mayer. Y como tú también estabas aquí, pensé... 

Asentí con la cabeza y él sonrió melancólico. 

—Sí. Estamos juntos. —admití. 

—Ya veo. Me alegro por ustedes. ¿Ya van dos años? —enseguida negué con la cabeza y él borró su sonrisa de su rostro. 

—Apenas meses. Jack se fue, todo el año pasado. 

—Me enteré. ¿A Estados Unidos no? —asentí cabizbaja. Me miró unos segundos y entendió enseguida—. No me digas... ¿Acaso no te llevó con él?

Le respondí solo con una sonrisa. Ryan negaba con la cabeza. Vi que tenía muchas cosas qué decir pero terminó suspirando. Le molestó. Le molestó en el alma y de alguna manera eso me reconfortó. Terminamos hablando de todo tipo de cosas, como si fuésemos amigos de todo la vida en un reencuentro después de años. Me contó que ahora boxea solo como pasatiempo, ya no podía hacerlo profesionalmente, y le restó importancia al decirlo. Pero yo supe que no era fácil mencionarlo. Que era como Jack, y el boxeo es su vida. Me sentí mal al oírlo. Y quise preguntar por qué. Por qué lo hizo. Si no se hubiera entregado, podría seguir boxeando ahora. Y no es que diga que no necesite tratamiento, pero por lo menos no hubiera perdido ese año tan importante en su carrera. Sigo pensando que si hubiese golpeado la herida del ojo de Jack durante la pelea, habría ganado. Tal vez todo sería distinto ahora. Tal vez, no nos habríamos conocido esas vacaciones. 

Llegué al hotel perdida en mis pensamientos. Estuve así toda la tarde. Mientras paseaba a Maya, mientras esperaba a Jack. Su entrenamiento se había vuelto mucho más intenso que al principio. Salía al alba, volvía en la noche agotado. Pero parecía tan feliz que no podía decirle nada. 

Esa noche llegó y me miró con una sonrisa diferente. Besó mi frente y sin decir nada, caminó hasta la ducha. Miré su espalda desde el pasillo. Debía decirle, pero mientras más días pasaban, más difícil se volvía. ¿Lo habrá notado? sabe que le estoy escondiendo algo. Él siempre sabe todo de mi. Sin necesidad de decirle con palabras. Lo esperé en sillón. Y no me di cuenta cuando me quedé dormida. 

Abrí los ojos con dificultad. Estaba entre sus brazos. El mundo se balanceaba de un lado a otro en la oscuridad. Me cargó por el pasillo hasta la cama. Fingí estar dormida y aproveché para embriagarme en su olor que tanto me gusta. Me dejó con delicadeza sobre las sábanas, como si fuese una liviana y delicada pluma. Me cubrió con las mantas y acarició mi cabello. Sentí su respiración en mi cuello seguido por un beso suave en mi mejilla. 

—Emma... —susurró mi nombre en forma de suspiro haciendo mi piel erizarse con solo escucharlo. Deslizó unos mechones cortos de mi cabello por detrás de mi oreja. Me imaginé las dos palabras que saldrían de su boca. Las estaba esperando. Me sentí algo culpable de escucharlo cuando él pensaba que estaba dormida. Pero las quería. Pasaron días muy ocupados en que no las habíamos dicho. Y las extrañaba. Mi corazón latía rápido. Pero se congelo al oír esas dos palabras. No eran las que yo esperaba—. Lo siento...

EMMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora