Corazón roto

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Último día. Hoy iríamos a unas termas al aire libre que están cerca del hotel. Nos encontramos los cuatro en el lobby para desayunar. Nadie parecía diferente, sentí que yo era la única rara después de lo de ayer. Evité mirar a los ojos a Ryan, y me sentí incómoda cuando Mía me miraba. ¿Cómo es que los adultos pueden fingir tan bien? incluso cuando Jack me tomaba la mano yo empezaba a gritar internamente. ¿Cómo lo hace la gente que tiene amantes? yo con un solo beso quería llorar y confesarle todo. Y lo haría. Le tenía que decir. Y si no lo hacía ahora, no tendría tiempo cuando volvamos a Berlín porque estará muy ocupado con su pelea. Mierda. ¿Y si por mi culpa lo desconcentro en su pelea? ¿Y si pierde por mi? ¿No sería mejor decirle una vez que termine? entonces no me sentiría tan culpable. Eso implicaba una semana más guardando este secreto que al día siguiente ya me estaba matando. No sería fácil.

A penas me quedé a solas con Mía en los vestidores sentí que debía decirle. Me saqué la camiseta y le dejé en los casilleros.

—¿Pasó algo ayer? —preguntó de repente. Me crispé del susto. Ella posó sus manos en mi espalda para ayudarme a abrochar mi bikini.

—¿Por qué lo dices?

—Ryan no quiso besarme. —admitió. Me di vuelta con un gesto confundido. Ella bufó y se quitó los pantalones. Volteé de nuevo para no verla mientras se cambiaba—. Bueno, no es algo nuevo. Muchas veces me rechaza. Pero no sé. Me dio la impresión de que algo le había pasado. Precisamente luego de estar contigo. —me congelé del miedo. ¿Qué hago? ¿Le digo? le rompería el corazón. Tomé aire y hablé:

—Tu sabías... que estábamos juntos.

—Sí. —admitió rápidamente. La miré confundida, ella mantuvo un gesto serio. Se cruzó de brazos juntando sus pechos en su sexy bikini azul—. Ryan me llamó. Me preguntó dónde estaba, pero en vez de ir yo, te envié a ti.

Pestañeé varias veces sin entender nada.

—¿Por qué harías eso?

—Debes pensar que estoy loca.

—Eso lo pensé desde el principio.

—¿Pensaste que fue casualidad acaso? ¿Qué era el destino? —soltó una risita irónica. Achiqué los ojos acusante—. Yo fui quien los juntó. ¿Por qué otra razón crees que me acercaría a Jackson? ¡Pues para dejarlos a ustedes solos!

—¡Y por qué harías eso! —pregunté exasperada. Ella sonrió.

—Tienes razón. No tiene ningún sentido considerando que estoy locamente enamorada de él. ¿Pero sabes? también fui su terapeuta. Yo sé todo sobre ti Emma. Sobre lo que él sentía por ti. —me apuntó con el dedo y luego suspiró—. Me quitaron el caso porque se dieron cuenta que yo sentía algo por él. Me dijeron incompetente por primera vez en mi vida. Pero no me importó. Todos esos años que trabajé para pagar mi carrera universitaria. Siempre fui la mejor y sin embargo boté a la basura todo mi esfuerzo. Abandoné mi prestigioso trabajo por él. ¡Todo por él! —sus ojos se volvieron vidriosos—. Y aún cuando pasaba el tiempo, y era yo la que estaba a su lado siempre, sabía que él pensaba en ti. Y sabía también, que jamás superaría su trauma y su doble personalidad si no te superaba. Por eso los junté. Porque quería que él dejara sus miedos. Y sanara su corazón. Y me dolía que no fuera yo la que podía hacer eso, sino tú. Tú, tú, tú... ¡SIEMPRE TÚ MALDICIÓN! —gritó desordenando su cabello. Me alejé un paso chocando contra los casilleros—. Yo te odiaba antes de conocerte. Y lo que más molestó, fue ver que realmente eras una chica linda e inocente. Me enojó tanto. Me enojó tanto darme cuenta que en realidad comenzabas a caerme bien.

—Mía...

—Así que sí. Estoy loca. Es su culpa que yo esté así. Y no creas que fue fácil. Me dolió en el alma verte con él. Pero sabía que era más efectivo que mil sesiones de terapia. Por eso lo hice. Y parece que funcionó. —Se acercó a mí y me tomó de las muñecas con fuerza—. Dime. Pasó algo entre ustedes ¿No es así? se nota. Ryan estaba feliz. Se nota. Se nota y me enferma no saber. ¡DÍMELO! —gritó en mi cara. Sacudí la cabeza y me solté de sus manos.

—¡MÍA BASTA! —exclamé de vuelta. Sus ojos se convirtieron en un mar salvaje. Uno azul oscuro que se desbordó, dejando caer pedazos de él rodar por sus mejillas—. No pasó nada... —murmuré. Enseguida me miró con ilusión—. No pasó nada entre nosotros. Sólo hablamos. Solo hablamos, así que por favor... cálmate. —suspiré cansada. Ella cerró los ojos con fuerza, dejando caer sus lágrimas al piso. Su llanto incrementó, al mismo tiempo que su cuerpo caía de la debilidad, apoyando sus rodillas en las baldosas blancas. Tapó su rostro con sus manos y sollozó amargamente. Fue real. Su dolor fue tan real que lo sentí en en la piel. Me agaché a su lado y deslicé mi mano por su espalda desnuda. Entendí entonces que por más fuerte que te veas, todos somos humanos. Incluso una terapeuta puede desplomarse así. A veces el amor da mucho miedo. Puede transformarnos, convertirnos en lo que más odiamos. Hacernos codiciosos, celosos y obsesivos. Lo que habíamos hecho pudo no haber sido nada. Pudo también haber sido mucho más. Pero fue lo suficiente para romperle el corazón a alguien de esta forma, aún cuando no conocía la verdad. La verdad terminaría de destruirla. Comprendí que no podíamos decirlo. Otra vez, sería nuestro secreto. Tendríamos que vivir con ello.

Terminé de cambiarme para salir a las aguas termales. Entramos juntas, tratando de que los hombres no descubrieran todo lo que había pasado detrás de esas paredes. Nos sumergimos en el agua caliente a su lado, Ryan se dio cuenta enseguida. Miró los ojos hinchados de Mía y me preguntó con la mirada qué había pasado. Bajé la cabeza. No podía decirle. Él tomó su mano por debajo del agua como consuelo. Mía tuvo que desviar la mirada para no largarse a llorar otra vez. Yo me acerqué a Jack. Posé mi cabeza en su hombro y cerré los ojos. Nuestro viaje estaba por terminar. Después de esto volveríamos a nuestras vidas y todo lo que sucedió aquí se convertiría solo en un recuerdo.

Jack sabía. De nuevo lo sabía, pero no preguntó. Mía y yo no intercambiamos muchas palabras luego de lo de ayer. A Ryan ni lo miraba. Tal vez, no vernos más después de esto sea lo mejor para todos. Me sentí incómoda en todo momento. Todo lo que quería en ese momento era volver a Riverlight. Con mi mamá. Con mis amigos. Incluso deseé volver al instituto. Mi lugar seguro. Mi zona de confort. No nos podemos quedar allí toda la vida, lo normal es experimentar cosas, crecer, adaptarse y madurar. Pero no podía dejar de sentir que todo se fue a la mierda en tan pocos días. Y aún quedaba lo peor. Contarle a Jack.

Sentía unas ganas inmensas de gritar. Como si mente estuviera al borde del colapso. Cerré mis ojos y apoyé mi cabeza en la ventana del auto. Luego de horas de viaje paramos en una estación de gasolina. Mientras algunos iban al baño y otros a comprar, yo me alejé hasta unos juegos para niños y me senté allí en un columpio. Era un día hermoso. Soleado, brillante y con mucho viento. Respiré profundo dejando entrar al aire por mis pulmones. Era una señal de que por fin este invierno eterno terminaría. La primavera estaba por llegar a Alemania. Y cuando llegara el momento, quería recibirla con una sonrisa. Con mi vida resuelta.

—¿Estás bien? —abrí los ojos para encontrarme a Ryan mirándome desde arriba. Se sentó en el columpio de al lado y me miró esperando respuesta. Suspiré con pesadez. ¿Acaso Mía te envió? quise preguntar. Pero Ryan no sabe nada del loco plan psicológico que ella creó. ¿Cómo se sentiría al saberlo? Al final nada de eso es su culpa.

—No lo sé. —dije con desgana—. No sé qué hacer con mi vida.

Me miró unos segundos y luego se levantó.

—Yo sí sé. —admitió orgulloso con sus manos en sus caderas—. Buscaré trabajo. Aunque es algo difícil para un ex convicto, encontraré algo que hacer. Y así me pagaré mis terapias. —miré sus ojos brillantes y sonreí—. Tenías razón Emma. Yo también debo confiar. Quiero estar bien.

Mi corazón dio un vuelco al escucharlo. No me deja de sorprenderme su positividad. Mientras yo me encerré en los problemas, él ya está pensando en el futuro. En soluciones. Me levanté también y le di unas palmaditas a mis mejillas. Miré sus ojos amables y sonreí.

—Yo también. Quiero encontrar algo que hacer. Y poder ser feliz con ello. —Se acercó a mí y posó su mano en mi cabeza para luego darme un beso en la frente. Enseguida me alejé asustada por si había alguien mirándonos—. Q-qué...

—Ya lo eres.

Su sonrisa llena de tranquilidad me reconfortó. Sentí mis mejillas arder. Quise acercarme a él pero me detuve al escuchar la voz de Mía. Lo miré una última vez antes de caminar hacia el auto. Una hora después, habíamos llegado a Berlín.

EMMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora